Francisco Gómez Maza
• Tiene que ser alguien que resista tentaciones
• Y no olvidar que, en arca abierta, el justo peca
Hay una idea totalmente equivocada acerca del papel y el compromiso del periodista. No del que se dice periodista. No del que copia y pega un texto periodístico en una página de las llamadas social networks; no del que llaman periodista ciudadano. El ciudadano es un opinador generalmente, un colaborador del periodista. Estas son tonterías de quienes no tienen ni idea de que, para ser periodista, se necesita más que odio y rencor.
Ser periodista es saber y saber utilizar las ciencias y técnicas de la información; es investigar a fondo todos los asuntos relacionados con un hecho, no sólo social o político, sino de cualquier índole, sea cultural, financiero, científico, tecnológico, todo lo que tenga que ver con el acontecer humano, local, nacional, internacional.
Hay periodistas que ponen énfasis en los derechos humanos, en la defensa de las mujeres y de los grupos humanos vulnerables y minorías. Hay periodistas que se meten a fondo a investigar el bajo mundo del crimen y de la mafia, de la delincuencia, de las bandas criminales. Pero, en este tipo de temas, su investigación tiene que ser tan rigurosa como investigar un delito de corrupción en la presidencia municipal de un pueblo pequeño. No es pues tan sencillo ser periodista. El periodista tiene la absoluta obligación de corroborar, de confirmar, la veracidad de la información que encuentra en sus investigaciones.
(Me decía hace años un compañero periodista: hasta una mentada de madre tienes que confirmarla antes de redactar la nota y difundirla). No puede divulgar un hecho sin antes haber agotado un cúmulo de investigaciones para confirmar que ese hecho es verdadero y que atañe al interés de la comunidad.
Pero qué difícil es convencer a quienes no son periodistas y se sienten periodistas nada más porque participan en un foro social como las redes (netwoks), particularmente las redes que se dedican principalmente al chismorreo y a la promoción de la vanidad humana. Suena bonito autodenominarse periodista. Muchos funcionarios públicos, una vez terminada su tarea como tales, se convierten en articulistas de algún medio impreso, pero eso no es ser periodista, ya que un periodista sólo tiene un objetivo, o dos: informar de lo que pasa en la comunidad, en la sociedad, en el gobierno, y cuestionar y criticar a quienes tienen o se abrogan el liderazgo de los grupos humanos. Y nada más.
El periodista no debe premiar con un comentario a alguien que hizo bien algo porque hacerlo bien es su trabajo; para ello le paga el pueblo. Pero sí cuestionarlo cuando el funcionario no cumpla con sus promesas o se robe el dinero del erario. Así que el periodista sólo informa y critica. No alaba. No adula. Esta tarea se la deja a millones de aplaudidores del poder, de su partido, de sus filias y de sus fobias.
El periodista tampoco insulta a las personas, al presidente. Sólo lo critica cuando hay que criticarlo.
Y este extenso discurso salió porque este escribidor se enteró, a través de “trascendidos” en periódicos digitales, que quien parece perfilarse para estar al frente de la Guardia Nacional, con la cual no está de acuerdo y ya escribió el porqué no está de acuerdo, es Raymundo Collins Flores, exsubsecretario de Seguridad Pública de Ciudad de México en el gobierno de López Obrador y colaborador de Marcelo Ebrard, además de tener conocimiento del tema. Y dicen que es bien visto por otras fuerzas políticas.
En los corrillos de la prensa, opinadores aseguran que Collins sería uno de los pocos perfiles que generarían certidumbre y el consenso necesario. Sin embargo, hay otros que califican de oscura la historia de Raymundo Collins, poniéndole antecedentes de posibles nexos con los Arellano Félix, lo que lo hace un personaje polémico que divide opiniones. El 30 de mayo de 2002, el entonces subsecretario de Seguridad Pública capitalina (SSP), Raymundo Collins, renunció a su cargo, luego de varios escándalos de corrupción y quejas por violaciones a los Derechos Humanos. Casi al final de su administración, el jefe de gobierno José Ramón Amieva nombró a Collins como secretario de seguridad pública.
Esperaría que, en el caso de la Guardia Nacional, el presidente decidiera más con la cabeza que con el corazón. No es poco lo que se juega.
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