Francisco Gómez Maza
• Hasta antes del viaje a EU nunca se le vio con tapabocas
• Jair no creía, y no cree, a pesar de que está contagiado
Podría uno decirle al presidente López Obrador: “ahí te llaman; ahí te hablan”, viendo el caso del presidente brasileño, Jair Bollonado.
El brasileño se creía intocable y nunca tomó en serio a la pandemia que ha afectado a muchos brasileños, sobre todo habitantes de lo que en México son barriadas, ciudades perdidas y en Brasil son favelas, lo peor de la sociedad. Jair no creía, trataba con mucha ligereza el asunto tan dramático para muchos.
El caso de Bonsonaro pareciera ser instrascendente, pero es un buen ejemplo y una excelente lección para dirigentes políticos y personas comunes que no toman en serio la gravedad del Covid-19.
Hay muchas personas que, a cuatro meses de que se registró el primer contagio en México, no creen, o se sienten muy machos y no aceptan que, en un descuido, en un abrir y cerrar de párpados, pueden ser infectados por el nuevo coronavirus.
Parece que el brasileño le estuviera diciendo a López Obrador: Pon tus barbas a remojar…
El presidente de México, por su parte, no ha sido muy cuidadoso en su protección personal o, por lo menos, no muestra su cuidado en público como debe de hacerlo cualquier dirigente político. En las etapas más dramáticas de la pandemia se le veía despreocupado de su salud, bromista, salgan, salgan, no hay que tener miedo, se le oía decir; no paró, no cumplió cuarentena alguna, ni menos confinamiento en casa.
Sí. Se guarda la sana distancia, se lavan con harta espuma las manos, se desinfectan las superficies, se cubre uno la boca y la nariz y toda la cara, y en menos de un segundo, sin estar en estado consciente, uno queda contagiado. Pero jamás había un visto al presidente de México con el cubre bocas, y menos con una careta, o unos googles.
El “quédate en casa” no fue para AMLO, lo que fue muy mal visto por algunos y fue un muy mal ejemplo para muchos, sobre todo de sus fanáticos, que tampoco tomaron precauciones y fueron contagiados.
Jair Bolsonaro nunca le dio ninguna importancia a la enfermedad, no obstante que el pueblo se contagiaba, llegando a ser el segundo en América, con más contagios y más fallecimientos. En la víspera llegó a contabilizar, oficialmente, poco más un millón 670 mil contagios comprobados y poco menos de 70 mil fallecimientos, de una población de unos 210 millones, la mayoría en pobreza.
El mandatario brasileño tuvo que tragar saliva (en México decimos: tuvo que tragar camote) y salió el martes para anunciar que había dado positivo, después de tomar con ligereza la gravedad de la enfermedad. Y está ya en la lista de líderes políticos contagiados: Juan Orlando Hernández, presidente de Honduras; el príncipe Alberto II de Mónaco; el príncipe Carlos de Inglaterra, y Boris Johnson, primer ministro de Gran Bretaña.
Tras el resultado positivo de su prueba, Bolsonaro dijo: “Conocemos la fatalidad del virus para las personas de cierta edad, como yo, mayores de 65 años, así como para las personas con comorbilidades, enfermedades y otros problemas. En esos casos, el virus podría ser decisivo y conducir a la muerte; todos lo sabían”.
El brasileño no pierde la confianza o sigue siendo irresponsable. Más bien sigue siendo irresponsable. Mucha gente ignorante le cree. Dijo el martes confiar en que se recuperará rápido del nuevo coronavirus, gracias al tratamiento con hidroxicloroquina, medicamento contra la malaria que ha demostrado en lo más mínimo su eficacia contra el COVID-19.
El hecho es que, mientras todos los millones de personas que se han contagiado en el mundo (unos 12 millones) toman en serio su contagio, pues lo que menos desean es pasar a formar parte de la estadística fatal, Bolsonaro les dijo a los periodistas que se había hecho una radiografía de los pulmones, el lunes tras sufrir fiebre, dolores musculares y malestar general. Y para el martes la fiebre había bajado, atribuyendo la mejoría a la hidroxicloroquina.
Como lo reportó este miércoles 8 de julio la Prensa Asociada, Bolsonaro es “el líder democrático que más ha negado la gravedad de esta pandemia”, citando a Mauricio Santoro, profesor de ciencias políticas en la Universidad Estatal de Río de Janeiro. “Que se haya infectado es un golpe a su credibilidad. Se verá como otro ejemplo del fracaso de su gestión del coronavirus”.
El presidente brasileño frecuentemente ha aparecido en público estrechando la mano de sus partidarios y mezclándose con las multitudes, a veces sin cubrebocas. Aseguraba que sus antecedentes como deportista lo protegerían del virus y que no sería más que una “gripecita” si la contrajera.
El mexicano López Obrador, más o menos contemporáneo del brasileño (67 vs 65), se hizo la prueba contra su voluntad, pues para estrecharle la mano a Donald Trump, éste tenía qué estar seguro de que el tabasqueño, aunque no presentara abiertamente ningún síntoma, no era portador del virus, de esos contagiados que los médicos califican de asintomáticos. Primera vez que AMLO aparece con tapabocas sentado en el asiento del avión que lo llevó a territorio estadounidense.
Pero la pregunta continúa en el aire. Qué va a hacer el presidente de México ahora que retorne al país. ¿Continuará sin darle importancia a los protocolos de protección frente a la pandemia? Es muy importante el protocolo, no por uno sino por respeto a cualquier interlocutor. El otro no sabe si yo estoy contagiado o no, o soy un portador asintomático.
A muchos mexicanos e inclusive a sus enemigos políticos (menos a aquellos que desean ardientemente verlo eliminado de la faz de la tierra), les daría confianza ver que López Obrador se atiene al protocolo de protección de la enfermedad.