• ¿Francisco I. Papa de los pobres?
• ¿Dejará la Iglesia de ser romana?
Francisco I, ¿un nuevo Juan XXIII, revolucionario de su tiempo, que puso a la estructura clerical al modo de su tiempo? ¿Reformador de una gran empresa clerical, que ha venido perdiendo bonos entre sus millones de feligreses? ¿Un Papa que meterá en cintura a la diabólica Curia Vaticana? ¿Un Papa que viajara por las calles de Roma en autobús, que caminará si cortesanos, como lo hacía en Buenos Aires donde fue arzobispo hasta anteayer? ¿Un Papa que convivirá con la gente de la calle, con los menesterosos, con los desempleados, con los pobres? ¿Un Papa que reivindicará a los teólogos de la liberación condenados por Joseph Ratzinger, el hasta hace poco indomable perro guardián de la fe? ¿Alguien que le reconocerá su dignidad a las mujeres, sojuzgadas, reprimidas, excluidas, violadas; a las inmensas mayorías que no tienen acceso al gran banquete de la Iglesia y del concierto de las naciones?
Francisco I (por qué eligió el nombre de Francisco ¿Por el Poverello de Asís, una voz y un instrumento crítico de la Iglesia de su tiempo, tan llena de boato y lujuria, como la de ahora, que ofendía la dignidad de los pobres de Roma? ¿Un Francisco I, que llega a revolucionar al imperio eclesiástico, de la lujuria, del alejamiento total del pueblo, que condena a sus hijos que no están de acuerdo con que el Papa y los obispos sean siempre aliados de los poderosos?
¿Un reformador que destruye el carácter mercantil de una Iglesia, que más parece una trasnacional que comercia con mercancía sagrada y cuyo principal producto es un dios que no acaba de identificarse con los seres humanos, ni con los demás seres vivos e inertes de la Madre Tierra?
Tantas preguntas vienen a la mente de un periodista laico, en los momentos en que el nuevo Pontífice es anunciado y está de pie en la ventana principal de la Basílica San Pedro, enviando su primer mensaje a los fieles de la Iglesia Católica, Apostólica, Romana. ¿Dejará de ser Romana la Iglesia de Francisco I, y se convertirá en una real Iglesia Universal, verdaderamente franciscana, no al servicio de los hombres y mujeres sufrientes, sino hecha sufriente con ellos y ellas?
¿Un Papa que le dará su lugar en la Iglesia y en el mundo a las mujeres, a los homosexuales, al mundo excluido por una Iglesia que dejó de ser evangélica hace ya muchos siglos, y que se alió con los emperadores romanos para convertirse en cabeza de una Cristiandad dominadora, explotadora, aliada con los poderosos económicamente?
Tareas urgentes no le van a faltar al nuevo Papa. Se le acumula el trabajo desde hace siglos. Dicho sea con todo respeto, no le arriendo la ganancia.
Entre esas tareas urgentes hay una perentoria e insoslayable, que además puede dinamizar otras muchas tareas también urgentes. Lo formulo como “democratizar la estructura organizativa de la Iglesia”. Significa devolver al pueblo su voz y su voto… escribió hace un par de días Pope Godoy, teólogo y profesor de la Universidad de Navarra, España.
Lo menos importante es que Jorge Mario Bergoglio sea latinoamericano, argentino. Lo importante es que asuma su papel de representante, no de Jesucristo, que Jesucristo no necesita representantes, sino del pueblo católico, de los pobres, de los miserables, de los indigentes de todas las creencias, como lo hacía el Poverello con los árabes masacrados por los Cruzados del Papa.
Pero las preguntas del principio de esta historia deberán de tener una respuesta pronta del nuevo Papa. Y en la medida en que sean contestadas, la Iglesia católica empezará a reconstruirse, saldrá de las cenizas antievangélicas en las que se ha estado hundiendo desde que renunció a las enseñanzas de su fundador Jesucristo, un iluminado que sólo vivió – si es que vivió me diría un historiador racionalista – para los demás y que no tenía dónde reclinar la cabeza; que convivía con “pecadores” y publicanos, y con leprosos y prostitutas.
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