Francisco Gómez Maza
• Romero Deschamps es investigado por la Fiscalía
• Se le acusa de robo de gasolina, informó AMLO
Los mexicanos vivimos de lo simbólico y de lo diabólico. Un signo simbólico es, por ejemplo, la virgencita de Guadalupe, o la Bandera Nacional, o San Judas Tadeo, entre tantos símbolos nacionales. Uno diabólico puede ser la Santa Muerte, o San Valverde, el patrono de aquellos históricos gomeros que luego se convirtieron en narcotraficantes.
La gente del pueblo también tiene encima otros signos diabólicos, quizá más perversos y fatales, como la nómina de clases dominantes criminales, principalmente alguna clase política integrada por gobernantes, presidentes de la república, gobernadores, presidentes municipales, líderes sindicales, policías, o de poderes fácticos como los capos de cárteles del narcotráfico, padrinos de la delincuencia. Estos son seres diabólicos.
Decir político en México, desgraciadamente, es decir ladrón, aunque suene fuerte. Decir dirigente sindical es decir corrupto. Y hay tantos corruptos que hoy deberían de estar purgando prolongadas condenas en los reclusorios, pero sería una tarea interminable. Por eso ahí siguen esquilmando a quien se deje; enriqueciéndose gracias al asalto al Erario y a las cuentas bancarias de los gremios sindicados.
Hay nombres clave. Nombres icónicos. Decir, por ejemplo, Carlos Romero Deschamps es un vomitivo para trabajadores petroleros y ciudadanos conscientes. El hombre lleva toda una vida al frente del gremio petrolero, y es acusado de chuparle la sangre y el dinero a los trabajadores y a la empresa. Es acusado de complicidad con gobernantes y directivos de esa empresa que está quebrada. Que quebraron los gobernantes emanados del PRI y del PAN. De eso está convencida la mayoría de los mexicanos conscientes. No sólo la mayoría de los miembros del Sindicato petrolero.
Tan están convencidos que el nuevo gobierno lleva apenas dos meses en la silla y ya le exigen que actúe en contra del cacique sindical de los trabajadores petroleros, cómplice de direcciones de Pemex, de gobernantes, y de empresarios corruptos. Negociante, le acusan, de gasolina huachicoleada.
Lo acusa la conseja popular de ser traficante de influencias, vendedor de plazas, de enriquecimiento explicable, de llevar una vida muelle que ningún líder sindical que se respete podría llevar, porque estaría al servicio de la defensa de los derechos de los agremiados al sindicato.
Pues parece que, como a cada santo se le llega su día y a cada perro su garrote, como dicen en mi terruño, al líder se le está llegando su gran día.
Carlos Romero Deschamps tiene una denuncia en su contra en la Fiscalía General de la República por posible, vamos a usar la palabra correcta, por presunto robo de combustible. Por presunto huachicolero. Y esta información no es una fake news. Fue proporcionada, en la mañana de este miércoles, por el mismo presidente de la república. “Ya se hizo la investigación de todas las denuncias presentadas y sólo en una se le acusa de participar en robo de combustible, aunque la denuncia no ha sido ratificada”.
No obstante, como siempre, López Obrador pretende aparecer prudente, precavido, para no entorpecer las investigaciones ni caer en la violación del llamado debido proceso, por lo que aclaró que su gobierno no actuará por consigna, ni perseguirá a nadie si no hay elementos. Tampoco utilizará al gobierno para amenazar, perseguir a dirigentes, empresarios, ni a ningún ciudadano.
“Eso se termina y, al mismo tiempo, va a aplicarse la ley”. Y siempre repite la máxima de los liberales: “al margen de la ley nada; por encima de la ley, nadie”. El mandatario detalló que solicitó información de la Fiscalía General, pero espera a que se ratifique la demanda que acusa a Deschamps de presunta participación en el robo de combustible… No nos vaya a salir el señor presidente con su muletilla de siempre: “Punto final”. Y con el robo, el atraco, la destrucción de Pemex no puede aplicarse más que la ley. Los ladrones tienen ser investigados, detenidos, presentados ante la justicia y castigados.
Basta ya de que los mexicanos normemos nuestra vida por signos diabólicos. Nos merecemos mejor presente, aunque el pasado nos haya rebasado y el futuro lo tengamos ya encima.
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