Francisco Gómez Maza
• Nunca hagas acciones buenas que parezcan malas
• como Trump o como Clinton: hermanos gemelos
Ricardo Anaya, en su laberinto. Como Alicia en el País de las Maravillas. Inocente palomita que te dejaste engañar un 28 de diciembre adelantado.
Con todo, el presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PAN, ungido por el poderoso Gustavo Madero, ahora en un año sabático como colaborador del apestado panista Javier Corral Jurado, que tiene que limpiar la casa de la mierda que dejó otro Duarte, es la ternura misma, la inocencia infantiloide, el autismo político, que también no ve ni oye. Y me lo pepenaron orinando fuera de la bacinica.
El joven queretano significa, en su entusiasmo desmedido en contra de la corrupción y su legítima aspiración a sentarse en La Silla Rota (se sentó Peña Nieto, que no lee; por qué él no, que es un verdadero intelectual) incongruencia entre la vida personal, íntima, familiar y su declarado compromiso contra el sistema, en su calidad de presidente del Comité Ejecutivo Nacional panista.
Acérrimo enemigo de la corrupción y declarado partidario de la creación de un sistema nacional anticorrupción. Pero lo cogieron con los dedos prensados en el gozne de la puerta y lo presentaron (quién; ¿Felipe?. Fuego Amigo) como un gran corrupto, de lo cual se colgaron el alocado presidente del PRI y el señor López, que no pierde ocasión de vengarse de sus “enemigos” que lo quieren en la tumba.
El chavo dirigente panista puede tener sus millones, ganados con el sudor de sus trabajadores, en orden; pueden no ser producto de corrupción sino del trabajo pertinaz y mal pagado de sus empleados. Pero… pero “no hagas actos buenos que parezcan malos”. Lo mismo ocurre con los demás miembros de la clase política, sean del partido que sean, sobre todo del PRI, en donde la corrupción es como un estercolero que corroe las fibras más íntimas del ser humano. La señora Barrales es otro ejemplo. No es lo mismo que Calderón, o esto es peor, que llegó pobre y jodido a la presidencia y se hizo multimillonario jodiendo a México, como Peña Nieto. Igualitos.
En Anaya hay una ingenuidad supina. Yo no lo creía cuando Gustavo Madero lo designó para dirigir a su partido. Sí. Anaya es un niño bueno de la Ibero, o del Opus Dei, o de cualquier centro escolar de cualquier secta católica. Habla con claridad, como un alumno destacado en la secundaria; como un Milenials de puros dieces. Pero le falta el colmillo político de los panistas veteranos. Un Carlos Castillo Peraza, por ejemplo, que inclusive fue defenestrado por sus propios correligionarios porque era la conciencia viva en contra de la corrupción, en contra de la hipocresía, en contra del fundamentalismo (curiosamente siendo el súper fundamentalista). Era el PAN hecho hombre. Lo conocí y un día le dije: Piolín, tú no debes militar en el PAN, una secta seudocatólica llena de meones de agua bendita como les dijo su fundador, don Manuel Gómez Morín, quien fue director del Banco de México. Pero aquí les dejo estar reflexiones que incluiré el mi columna Análisis a Fondo correspondiente al martes 8.
Y qué tiene qué ver este asunto de Anaya con el M8, pues nada y mucho. Porque lo mismo se está jugando en las elecciones gringas. El poder. El poder de joder a los ciudadanos; a los pueblos pobres del mundo, a México, con la explotación de sus recursos; a los mexicanos que se ven obligado a irse de mojados y muchos morir en el desierto, en busca de una vida mejor que en sus pinches pueblos jodidos, como la mayoría de los mexicanos, que apenas tienen para comer o de plano no comen y mueren de inanición.
Quién ganará. Unos dicen que Trump; otros que Hillary. Aquí ya dijimos que tan bueno es el pinto como el colorado. Que Clinton no ofende a los mexicanos, pero que va a seguir la política de Obama de las expulsiones masivas, dividiendo a familias. Y Trump es, guardadas las proporciones, un Fox Quesada; un boquiflojo, y ya les dije que perro que ladra no muerde. No quiero decir que es mejor el multimillonario. No. Ninguno de los dos garantiza recuperación de las clases jodidas. Al contrario. Y tienen a sus encomenderos en los países periféricos, que se encargan de que los pobres sigan siendo pobres porque si se hacen ricos, alguno de ellos le puede poner el cascabel al gato, que eso es lo que está haciendo el miserable de Donald Trump. Cuidado, Ricardo. Ponte al tiro. No hagas cosas buenas que parezcan malas. Nunca. Y desapendéjate.
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