Francisco Gómez MAZA
• Fin de año puede ser más mortal
• Y millones ya no quieren encierro
Pareciera que el SARS-Cov-2 fuera a ganarle la batalla a los seres humanos.
Se alejan las esperanzas de que la pandemia ceda definitivamente. Creíamos que el vaticinio de que habremos de vivir atentos, en estado consciente, para evitar el contagio y la muerte, era una propaganda para meter miedo y lograr que la gente tomara conciencia de que, si no quiere sufrir los terribles dolores que produce el Covid-19, cumpla escrupulosamente con los protocolos de sanidad. Lavado de manos con harta espuma de jabón, cubre boca, sana distancia, etcétera.
Pero unos han preferido cerrar los ojos y vivir como si la enfermedad y la muerte estuviera reservada para los viejos enfermos de gravedad de otras patologías como la diabetes, la obesidad, las enfermedades pulmonares como el EPOC o el enfisema, o la hipertensión. Y otros culpan a las autoridades sanitarias y a los gobiernos, a quienes acusan de asesinos, cuando saben perfectamente que los contagios y las muertes son responsabilidad de los ciudadanos.
No hay ni para cuando termine la ansiedad y la angustia de muchos.
Desde hace unas dos semanas, Europa ha vuelto a la realidad del dolor y la muerte. Y el rebrote ya alcanzó a América, sobre todo la septentrional. De acurdo con reportes de las agencias internacionales de noticias, el número de muertes diarias por coronavirus va nuevamente en aumento en Estados Unidos, tal como temían los expertos de salud, y las infecciones se incrementan en prácticamente todos los estados, a pesar de las declaraciones del presidente Donald Trump, el fin de semana que acaba de terminar, de que “estamos dando la vuelta, vamos muy bien.
Según los reportes periodísticos, a poco más de una semana para las elecciones (el martes 3 de noviembre), el promedio de decesos diarios en todo el país es 10% mayor que el de las dos semanas previas, al pasar de 721 a casi 794 para el domingo, según datos de la Universidad Johns Hopkins.
Los contagios van en aumento en 47 estados y las muertes crecen en 34. El rebrote era esperado porque las poblaciones ya no pudieron seguir soportando el retiro, el quédate en casa, el confinamiento obligatorio y muchísimos necesitaban reactivar sus propios negocios e impulsar el levantamiento de la alicaída demanda de bienes y servicios.
De acuerdo con la Associated Press, los expertos habían advertido que era sólo cuestión de tiempo para que empezara a subir el total de decesos, dado el pronunciado aumento de casos en todo el país. Los fallecimientos constituyen un indicador tardío de la severidad de la crisis, ya que pasan algunas semanas entre la infección y la muerte.
Michael Osterholm, infectólogo de la Universidad de Minnesota, ya lo había advertido. Habría un repunte de los contagios hacia finales de año. Y el pronóstico, fundamentado en hechos reales, comenzó a cumplirse. Ya el fin de año está a la vuelta de la esquina.
Y todo por la “fatiga pandémica” en la gente, que están harta del confinamiento y sale más de casa; el “enojo pandémico” entre aquellos que no creen que el flagelo sea una amenaza real, así como las bajas temperaturas que obligan a más estadounidenses a resguardarse en espacios cerrados, donde el virus puede propagarse con mayor facilidad.
Hasta la noche de este lunes, en Estados Unidos se habían acumulado 8 millones 698 mil 699 contagios, así como 225 mil 677 fallecimiento, cifra con la cual los estadounidenses llevan el primer lugar entre las cifras más altas del mundo. Mueren en suelo estadounidense un promedio de 2 mil 220 personas diariamente, cifra que los expertos no consideran elevada, pero al final de este año y principios de 2021, cuando los fríos invernales son infames, los casos van a aumentar casi exponencialmente.
No muchos mexicanos creen que la vida se pondrá más difícil y están invadiendo las calles, los centros de diversión, los negocios de entretenimiento y hasta los bares y cantinas. Todo el país está en peligro de regresar al semáforo rojo. Y no es asunto de ninguna autoridad. Es solamente responsabilidad de las personas, que justamente ya están cansadas del confinamiento.