Francisco Gómez Maza
• Las batallas por el hueso
• Y la muerte tuvo permiso
Una semana ansiosa, de hechos dolorosos y preocupantes, ante los cuales pareciera que el gobierno de la 4T aún no sabe como desenredar la madeja.
El escándalo en las cámaras del poder legislativo reveló los hándicaps que enfrenta Andrés Manuel López Obrador para consolidar un gobierno que, por sus buenas obras, se imponga por sobre las campañas de miedo desplegadas por sus enemigos de las derechas y de las extremas izquierdas que, para defender sus intereses, en un punto se unen. Y ahora, este punto se llama Andrés Manuel.
Primero, la confrontación en la cámara de senadores entre Martí Batres Guadarrama y Ricardo Monreal Ávila. El primero, punta de lanza del sector de los duros de Morena. El segundo, el líder de los políticos y negociadores. Se impuso el zacatecano por obra y gracia de la razón jurídica, e impuso lo que los políticos llaman democracia en el nombramiento del presidente de la mesa directiva de la cámara alta.
Pero ahí, entre duros y políticos, algo quedo roto y será bastante difícil si no imposible cerrar la herida. Dependerá como siempre de los negociadores y Monreal es de estos, aunque no le guste a quienes están constituidos en los examinadores de las conductas de los demás, menos la de ellos.
Tuvieron los legisladores que ser víctimas de la ira del presidente de la república, quien les dijo que quienes no quisieran acatar la ley y sólo fueran en busca de puestos, que se fueran al carajo.
La segunda desvergüenza para el partido gobernante fue el escándalo protagonizado por los diputados oficialistas y la pequeña oposición de derecha.
De acuerdo con el reglamento de la cámara de diputados, el segundo año de la actual legislatura tenía que ser presidido por la segunda fuerza, que en el caso es el PAN, pero los morenistas se resistían a dejar el hueso a una mujer “ultraderechista”, casi hitleriana. Tome en cuenta, amigo lector, que la presidencia de las cámaras legislativas, más que nada, representa recursos económicos… y todos se desangran por ese hueso. Hasta los incólumes políticos de la izquierda. Aunque hay muchos que rechazan esta inclinación al placer de los números… ¿Ven por dónde va la política?
Se tambaleó por momentos el ínclito Porfirio Muñoz Ledo, queriendo imponer la decisión de continuar al frente de los diputados, pero la derecha se encrespó y se armó un irigote que nadie podía desenredar, hasta que tuvo que dar un golpe a la mesa el tabasqueño. Porfirio anunció que renunciaba a sus pretensiones y ganó Monreal, de nuevo. Porfirio mandó a chingar a su madre a sus correligionarios por la manera de legislar… Todos ganaron. Menos los mexicanos. ¿O sí, Andrés?
Me tumbó la muerte de varios personajes, comenzando por el gran defensor de la vida, mi casi paisano istmeño, de Juchitán, la tierra de la belleza hecha arte, la tierra de las matronas tehuanas, Francisco Toledo, que por naturaleza dedicó su vida a recrear la belleza, los colores, la justicia, la bondad, la alegría, la dignidad de los seres humanos que tuvieron que nacer en la pobreza como aquel nazaretano que vio la luz primera en un pebre, en un establo, porque nadie quiso darle posada en su casa.
“Me interesa lo que sucede alrededor mío… no soy activista… me preocupo… es parte de mi carácter… sin interés de ser un activista… sin querer ser diputado, ni senador, ni presidente municipal… Estar disponibles cuando la gente se acerca y pide ayuda…”, palabras parte de una declaración de prensa que, en algún momento de su vida, Toledo concedió a los medios periodísticos. Declaraciones y, más que declaraciones, una confesión de vida de Toledo, que me reanimaron a seguir viviendo.
Y luego los anuncios proféticos de la inminente recesión en el hemisferio occidental. Alemania, Italia, Reino Unido, Brasil y México. Recesión que paralizaría las economías, pero no por factores internos, sino por la guerra de la avaricia universal, protagonizada por Donald J. Trump, en contra de quien se le ponga enfrente. Y el objetivo inmediato ha sido China, el gigante mundial que hace peligrar la hegemonía imperialista.
Obviamente que México tiene qué resentir porque, junto con la de Brasil, son las dos economías más débiles ante los imperios europeos.
México ha tenido que declinar la cerviz ante el imperio, sirviéndole de Patrulla Fronteriza para detener las migraciones forzadas provenientes de Centroamérica, ante la amenaza de Washington, la capital de Estados Unidos, de imponerle aranceles a todas sus exportaciones.
La ventaja, pero qué ventaja, es que los mexicanos hemos vivido en recesión los últimos 36 años y sabemos hacerle más agujeros al cinturón.
Pero, por Dios, amigos derechosos. De la recesión no tiene la culpa el gobierno de López Obrador. La tienen quienes ponen por delante su avaricia y les importa un bledo que los trabajadores sobrevivan como bestias de carga. Como las mulas en cuyo lomo mi abuelo Genaro transportaba el cacao de Chiapas a Oaxaca, en aquellos años maravillosos cuando se ordeñaba la vaca en una jícara, se le echaba un vasito de jerez y una cucharada de panela, se batía con un molinillo de palo y se bebía para renovar fuerzas.