• Reto panista: recuperarse de la quiebra
• Hoy no obtendría registro como partido
El nuevo presidente del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Acción Nacional (PAN), elegido este domingo por una militancia muy venida a menos en todo el país, se ganó la rifa del tigre.
Más que un honor, la “Jefatura Nacional” le dará muchos dolores de cabeza.
Se encuentra con un partido dividido, menguado, casi en extinción, sumamente madreado luego de que su clase política desaprovechó los bonos democráticos que le dieron el poder para cambiar el rumbo de la economía y la política de México desde la presidencia de la república.
Los panistas vienen atravesando por la peor de las crisis de identidad partidaria, luego de una brutal desbandada de militantes y simpatizantes, a raíz de su fracaso en las elecciones presidenciales que regresaron la Silla presidencial al Partido Revolucionario Institucional con Enrique Peña Nieto a la avanzada.
Tan grave está la situación que, si en estos momentos el PAN tuviera que solicitar el registro como partido político ante las instancias jurisdiccionales del Instituto Nacional de Elecciones, no le sería autorizado.
Tan mal está la salud política del partido que el único camino que encontraron sus dirigentes, con Gustavo Madero a la cabeza, fue arrimarse al poder del presidente priista para gozar de cobijo y fortaleza.
Doscientos 18 mil militantes de un padrón de ciudadanos que rebasa con creces los 80 millones en todo el país son ridículos. Pues ese número es el que conforma el padrón de militantes del partido, que hace poco más de dos sexenios le arrebató al PRI la presidencia de la república. Y que, a pesar de su rotundo fracaso, se alzó con unos 12 millones de votos a favor de Josefina Vázquez para quedar en tercer lugar en la puja ganada por Peña Nieto hace dos años.
En honor a la verdad, quien haya ganado la presidencia panista no tiene la menor importancia, aunque habrá diferentes modos de hacer política, pero eso no hará ninguna diferencia. Ernesto Cordero o Gustavo Madero representan a una corriente política muy importante en el espectro político mexicano. Representan el fortalecimiento de una política económica neocapitalista que privilegia al capital sobre la fuerza de trabajo, como en una estrategia que defiende la tesis calvinista de que primero hay que crear riqueza en las manos de los detentadores del capital para, una vez creada, redistribuir entre los trabajadores y los pobres. No hay mucha diferencia con las propuestas del priísmo y de los partidos de la izquierda mexicana.
Lo más grave es que, sea Cordero o sea Madero, el nuevo Jefe Nacional tendrá enormes retos para rehacer el tejido de un partido que se ha venido desdibujando desde que perdió la presidencia de la república, y se ha venido borrando en todos sus ámbitos, ya sea en el senado de la república, donde acusa una división infernal, o la Cámara de Diputados, donde aún, a pesar de la enjundia de sus líderes legislativos, no encuentra el camino de un partido independiente del poder dominante.
El nuevo presidente tendrá que poner todo para evitar rupturas lamentables al interior del partido. Deberá sumar y convencer a las tribus. En esto comenzó a parecerse al izquierdista partido de la revolución democrática. Y la mafia más perversa y peligrosa para la salud política del PAN es la que encabeza Felipe Calderón Hinojosa, a quien también tendrán que regresar al redil por una patria ordenada y generosa.
El PAN es el segundo partido más antiguo; fue la segunda fuerza electoral en 2012 en la votación para diputados federales (obtuvo 26%) y ocupa el segundo sitio en el país al tener representación de 22% en diputaciones locales.
Pero si solicitara por primera vez su registro como partido, no cumpliría con el requisito mínimo de militancia que establece el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe) de 0.26% del padrón, correspondiente a 219 mil 608 afiliados. Existen 218 mil 280 panistas.
Grave, muy grave, el reto del nuevo Jefe Nacional.
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