• Ahora, represión en Chilpancingo
• El gobernador se aferra al poder
La clase política no aprende ni aprenderá nunca. Históricamente, repite los errores que en lo pasado le causaron graves problemas y le amargaron la vida a los mexicanos.
Pareciera que los mexicanos están condenados a padecer a los políticos como un lastre que los hunde en un mar de contradicciones, de dolor y llanto. Y quienes salen perdiendo son los ciudadanos más vulnerables.
Eso está ocurriendo en Guerrero. Los muchachitos estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, con toda su euforia “revolucionaria” – quién no lo es a esa edad – ahora reclaman al gobernador Ángel Heladio Aguirre Rivero la presentación con vida de sus 43 condiscípulos desaparecidos a la fuerza por quien sabe qué fuerzas del mal, policías o sicarios.
Pero ahí en Iguala hay una revoltura perversa entre la presidencia municipal y grupos del Cártel de los Beltrán Leyva como los Guerreros Unidos, que está siendo investigada por la Procuraduría General de la República.
Los hechos son muy graves. Han trascendido las fronteras. La ONU, la OEA, y todos los organismos supranacionales y extranacionales han levantado su voz y han pedido al gobierno del presidente Peña Nieto que llegue hasta sus últimas consecuencias para dar con el paradero de los estudiantes, vivos o muertos.
Y castigar a los autores materiales e intelectuales de ese crimen de lesa humanidad.
Aunque él no lo quiera aceptar y se aferre, Aguirre Rivero entorpece el proceso, enoja a los estudiantes y al magisterio, así como a una buena parte de la ciudadanía guerrerense. Todos están indignados porque los desaparecidos no regresan y temen que estén ya muertos.
Como gobernador Aguirre Rivero está involucrado. Es parte del problema. Y él pretende ser juez. No. Como gobernador es responsable. Y ya debió de haber solicitado licencia al congreso local para facilitar las investigaciones del Ministerio Público Federal, que atrajo el caso de los desaparecidos.
Es más, el llamado Partido de la Revolución Democrática ya debió de haberle ordenado a Ángel Heladio, como su militante, que renuncie a la gubernatura y deje lugar a alguien que garantice la paz.
Los alumnos de Ayotzinapa tomaron medidas desesperadas ante la inutilidad del gobernador, apoyados por los maestros de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero (CETEG). Tomaron el palacio de gobierno y este lunes advertían que nadie entraría ni saldría del recinto hasta que les regresaran con vida a sus 43 compañeros desaparecidos. Violentaron también al Congreso Local y por la tarde iban a la delegación de la PGR.
Y ya el gobernador ordenó la represión. Es un experto como todo priista converso del viejo cuño en apretar el puño para madrear a todo grupo que, según él, signifique un peligro. Jamás habrían imaginado sus fundadores que el PRD caería en manos de políticos corruptos y se convirtiera en un mecanismo de represión, presumiendo una identidad progresista. Bueno, son excelentes alumnos del estalinismo y de los represores de Tianamén.
En Chilpancingo, la capital estatal, toda actividad oficial estaba suspendida. Todo el mundo, sin embargo, es cooptado, silenciado. Aguirre ha repartido dinero a manos llenas. La prensa local totalmente silenciada.
En el Congreso se suspendió la comparecencia del gabinete de Seguridad del gobierno del estado y aunque los 29 diputados que asistieron a la sesión salieron por una puerta oculta atrás del recinto legislativo, decenas de antimotines permanecían resguardando el inmueble. Policías arremetieron contra los manifestantes.
Alguien tiene que parar la barbarie que anuncia Aguirre Rivero. No puede ser tanta irracionalidad en tiempos en que Peña Nieto pretende llevar a México a los excenarios mundiales como un gran país, como una economía moderna, productiva y competitiva.
fgomezmaza@analisisafondo.com
www.analisisafondo.com
@AFDiario @analisisafondo