Francisco Gómez Maza
• Elecciones 2018, ¿más de lo Mismo?
• Democracia para sojuzgar al “pueblo”
Se inauguraron las campañas electorales precisamente el viernes Santo, fecha en que el “pueblo” condenó a un justo a la muerte de cruz y eligió a un ladrón en su lugar. Desde entonces, algún karma los marcó, los mexicanos eligen a los ladrones para que los gobiernen.
Seco el elotazo, como dice o decía una breve columnita del Diario Popular Es! Pero es cierto. Y ahora, en estas elecciones, ¿ocurrirá lo de siempre? Que las clases dominantes se impongan a cambio de, hágame el favor, una sopa Maruchan. Es tanta el hambre de millones que, cuando van a votar, prefieren elegir al ladrón en vez de al justo. Quienes han leído el texto del Evangelio referente a la condena de Jesús saben a qué me refiero. Aunque lo más alentador es que, dicen, resucitó.
Pero lo peor es que quienes se sienten justos, quienes se autodenominan ciudadanos, luchadores por los derechos humanos, se alían con los ladrones porque se sienten con el derecho de “incidir” en los partidos políticos, como ciudadanos, cuando los partidos políticos son tentáculos de un monstruo impío, perverso, llamado partidocracia, al que los mexicanos debemos todos nuestros infortunios.
Ciertamente nos engañamos, tratan de engañarnos, pero no; nosotros nos engañamos, creyendo que con nuestro voto vendido vamos a lograr una mejor vida en este mundo, Y no nos damos cuenta de que el partido de la corrupción nos va a dar 3,000 por nuestro sufragio, pero nos va a explotar durante seis años por lo menos.
Todos los candidatos se lanzaron a la conquista del voto. La lógica y las encuestas están diciendo que la inmensa mayoría de quienes tienen el derecho al voto ya no quieren más de lo mismo. El presidente Peña Nieto se encargó, durante este sexenio, de atizar el odio popular hacia el PRI y el sistema neoliberal. Y si hubiera en México eso que llaman democracia, el PRI tendría que entregar el poder el primero de diciembre venidero. Aún no sé a quién porque la campaña es prolongada. Cómo cien días, o menos… (je)
Con todo, existen antecedentes de que las elecciones se mueven, se manipulan con la compra de votos, con el fraude electoral, con el robo de urnas, gracias a la corrupción que es filosofía política de las clases dominantes.
Según la lógica política y los cálculos que hacen las empresas encuestadoras, el “populista” Andrés Manuel López Obrador debería de ser el ganador de estas elecciones de 2018 y debería de estar cruzándose la banda tricolor el primero de diciembre próximo.
Sin embargo, los ingenieros electorales del sistema gubernamental son magos y, si hacen votar a los muertos, le dan la vuelta a los números de modo que el que lleva 20 es colocado en lugar más alto del podio y el que va a la cabeza con 40 es bajado al tercer sitio. Y se valen, como decía antes, de la compra del voto, del reparto de regalos. El ejemplo que siempre les recuerdo es del voto que vale una sopa Maruchan, ejemplo quizá exagerado, pero que se dio en Chiapas en las elecciones en las que el verde Manuel Velasco Coello arrasó hace cinco años.
Así que los fanáticos, los simpatizantes, los del voto duro de Andrés Manuel López Obrador, candidato del Morena a la presidencia de la república, no deben confiarse ni cantar la victoria antes del primero de julio fecha en que se comprobará que no habrá margen al fraude.
Por lo pronto, debo recordar que democracia es sólo una palabra que sirve a los poderosos para dominar, para manipular, para explotar, para engañar a los pueblos. Una vez electos, los llamados gobernantes, los legisladores, no representan a nadie, no representan “al pueblo”, no tienen que rendirle cuentas a nadie.
Entonces, ¿vale la pena embarrarse?
Y habrá una implacable guerra sucia, particularmente para bajar de la contienda a López Obrador, el coco de la derecha.
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