• ¿Otro Día del Trabajo?
• ¿Y para cuando la justicia?
A este escribidor le da pereza escribir siempre con ojos y dedos críticos acerca de la realidad. Le da pena no coincidir con el optimismo de los voceros oficialistas. Pero el periodista que no es incómodo es sólo propagandista.
Los portavoces gubernamentales hablan con optimismo, aunque sea un optimismo quebradizo, increíble, simulador, que choca con la realidad verdadera.
A la conmemoración del Día del Trabajo, hay muchos que tienen trabajo pero padecen de salarios injustos, de malos servicios, de precariedad, de supina austeridad, de incertidumbre, y se debaten entre la ansiedad y la depresión exógena; otros muchos – son legiones; se habla de por lo menos unos 30 millones – se enfrentan a un lacerante mal empleo o al desempleo, que los ha llevado a engrosar las filas de quienes se debaten en los subterráneos de la economía, y otros muchísimos que se ahogan en la pobreza en todos sus niveles. Y basta darse sólo una vuelta por los carros del ferrocarril subterráneo para comprobarlo.
Este primero de mayo se celebró el Día del Trabajo (el primer día de güega de un largo mes de güeva; mayo trae muchos días de güeva). Y los escenarios fueron disímbolos: las avenidas principales de la ciudad de México y de todas las ciudades del país; el zócalo de la capital y todos los parques centrales estatales, y la residencia presidencial de Los Pinos.
Hoy no hay mucho que celebrar. Inmersos en una economía muy débil, los empleadores están sufriendo horrores con los nuevos abusos y costumbres del Sistema de Administración Tributaria y difícilmente pueden ofrecer puestos de trabajo; los trabajadores que tienen un puesto de trabajo no ven ninguna salida a su precariedad más que, si bien les va, refugiarse en la economía informal, donde se conforman con obtener un ingreso para el diario vivir, sin futuro, sin opciones de llegar a una vejez digna.
Tiene razón el presidente Peña Nieto. Él no es mago para sacar de un sombrero los millones de empleos que demanda la población. Y no le queda más que decir que el gobierno está comprometido a construir las mejores condiciones para el pleno desarrollo de los trabajadores y que esto se refleje en el crecimiento del país. No puede presumir de que haya buen empleo para los trabajadores mexicanos y menos de que se haya logrado el pleno empleo. La actual economía, que lleva ya muchos años en la total mediocridad, no da para más. Y menos ahora que los negocios se han visto avasallados por una reforma fiscal que es asfixiante y que ha llevado a la quiebra a millones de pequeños empresarios, de esos que ahora llaman emprendedores.
Al presidente sólo le queda soñar, como los grandes líderes, en el futuro, porque el presente es deplorable. El presente para millones es agobiante, castrante, desolador. Al presidente, entonces, sólo le queda desear y llamar la atención: “juntos, trabajadores, sindicatos, empresarios y autoridades tienen la responsabilidad de crear los puestos laborales formales, que requieren las familias mexicanas, para lo que es necesario que todos cumplan con su parte.”
Nada más.
Mientras, las organizaciones sindicales independientes, como los telefonistas, los mineros, los electricistas, los satanizados maestros de la Coordinadora, entre otros, siguen desgañitándose en manifestaciones callejeras como la de este primero de mayo, demandando mejores condiciones laborales y salariales, coincidiendo con los buenos deseos presidenciales.
Los dirigentes del Congreso del Trabajo siguen hablando desde sus cómodas posiciones, apapachados por el poder político, de unidad y defensa de los derechos laborales. Y el secretario del Trabajo, Alfonso Navarrete – tiene que cuidar la chamba -, ratificando el respaldo del gobierno a los trabajadores del país; destacando la existencia de la paz laboral, “generada por la capacidad y voluntad para alcanzar acuerdos, lo que permite mantener las fuentes de empleo y permear la cultura de la productividad.”
Realista, al fin en plena campaña hacia el 2018, Miguel Ángel Mancera, el jefe de Gobierno del DF, enfatizando una gran verdad: desde 1976 el salario de los trabajadores se ha reducido 71% a nivel nacional y 77% en la ciudad. La vergonzosa precarización de los salarios.
Mancera convoca a un debate nacional para responder preguntas muy puntuales: ¿podemos pensar si puede la economía mexicana crecer sobre la base de salarios mínimos tan castigados?¿no será que la economía mexicana no crece porque el nivel de ingresos de los trabajadores es muy bajo?”
En fin… Pero “hay que mover a México”…
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