Francisco Gómez Maza
• La gente ya no aguanta más bandidos en el poder
• Hay que obligar a AMLO a ser un empleado eficiente
Espero, es mi sueño – se vale soñar; no es propio de quinceañeras – que estos cinco días que le quedan a noviembre sean los últimos cinco días sin nosotros. Espero que pasen al basurero de la historia las decisiones cupulares, las decisiones de los barones de la política y las decisiones de los poderes fácticos. Ya la gente no está dispuesta a que un puñado de bandidos decida por ella las más importantes políticas públicas y el rumbo de la economía.
Y del primero de diciembre en adelante, que se cumpla el axioma que proclama: Nunca más un México sin nosotros. No lo dudo. Será una lucha a muerte porque a favor de los grandes de este mundo hay traidores al pueblo, patiños de los payasos de las bofetadas, defensores de un capitalismo de casino que ni les va ni les viene porque ellos no gozan de la lujuria que da el poder del dinero.
Nunca más un México sin nosotros: En el reparto de los bienes de la tierra, en el reparto de sus frutos, en la distribución del ingreso, en el reparto de los servicios para el cuidado de la vida, de la vida del ser humano y sobre todo, porque si no, el humano no sobreviviría, del cuidado de la vida vegetal y animal, y del cuidado del ambiente en que somos concebidos, nos formamos, nacemos, crecemos y morimos; en el reparto de la educación, y que se exija de cada quien de acuerdo con su capacidad y que se dé a cada quien de acuerdo con su necesidad.
Sé, amigos, que esto es un sueño, pero tengo todo el derecho de soñar. Como dijo el profeta, tengo un sueño y sé que a ese sueño lo asesinaron. Pero no pierdo la esperanza. Dicen los ancianos de mi datcha que la esperanza es lo que muere al último. No desespero. Estoy seguro de que un día, quizá ya no lo veré, México se hará con nosotros, con los trabajadores, con las mujeres trabajadoras, con los pobres y los criminales recibirán otro tanto en castigo de sus crímenes.
Serán malditos y sus carnes se pudrirán y sus huesos se pulverizarán en las mazmorras de la justicia. Porque el pueblo no puede dejar sin castigo a los saqueadores del Erario, a los esquilmadores del mercado de víveres y de los mercados financieros y a los usureros de la banca. Menos a los miembros de la clase política que sólo se usaron el poder para robar, para saquear, para atracar, para volverse ricos a costa de los impuestos del pueblo.
Y los criminales del comercio ilícito de cualquier producto ilícito, que hicieron sus grandes fortunas en base a la muerte, a los asesinatos, a las ejecuciones, a las desapariciones forzadas (y no excluyo a los criminales con nombramiento de funcionarios públicos), a la excavación de cementerios clandestinos, a la violación y asesinato (feminicidio) de niñas, jovencitas y mujeres maduras, y a toda esa runfia de facinerosos no quedarán más en la impunidad.
Júroles que no estoy seguro que la opción de este cambio en el que estoy soñando sea el lopezobradorismo y el morenismo. Me manda signos muy negativos en el anuncio de sus políticas públicas. Sé que la inmensa mayoría de ciudadanos votó por Andrés Manuel, pero muchos votos fueron de castigo a los emisarios del pasado. La gente ya no quiere más el yugo priista y menos el panista, que es peor que el peso del yugo priista. O lo peor de todo, el yugo de lo que han dado en llamar PRIAN. Pero, como dicen los ancianos, no hay otro maíz con que hacer los alimentos. Y no estoy seguro que la democracia cristiana, occidental sea la verdadera democracia, porque he comprobado que generalmente las mayorías están equivocadas, porque están integradas por mayorías ignorantes, iletradas, desesperadas, hambrientas, paupérrimas de lo material, por lo que para construir la verdadera democracia habrá que comenzar a educar a los niños en la libertad, en la crítica, en la cartesiana duda que nos descubre la verdad. Dubito, ergo sum.
Pero no podemos dejar pasar este momento y obligar a López Obrador a ser un empleado eficiente y eficaz en la construcción de una nueva sociedad en la que impere la justicia en todos los terrenos, porque he descubierto que el único delito en el que se resume cualquier código penal es la injusticia. Y México ya no puede seguir siendo propiedad de la clase política tramposa, corrupta, simuladora, impune y cínica como los que nos han gobernado desde que terminó el periodo llamado revolucionario, cuando se dio la más escandalosa impostura de este país de caciques y saqueadores.
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