• El abrazo de Santiago
• Una relación rehecha
Hasta que los gobiernos de México no cedieron plenamente a las órdenes de Washington, Cuba fue un referente de la solidaridad de Los Pinos y del apoyo irrestricto al proceso de cambio de estructuras en esa Isla de ensueños.
Acá, por aquellos años – la década de los 50 – en ciudad de México concluyó el periodo de gestación de los grandes subversivos que se lanzaron a la aventura de rescatar al pueblo cubano, en el Granma. Una Revolución triunfante que fue apoyada por México hasta el “último gobierno de la Revolución”. El apoyo decidido a Cuba se enfrió cuando se entronizo en México el neoliberalismo de Margaret Tatcher, de George Bush (el padre) y de los muchachos de Chicago.
Aquella relación de hermandad y amistad entre México y Cuba la hicieron trizas los gobiernos panistas. Inclusive, el entonces presidente Fox fue muy grosero con el líder del proceso cubano, con aquel ya histórico “comes y te vas”. Y a Calderón por supuesto que lo que más le interesaba era que la Revolución cubana fuera borrada del mapa.
Por lo menos 12 años, los gobiernos mexicanos de Los Pinos fueron no sólo indiferentes hacia Cuba, sino que hubieran dado cualquier cosa porque Fidel y la Revolución socialista desaparecieran de la geometría mundial. Las inversiones mexicanas dejaron de fluir al mercado isleño, los bancos nacionales dejaron de dar facilidades al turismo.
Cuando Peña Nieto ganó las elecciones, el comandante Raúl Castro manifestó una gran alegría por el retorno del PRI a la casa presidencial de Los Pinos. Entonces, analistas y observadores de la política exterior del nuevo presidente mexicano pusieron los ojos en la Cancillería mexicana. Pasaron los meses y el nuevo gobierno no daba color; había un profundo desconcierto, y hasta decepción. Peña Nieto no daba ningún indicio sobre su política hacia Cuba.
Pero la Cancillería trabajaba intensamente con los encargados de la política exterior de la Isla. Una negociación en las sombras. Hasta que el viernes pasado vino la gran sorpresa. Concluyó la visita de trabajo que realizó a México el ministro de Asuntos Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, quien encabezó una delegación de alto nivel.
Y la Cancillería encabezada por el señor Meade informó en un extenso boletín de prensa que se retomaba la relación con el gobierno de Raúl Castro con la intensa participación del secretario de Hacienda, Luis Videgaray.
En la mesa de negociaciones los representantes de ambos gobiernos firmaron ocho grandes instrumentos que fortalecen el marco jurídico de la relación bilateral, destacando la condonación de una importante deuda de Cuba a México.
Los instrumentos jurídicos adoptados entre los dos gobiernos son los siguientes:
Ampliación de una línea de crédito para mayor comercio e inversión; Carta de intención para la cooperación bilateral; Tratado sobre extradición; Tratado de asistencia jurídica mutua en materia penal; Ampliación del acuerdo de complementación económica (ACE-51); Acuerdo de cooperación en materia turística; Acuerdo sobre reconocimiento y revalidación mutuos de títulos, diplomas y estudios de educación superior, y un Memorando de entendimiento en materia de medio ambiente y recursos naturales.
El gobierno de Peña Nieto enfatizó la voluntad de reforzar unas relaciones que se imaginaban irreparables. Pero muy pocos supieron que todo se inició a finales del pasado enero, precisamente el 27 del pasado enero, a dos meses de la inauguración del nuevo gobierno mexicano. Entonces, los presidentes de México y Cuba se encontraron en Santiago, la capital chilena, en ocasión de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). En la tierra del Presidente Salvador Allende, Peña Nieto y Castro Ruz se dieron el abrazo de Santiago.
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