Francisco Gómez Maza
• Ahora una Revolución asesinada
• Con todo, la esperanza no muere
Este lunes 20 de noviembre, la parafernalia oficialista simula una celebración grandiosa, y hasta decreta que las oficinas públicas se mantengan en asueto: la revolución mexicana, sustantivo y calificativo que han desaparecido, por obra y gracia del neoliberalismo, de la lexicografía litúrgica de los mexicanos, cuando pese a todas las traiciones de caciques y seudo revolucionarios, significó un parteaguas en la historia de México, porque fue un punto de partida para construir una nación que reivindicó muchos de los grandes derechos individuales y colectivos de una población diezmada por la pobreza y la explotación de la mano de obra de parte del cacicazgo nacional y extranjero.
Con todo, este 20 de noviembre es un día, como tantos otros, que los gobernantes de ahora, formados en las filas de la extrema derecha, alumnos de enanos de tapanco, y discípulos formados en las escuelas del nihilismo (nadismo) y de la política del despeñadero, del entreguismo a los intereses de los grandes capitalistas criollos y extranjeros, particularmente de Estados Unidos, no pueden dejar de por lo menos celebrar con una jornada de asueto para la burocracia. Por qué. Qui lo sat. Yo digo que es sólo simulación neta, como actuaban los fariseos en tiempos del Nazaretano.
Pero la revolución mexicana, en la que participaron tirios y troyanos, verdaderos revolucionarios como Francisco Villa y Emiliano Zapata y vergonzantes caciques como Álvaro Obregón y Venustiano Carranza, encabezados por un potentado distanciado del dictador (Porfirio Díaz) por intereses muy personales y hasta espiritista, Francisco I. Madero, está muerta. A pesar de que la hicieron miles de campesinos en el campo mexicano, que tomaron conciencia de su condición de prácticamente esclavos de la hacienda, fue traicionada por los llamados representantes populares del llamado congreso de la unión y de los otros poderes. Y por los líderes venales de las organizaciones, que se autonombraron defensoras de los sectores populares, campesinos, obreros entre otros.
Y esa revolución, que puso un hasta aquí a la férrea dictadura del caciquismo porfirista, está ahora olvidada en los archivos de la historia, en el archivo francés, como le digo al basurero (pregúntele a cualquier funcionario actual, empezando por el propio presidente, qué es o qué fue la revolución y le aseguró que no sabrá responder), después de haber sido traicionada por los sucesivos dictadores sexenales, impuestos por el PRI (cínicamente, un presidente contrarrevolucionario hasta llegó a declarar que él iba a ser el “último presidente de la revolución” (José López Portillo). Y la verdad es que tuvo algo de razón, porque de Miguel de la Madrid Hurtado a Enrique Peña Nieto, todos los presidentes (explicable en los panistas Vicente Fox y Felipe Calderón), todos miran hacia las barras y las estrellas y quisieran que México fuera una estrella más del lábaro estadounidense.
Desde el gobierno Carlos Salinas de Gortari, impulsado por De la Madrid, se instauró oficialmente la contrarrevolución, esa contrarrevolución que agudizó la depauperación de los mexicanos y la entrega de las riquezas nacionales al extranjero, como está ocurriendo ahora, cuando hasta los mantos petrolíferos están siendo puestos en manos de inversionistas extranjeros, bajo la simulación de que son así socios de Pemex, empresa – cancerigenada por la corrupción -, que dejó ya de ser La Empresa de México, para convertirse en una simple holding en donde mandan los intereses del gran capital nacional y extranjero.
Pero los gobernantes salidos de las escuelas del nihilismo no pueden dejar de conmemorar tal fecha, aunque ya casi nadie sabe a qué se refiere, porque les corroe el poquito de conciencia que les queda, aunque no tengan ni idea de lo que se trata. Lo hacen sólo porque la fecha está anotada en el calendario cívico nacional, pero la celebran bajo el signo de la simulación.
Adolfo Gilly, uno de los grandes luchadores mexicanos (nacido en Argentina, pero preso político en Lecumberri por luchador social), nos alerta acerca de lo que la revolución es o debería de ser para los mexicanos. Como lo deja escrito Octavio Paz, Gilly, estando preso en Lecumberri, escribió sobre la Revolución Interrumpida por los cacicazgos modernos emanados del PRI, en un libro en el cual se perfila la historia de esa Revolución, sus características y dinámica. Y se perfila el desarrollo capitalista. pasando por temas como el zapatismo, la División del Norte, la comuna de Morelos, los años 1914 y 1920, culminando en el cardenismo.
La versión original de La Revolución Interrumpida fue escrita en Lecumberri. Según las palabras del autor, se trata de un trabajo de combate político y cultural, preparado para dar continuación a la lucha teórica del marxismo en México y América Latina. No obstante, hay planteamientos que en 1994 cobraron fuerza y que en estos aciagos días son más vigentes que nunca.
Escribe Gilly: ”Los campesinos comenzaban la revolución. En distintos puntos del país, sin concierto previo, pequeños grupos armados de indios y peones tomaron las tierras de cantidad de grandes haciendas y las araron y sembraron bajo la protección de sus fusiles (…) Este movimiento se extendió por los puntos más diversos del país, mientras en la capital las cumbres políticas burguesas continuaban en sus transacciones y componendas (…) Sin jefes nacionales, sin plan, impulsada por su propia fuerza social puesta en movimiento en todo el país, la iniciativa de los campesinos armados estaba resolviendo desde abajo, con sus propios métodos directos y claros, sin esperar leyes ni decretos, el problema de la tierra. Así empezó la revolución mexicana”.
Carlos Monsiváis aseguró que en esta obra, Gilly confirmó que ”la inteligencia crítica requiere de la pasión; que la Revolución Mexicana es un proceso legible y entendible y no una cadena de aberraciones históricas, que el juego de los héroes y los villanos pertenece a una visión rudimentaria y (por desgracia para nuestro proceso educativo) escolar. El libro de Gilly es una espléndida amalgama de análisis dialéctico, visión de un pueblo en armas, desmitificación a ultranza y hecho político”.
Gilly y los mexicanos conscientes planean nuevas acciones, en ese marco marcado por la Revolución, para construir una sociedad justa y equitativa. Quienes se oponen a esos planes verdaderos, de justicia para todos los mexicanos, son los nuevos apóstoles o sicarios del porfirismo. Y usted y yo sabemos quiénes son y dónde están y a qué dedican sus esfuerzos. A la destrucción de una nación, a la entrega de las riquezas nacionales a manos del capitalismo mundial, y a la formación de una Sociedad Anónima.
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