• Se corrompe un cadáver a los tres días
• Pero no ser transa en México es inmoral
Lo primero que tendríamos que clarificar los mexicanos es el concepto corrupción; qué significa la palabra corrupción, porque un médico general entiende una cosa, un patólogo otra, un químico otra, y un político hace como que entiende, o como que la virgen le habla cuando le preguntan qué es corrupción.
Además, corrupción, del latín corruptio, corruptionis, lo que se pudre, lo que se corrompe como un cadáver, puede significar una cosa en ciudad de México y otra en ciudad Mugrero. Y si es delito o no. O sea que lo que es delito en París puede ser una virtud en Atlacomulco. Y viceversa. Tengo entendido que en Atlacomulco, desde hace muchos años, es probable que desde toda la eternidad, el concepto de corrupción es positivo, es una bendición divina; es algo como un triunfo, como un ícono del éxito personal, como la corona de laurel con la que se coronaba en la roma imperial a los campeones, a los héroes, a los semidioses; y es totalmente distinto al concepto de corrupción que se concibe en Toluca, o en el Semefo del hospital de especialidades del Centro Médico Siglo XXI, para no ir muy lejos.
Habrá qué preguntarle al profesor, don Carlos, si pudiera salir de la tumba, qué significa corrupción para él. Habrá que preguntarle al señor Montiel, igualmente. Y habrá que preguntarle al líder de los petroleros, el señor Romero Deschamps, y a mi paisana. Lo mismo con los diputados de la LXII Legislatura, porque no piensan lo mismo en Hermosillo, Sonora, que en Acapetahua, en la costa de Chiapas.
Los políticos de cualquier partido tienen su peculiar concepto de corrupción. A muchos les tiene sin cuidado porque para ellos la transa es lo moral, es la razón de ser de la política. Y la moral, también, es un concepto que no tiene la menor importancia entre esa gente que viene al mundo a dirigir, a mover la batuta, a hablar y hablar en cuanta tribuna y púlpito hay en este mundo. O como decía el Alazán Tostao, aquel ilustre cacique potosino, don Gonzalo N. Santos: La moral es un árbol de moras.
Y este ejercicio es el que no hicieron los diputados para sacar, a como diera lugar, las reformas constitucionales y legales para combatir la corrupción. Me pregunto, qué corrupción es la que van a combatir, porque yo sí estaría bajo sospecha si de la noche a la mañana me pillaran como dueño de una casita de 7 millones de pesos en Malinalco. Sería absurdo. O de un día para otro manejar un Minicooper, que no se ya cuánto cuesta. De dónde. Es mucho dinero por más que mi sueldo mensual pudiera ser de 150 mil pesos, más gastos de representación y un buen de gastos sin comprobar.
Pero habrá. De hecho la mayoría de los políticos. Habrá muchos que tienen harto dinero mal habido, aquí, acullá, en las islas Gran Caimán, en Suiza; en los mercados off shore más sofisticados del planeta. Para estos no es corrupción aunque todo lo hayan adquirido mediante el robo y los negocios sucios. Aquí quien no transa no avanza. Esa gente tiene un concepto de la corrupción distinto al mío, pobre mortal que apenas gana para vivir.
¿Y entonces? ¿Y luego? Qué va a pasar con el llamado sistema nacional anticorrupción. Qué corrupción va a combatir. Y más ahora que los políticos no entienden y, lo más grave, no entienden que no entienden.
Y más galimatías cuando los diputados aprueban todo con una fantasiosa rapidez, como si los estuvieran correteando; como si fueran a perder el cielo, o condenarse entre las lenguas de fuego del infierno, si no sacan las leyes un día antes.
Así que, amigo lector, amiga lectora. No espere usted nada del sistema nacional anticorrupción. Los mexicanos. Digo, los políticos mexicanos tienen tantos conceptos de corrupción como políticos existen en ese universo salvaje, en donde el que tiene más saliva traga más pinole.
Ayer, así, en el salón de plenos de la cámara de diputados, hubo mucho, mucho, mucho ruido y muy pocas nueces.
Ya lo hemos dicho. La corrupción como la prostitución seguirá floreciendo eternamente entre los mexicanos, especialmente entre la clase política. No se haga ilusiones de que, gracias al sistema nacional anticorrupción, se acabará la corrupción. Noooooooooooooo. Por dios. Nooooooooooooooo. ¿Y luego para que la política? Para qué los políticos. A ningún político le convendría. ¿Verdad, don Carlos Romero Deschamps?
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