Francisco Gómez Maza
• Nueve millones de niñas, frente a cíber acosadores
• Las autoridades choriceras como que no ven ni oyen
Dejemos, por ahora, el vergonzante asunto de la politiquería (tengo que aclararles que política, para mí, es una ciencia: no un acto lúdico entre títeres y titiriteros. O entre mafias de la democracia choricera, que sólo se dedican al hurto y al saqueo, como ha ocurrido en los años más recientes; o comedia de periodistas venidos a jueces – ya sabe a quiénes me refiero… – que actúan de patiños y paleros del tlatoani en turno-. Pasemos mejor a un asunto más grave, gravísimo, en el que las llamadas autoridades, que en realidad debían de comportarse como lo que son: nuestros empleados – tienen una fallida respuesta: se trata del incontrolable y diabólico fenómeno del acoso sexual en las llamadas redes sociales, que en el caso deberían de ser llamadas redes sexuales.
Un informe, publicado este lunes 26 de febrero, por el diario El Universal, revela que 9 millones de mexicanas. de 12 años o más, han sido víctimas de acoso digital.
Rosario Lucas Itzel, de 14 años, fue invitada a los XV años de una amiga. Al día siguiente, la adolescente entró a revisar su perfil de la red Ask.fm, página digital en la que los usuarios se envían preguntas o mensajes, de manera directa o anónima. Al revisar encontró el siguiente texto: “Ayer [en la esta] se te veían bien ricas las chichis y las nalgas en ese vestido”. Ella se estremeció. No le hizo gracia no saber quién le había dejado ese mensaje.
La incomodidad la llevó a borrarlo.
Una semana después apareció una nueva nota en su perfil: “Estás bien guapa; te voy a robar un beso”. Ella decidió pedirle al extraño revelar su identidad. A lo que él respondió: “Sé dónde vives, te veo salir todos los días de tu casa”. Cuando Itzel leyó que el agresor —quien dejó saber que era hombre— tenía sus datos, no le creyó. Pero en el siguiente mensaje escribió la dirección de la joven y añadió: “Si quieres saber quién soy, te veo detrás del edificio de la secundaria en el recreo”.
Ella quería descubrir quién era su acosador, así que, con una amiga, se escondió en el lugar de la cita para verlo a distancia, pero nunca apareció. Por mensaje, él disculpó su ausencia y azuzó: “Vamos a jugar… ¿Adivina quién soy?”. En ese momento, ella lo bloqueó. Cuando el agresor se percató del bloqueo, enfureció y creó múltiples cuentas falsas de Ask.fm, Facebook y Twitter para hostigarla con mensajes como: “¡Contesta!”, “¡no sabes con quién te estás metiendo!”, “¡yo sé dónde vives!”, “¡me estás haciendo enojar!”. El mensaje que más perturbó a la joven fue: “Sé dónde vives. ¡Voy a ir a tu casa y te voy a violar!”. Entonces el atacante le jaqueó sus redes sociales y correo electrónico.
El informe menciona la definición de violencia contra las mujeres relacionada con la tecnología, de La Asociación para el Progreso de las Comunicaciones (APC), con estatus consultivo ante Naciones Unidas, que busca asegurar que internet sirva a los intereses y necesidades de la sociedad civil. Señala que son “actos de violencia de género, cometidos, instigados o agravados, en parte o totalmente, por el uso de Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), plataformas de redes sociales y correo electrónico; causan daño sicológico y emocional, refuerzan los prejuicios, dañan la reputación, causan pérdidas económicas, plantean barreras a la participación en la vida pública y pueden conducir a formas de violencia sexual y otras formas de violencia física”.
De acuerdo con el informe las formas de acosar que más afectan a las mujeres son el spam o virus (23.7%), recepción de contenido multimedia (13.8%), llamadas telefónicas (13.5%), contacto con identidades falsas (13.4%), registro en sitios web (10.7%), recepción de mensajes (9.7%), robo de identidad (7.7%), rastreo de sus sitios web (3.9%), año a través de la divulgación de información personal (3.2%) y robo de contraseñas (0.5%).
En el informe, Luchadoras MX, SocialTIC y la APC señalan 13 tipos de ataques digitales: acceso no autorizado [intervención] y control de acceso; control y manipulación de información; suplantación y robo de identidad; monitoreo y acecho; expresiones discriminatorias; acoso; amenazas; difusión de información personal o íntima sin consentimiento; extorsión; desprestigio; abuso o explotación sexual relacionada con las tecnologías, afectaciones a canales de expresión y omisiones por parte de actores con poder regulatorio.
El agresor creó un perfil falso en Facebook y se encargó de mandar las fotos de Alicia a todos sus familiares. Recordaba a quién le había enviado esas imágenes que fueron “viralizadas”: su ex novio. Lo enfrentó y él le juró que no tenía nada que ver. Poco tiempo después alguien abrió una cuenta falsa en Instagram a su nombre con las mismas fotos que habían sido enviadas por Facebook. En la descripción de la cuenta aparecía su número telefónico y un mensaje: “Fotos, cortesía de mi novio”. Alicia recurrió a sus amigos para denunciar las cuentas falsas y éstas fueron bloqueadas. En total, desde septiembre de 2017 a la fecha, han cerrado ocho cuentas falsas a su nombre en Instagram y dos en Facebook.
“¡Llegué a un punto en el que me harté!”, cuenta Alicia. Entonces recurrió a la Policía Cibernética y al Centro de Justicia para las Mujeres de la Ciudad de México. En ambos le dijeron que “no podían hacer nada” porque ella mandó las fotos con el consentimiento tanto del emisor como del receptor. “Y estoy de acuerdo, pero yo se las mandé a él y no hay permiso de mi parte para que esas fotografías hayan sido publicadas después, cuando incluso ya no manteníamos ningún vínculo”. Al final, decidió ignorar la situación. “Me sentí muy enojada, ni siquiera por las fotos, me sentí enojada por la intención, porque querían culpar a mi novio”. A la fecha no ha tenido solución su problema.
Sólo dos casos de cientos de miles, unos registrados, otros documentados y muchísimos que no se revelan por las acosadas y muchas veces violadas o asesinadas.
Danya Centeno, abogada de la Red en Defensa de los Derechos Digitales (R3D), es tajante: “No es satisfactoria la respuesta de las autoridades; falta sensibilidad y aplicar una perspectiva de género. Hemos encontrado que la violencia de género suele minimizarse, no se interpreta como si fuera real. Si es una amenaza en línea, mientras no trascienda al aspecto físico suele demeritarse”.
En marzo de 2017, Luchadoras MX y La Sandía Digital registraron a partir de una encuesta los síntomas de daños a la integridad física, emocional y sicológica, resultado del ciberacoso, entre los que destacan: sudoración; náuseas; dolor de cabeza, espalda y estómago; falta o exceso de apetito; tensión corporal y llanto, así como pesadez en el cuerpo y autolesión. También puede haber afectaciones nerviosas, estrés, angustia, ira, enojo, depresión, paranoia, confusión e impotencia.
En el listado también figuran síntomas como miedo a salir, auto restricción de movilidad, abandono de tecnologías y autocensura. El informe no termina aquí. Es muy extenso. Pero lo que más duele es el desprecio de las autoridades a las adolescentes que sufren el acoso de pelafustanes, malandrines, sin ningún quehacer que se pasan vida ideando cómo violentar a cuanta mujer puedan. Y eso no puede quedarse así. Tiene que haber un cambio. Que los que dicen gobernar destinen un buen porcentaje de lo que sustraen para su beneficio de las Arcas nacionales para defender a esas casi niñas.
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