• Transparencia del ToallaGate
• la corrupción transparente
La transparencia y el combate a la corrupción, o al revés volteado; o sea, el combate a la corrupción y la transparencia. ¿O la corrupción transparente hasta el cinismo, como aquellas toallas del ToallaGate del Vaquero y Clarabella? ¿O las casitas de interés social que no le gustan a doña Carmencita?
Ya lo estoy viendo:
Una Ley General de Transparencia de avanzada, como la calificó este lunes, con una tierna ingenuidad, Jimena Puente, comisionada presidenta del hasta ayer IFAI, y hoy Instituto Nacional de Acceso a la Información, porque ya hasta el presidente de San Juan Chamula tiene que ser transparente desde este martes con eso de que el IFAI pasa a ser INAI.
O una ley que es un avance institucional y muy significativo, como la bautizó Peña Nieto en su discurso en ocasión de la promulgación de la ley general de transparencia.
Sí, pero no se va a cumplir por quienes deben ser transparentes. No les conviene.
La política en este país tiene como alma vivificadora a la corrupción. No se explica política sin corrupción, como que corrupción es la filosofía de vida del mexicano y por supuesto que parte fundamental de la ley divina de los políticos. Por diosito santo. Y usted no me dejará mentir.
En este país de mexicanos, desde el río Suchiate hasta el río Grande, quienes tienen que cumplir las leyes no las cumplen. Se las pasan por el arco del triunfo. Dígame si no es cierto.
La transparencia, el derecho a la información, la rendición de cuentas… Sólo en los asuntos que no comprometen. Al final del día, salva a quienes tienen que ser transparentes, rendir cuentas, el derecho a la protección de datos personales. Los datos personales son sacrosantos. Y en ellos está el meollo de la corrupción.
Sólo se simula que se cumplen.
Los únicos que son sancionados por no cumplir las leyes son los ciudadanos que no tienen ningún poder, que no pueden defenderse de los políticos, de los constituyentes que hacen constituciones sólo para defensa de los intereses de las clase política y de los poderosos de esta economía de lupanar, de casino.
Se oye muy bonito lo que dice el presidente de la ley, de la transparencia, el gobierno abierto, la nueva frontera de la democracia, de la interactuación de ciudadanos-gobernantes, del paradigma de autoridades activas, uf. Qué bonitas expresiones. Pero ahí se quedan: en el archivo de los discursos.
Se presume que la transparencia y el derecho a la información van en el sentido de la protección de los intereses de la ciudadanía: Transparencia, derecho a la información, rendición de cuentas, protección de datos, ¡combate la corrupción! Sacrosantas expresiones. Democráticas. Pero falsarias.
Como la mujer que te dice que te ama y a la vuelta de la esquina te pone los cuernos.
¡Santa Madre!
¡Ya estoy mirando a los amigos de lo ajeno, a los manos flojas, a los tentones, a los que no les amarraron las manos cuando fueron bebés, a los ladrones en despoblado de las administraciones gubernamentales! ¡Imagine si van a ser transparentes, imagine si van a rendir cuentas, imagine si van a dar información! Se quedan con la segunda parte: la protección de datos…
Ya lo estoy viendo. Desde la eternidad priísta se ha combatido a la hidra de la corrupción con aquella renovación moral de Miguel de la Madrid Hurtado. Y a la hidra le brotaron mil cabezas, siete veces siete, setenta veces siete como dice la biblia. Y la transparencia, el derecho a la información sólo son marcas, memes.
Ay, México.
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