Francisco Gómez Maza
• La mala educación, detrás del crimen
• En Guanajuato la vida no vale nada
La violencia asesina no sólo es de México, el segundo país, después de Siria (donde se libra una guerra civil e invasiones de las grandes potencias), más violento del mundo. Hay que ser honestos.
La violencia, hoy por hoy, y por siempre, es patrimonio de la humanidad.
Este fin de semana mayor, por las celebraciones con las que los cristianos recuerdan la pasión, muerte y resurrección del nazaretano, muchos quedamos horrorizados ante la masacre perpetrada por una banda criminal en Minatitlán, estado de Veracruz, en la cual murieron 13 personas.
La pandilla de facinerosos iba por Rebekita Ryn, La Beky, una de las víctimas que participaba en una fiesta familiar en un salón ad hoc de la ciudad veracruzana. La Beky es descrita como “una chica trans trabajadora”. Y junto a esta mujer y el resto de los muertos, mataron a un niño. En un post del feisbuc se lee: “Al bebé le siguieron disparando”, dice testigo de masacre en Minatitlán. La Beky era la administradora de “La esquina del Chakl”, un antro gay en la zona centro de Minatitlán.
Aparentemente, La Beky era buscada por el grupo armado durante el tiroteo. Cuentan en la prensa local que González Reyna era una mujer trans, asidua internauta en redes sociales, en donde existe un perfil que coincide con sus características, y en dicho espacio compartió algunos comentarios, así como fotos de su familia.
No sería normal que el dolor no embargara a la gente de Minatitlán. Fue una masacre sin calificativos, y los investigadores de las Fuerzas de Seguridad tanto estatales como federales deben de aplicar todo su esfuerzo y sabiduría para encontrar a los atacantes de quienes sólo estaban pasando un rato festivo en familia.
Verdaderamente condenable que los violentos no paren sus actividades criminales, en las narices de cuerpos policiacos inútiles y, en muchas ocasiones, coludidos con las bandas de delincuentes.
(¿Será que la f famosa Guardia Nacional podrá con la delincuencia?) En esas regiones, la violencia ha echado raíces. Ahí, matar no es un delito, sino una necesidad de mentes criminales que se esconden en la oscuridad de la noche, o bajo la claridad esplendorosa del sol veracruzano y no aparecen ni a los ojos ni a los oídos de las fuerzas de seguridad.
Pero Guanajuato no tiene nombre. Es, hoy por hoy, la capital de la violencia mexicana. Encabeza la lista de municipios más violentos del 2018, resultado de las pugnas entre el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el Cártel Santa Rosa de Lima, de acuerdo con un informe del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia Penal A.C., cuyo presidente, José Antonio Ortega Sánchez, informó recientemente a periodistas que, en estos municipios, los grupos criminales disputan huachicol y robo de carga.
Hace seis años iniciaron los del Consejo el estudio periódico de violencia en los municipios (de más de 100 mil habitantes) para evaluar el impacto del programa de prevención social del delito puesto en marcha por el gobierno de Peña Nieto.
Declaró entonces Ortega Sánchez que el grupo de trabajo predijo que ese programa, basado en subsidios y otras intervenciones no coercitivas, estaba condenado al fracaso porque no actuaba ni contra la impunidad ni para desmantelar a los grupos criminales, y partía de la suposición de que los delincuentes delinquen “por necesidad”. El tiempo nos dio la razón.
En el Ranking de la violencia en los municipios 2018, destaca el caso de los municipios de Guanajuato, que hasta antes de ese año no figuraban entre los 20 más violentos, pero el año pasado ingresaron 6 municipios. Este es el resultado de las pugnas entre grupos criminales, que se disputan el control del robo de combustible de Pemex, de carga en ferrocarriles y de carga en carreteras y ciudades.
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