Francisco Gómez Maza
• Siervos del patrón, o siervos del dinero
• La clase política es la perversa sancamilota
Los mexicanos, sancamiloteados, para mal, por la clase política de toda ralea, desde idiotas hasta cretinos ladrones a lo grande, estamos llegando al límite, tocando fondo en muchos terrenos fangosos, pestilentes, con hediondez de letrina.
Delincuencia organizada en cárteles de comerciantes de productos ilícitos, especialmente estupefacientes, de políticos sinvergüenzas y ladrones, que de la simulación han pasado al cinismo, y muchos son cómplices de los primeros; de personas que se dicen periodistas pero que son más bien propagandistas a modo de los poderes facticos; de patronos explotadores salvajes de la fuerza de trabajo de los pobres; de procuradores de justicia y jueces corruptos e injustos, de curas enfermos sexuales y de toda una inmensa olla de perversión que sólo nos trae infortunios y gravísimos infortunios.
Pareciera – no, qué va- No pareciera. Es una realidad – que los mexicanos se acostumbraron ya a ser esclavos de algo o de alguien: o del patrón que los explota y viola y mata a las mujeres en muchas regiones del país, o condiciona el empleo a favores sexuales a la fuerza, la mayoría, o del dinero, la minoría, la alta y altísima y pornográfica clase política, que ha perdido toda vergüenza y se ha casado con el cinismo, los dueños de los partidos políticos, los negociantes de lo efímero, los agraciados de fortunas malhabidas, detrás de las cuales siempre hay un burro muerto, como dice Gabriel García Márquez.
Los miembros de la clase política, a excepción de unos cuantos personajes conscientes – rarae avis -, son esclavos de su propia avaricia que los convierte en ladrones, en corruptos, en simuladores y en cínicos. Estos son los que más preocupan a la gente consciente porque es difícil erradicarlos de la faz del planeta. Nacieron torcidos y torcidos morirán. No cambiaran ni cuando se den cuenta de que son mortales. Y si van a la cárcel no falta algún cómplice que los libera porque son cómplices en la rapiña. Y la verdad es que este espacio es muy reducido para apuntar nombres, Se acabarían las 600 palabras que debe medir este texto apuntando el nombre o los nombres de esta fauna depredadora, que todos ustedes ya conocen empezando por el Mayor, como el Mayor… de aquella película – Viento Negro – protagonizada por David Reynoso. Basta con traer a este espacio el más reciente escándalo de corrupción, entre la olla de ratas brasileña – Odebrecht – y la canasta de depredadores llamada Pemex, que por 10 millones de dólares vendieron su dignidad y de todos modos, si no van a parar con sus huesos a una cárcel, su conciencia los perseguirá, mientras vivan en este mundo y nunca más podrán vivir tranquilos y más en su vejez. Lo mejor que podría sucederles es morir relativamente jóvenes para ya no estar mascullando sus culpas. Aunque todas las facturas se pagan al final del día en este mundo. Así que no están exentos del castigo, o de la justicia o de su propia culpabilidad,
Los presidentes, si, los jefes del poder ejecutivo son esclavos de sus más bajas pasiones, del dinero mal habido, de sus complicidades, de las injusticias cometidas, del meter y meter mano a la canasta del Erario y de terminar su sexenio tan ricos como el Midas.
Los detentadores del capital, que son tal vez el cinco por ciento de la población, son esclavos de la avaricia y son como ratas que acumulan y acumula a costa de los demás. Y al respecto ahora me acordé de una anécdota de David Rockefeller sobre la acumulación. Dice don David que la carrera del rico es como ascender una montaña. Mientras va subiendo, pisotea manos, rompe cabezas, mata bebés, y sigue subiendo, regando de sangre el camino hacia la cima, para llegar a ésta y encontrar que ahí no hay nada,,,
Y no sólo es la clase política ni la empresaria, Muchos obispos del poder son esclavos del dinero y del poder político, de sus complicidades con las clases dominantes y de las bajas pasiones que los llevan a violar mujeres, a violar niños y malos ejemplos sobran.
México no era así. México era alegría de la cohetería, de la música de los mariachis y de las marimbas, de las danzas de los pueblos originarios, de las fiestas de barrio. Algo pasó en el corazón de esta tierra, de estos corazones que ahora son esclavos o del patrón, los muchos, o del dinero, los muy pocos. Son los omegas, tengan o no tengan dinero, de Huyxley.
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