· Riqueza donde se consume
· Miseria donde se produce
El ingeniero Heberto Castillo Martínez murió hace 13 años, luego de una intensa vida de científico, matemático, inventor, constructor, activista perseguido y encarcelado, legislador, fundador de la única opción partidista que no comulgó con la partidocracia, líder de la juventud y analista que publicaba cada semana su artículo en la inolvidable revista Proceso. Pero, principalmente, experto en asuntos petroleros.
El ingeniero cobra vida más vigorosamente ahora, cuando panistas, perredistas y, sobre todo, el presidente Peña Nieto están, con distintos y encontrados enfoques, decididos a “modernizar” al sector energético – “para bien de México” – y especialmente el muy sensible negocio del petróleo, la insignia del nacionalismo mexicano, bandera del PRI por poco más de 7 décadas. Y “modernizar” significa cambiar la Constitución para que los grandes inversionistas privados, locales y extranjeros, tengan la vía libre para ser socios de Pemex.
El presidente pretende reformar la Constitución para otorgar “contratos de utilidad compartida” a los extranjeros y nacionales, aclarando que con ellos el inversionista tomaría riesgos, en el caso de que la producción fuese insuficiente para compensar costos.
El PAN, por su parte, aclarando igualmente que “la propiedad de los hidrocarburos es de la nación”, propone que la iniciativa privada entre al 100% en las actividades del sector.
Los perredistas satanizan ambas propuestas. Alegan que significan privatizar a Pemex. Vender a Pemex. Hoy lunes 19 de agosto los líderes del partido amarillo darán a conocer la suya, según anunciaron la semana pasada.
Con las iniciativas peñista y panista, los inversionistas privados, nacionales y extranjeros serían “socios” del Estado en Pemex, para inyectarle a la empresa los recursos suficientes a fin de que México vuelva a colocarse entre los primeros productores del mundo. Inobjetable. En las actuales circunstancias, destinando Pemex una sustancial porción de sus ingresos al Fisco, no le quedan recursos para la reinversión, para ampliar su planta, para investigación, para exploración etc. Pero ya nadie recuerda que el petróleo es un bien no renovable y que, si se sobreexplotan los mantos petroleros, muy pronto quedarán secos y ya no habrá de dónde extraerlo.
A lo largo de sus artículos publicados en Proceso (entre el 20 de junio de 1977 y el 13 de julio de 1981), el ingeniero Castillo analiza con cifras la política energética del Estado y mantiene el criterio de que el petróleo produce riqueza donde se consume, no donde se produce. La historia enseña que ningún país subdesarrollado ha salido de su atraso, vendiendo sus materias primas, menos sus energéticos La riqueza petrolera, pues, debe consagrarse a la producción de empleos Las divisas que llegan a esos países por la venta de energéticos no aumentan la producción de bienes de consumo necesarios Al contrario: obligan a esos países pobres a comprar los bienes en el exterior mientras aumentan su dependencia y su miseria.
Cuauhtémoc Cárdenas pareciera tener buena razón en este debate de sordos. El petróleo es un producto tan importante para los mexicanos – así lo cacareó el PRI en los mejores años de la Dictadura Perfecta -, que no es bueno dejarlo sólo en manos del Congreso, que juega con dados cargados del lado del Presidente.
Cárdenas Solórzano propone una consulta popular para saber si se reforman o no los artículos 27 y 28. No habría que temerle a una consulta pública. La “consulta popular” está ya aprobada por el Congreso. Lo fue en la reforma política de 2012. Buena ocasión para estrenarla.
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