• Un día y otro día en la vida de los mexicanos
• Entre el ministerio público y el poder legislativo
El realismo de Roberto Vizcaíno, acucioso reportero, me definió la realidad que están viviendo los mexicanos. Reparó en una declaración que retrata el momentum mexicanus.
Viven los mexicanos entre las reformas estructurales y las barandillas del ministerio público: Michoacán, que ya está salpicando al estado de México… Nuevo León… Tamaulipas, donde nada acaba de acabar y se complica cada día.
El Congreso, donde nada acaba de acabar y las reformas constitucionales se planchan en los cubículos de los barones del poder. Y nada acaba de acabar porque no ha empezado.
Y entre los corralitos del Congreso y las barandillas del acusador, México ya cambió. Esto no se debe escatimar. Pero ha estado cambiando desde que a don Plutarco se le ocurrió fundar el partido de estado. La caterva de pobres se incrementa exponencialmente. Lo puede constatar en los vagones del tren metropolitano. Y el puñado de ricos se hace más rico exponencialmente.
Lo dijo el propio líder camaral priísta, Manlio Fabio Beltrones, cuando ofreció una entrevista de pasillo, mero en la entrada de la sala de prensa de la Cámara de Diputados, donde se amontonaron reporteros y reporteras, fotógrafos, camarógrafos y hasta orejitas del Cisen:
Un preguntón de oficio le preguntó al sonorense: Cómo califica el momento de México, cuando la política está entre la barandilla y el Congreso, las reformas y los detenidos. ¿Qué vivimos? Es como la locura.
Y zorro que es, el coordinador del grupo legislativo del partido en el gobierno, el PRI, respondió sin titubeos: Cada quien tiene su espacio, en donde debe estar buscando que en México las cosas mejoren. En el Congreso, haciendo reformas para garantizar la modernidad y el crecimiento; en el Gobierno federal y en la procuración de justicia, no permitiendo que exista impunidad alguna por todo aquel que delinque.
Ahí está el escenario, el contexto dramático en el que se desenvuelve un día y otro día en la vida de los mexicanos. En el empeño de Peña Nieto de que todo sea reformado porque nada, en el contexto actual es actual. Porque la realidad del 2014 ya no es la del 2000, cuando hubo un impasse en la historia mexicana. Pero el momento es dramáticamente contradictorio.
El PRI, la formación política que abanderó a Peña Nieto y que le devolvió las patadas al trasero del partido de acción nacional, que duró 12 años en el poder y no aprendió a gobernar, está sufriendo dolores de legrado. Por un lado va Peña Nieto y por otro muchos otros preclaros próceres tricolores.
Ejemplos: la agencia de prostitución en que fue convertido el Comité Directivo Estatal del PRI en el Distrito Federal. Ni vale la pena dar nombres. Y Michoacán, en donde priístas connotados se volvieron cómplices y hasta socios del crimen organizado y el narcotráfico. El ex gobernador interino Jesús Reyna, encarcelado por el ministerio público a cargo del procurador Murillo Karam, quien tuvo que haber tenido pruebas suficientes como para que la justicia no le pichicatée el proceso y la condena del político ahora en desgracia. Y lo que falta, como lo advirtió hace dos días el mismo procurador, lo que se interpretó como que ni el góber Fausto Vallejo estaría libre de un proceso por idénticas razones.
Y nadie repara en Nuevo León, en donde las cosas están candentes. Pero donde las llamas no crecen porque los medios no les han dado aire oxigenado. Y qué decir de Tamaulipas, donde la situación puede volverse tan candente como la de la tierra de Leonel Godoy y su hermano incómodo desaparecido, Lazarito Cárdenas Batel, o Silvano Aureoles Conejo, actual presidente de la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados. (Hasta a éste engañó Reyna)
Así que estamos entre las barandillas policiacas y el corralito que impide ejercer a plenitud el oficio de reportero en el salón de sesiones de la Cámara de Diputados, por no mencionar al Senado.
Vamos a ver hasta dónde puede estirarse la liga…
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