• Los ricos ingresos de los ricos no encarecen la vida
• Los salarios de los trabajadores sí desatan inflación
Si se tratara de los beneficios, las ganancias, los lujuriosos sueldos de que gozan las clases poderosas, los grandes empresarios nacionales y más los extranjeros, o los integrantes del exclusivo club de la clase política, los economicistas del Banco de México y de la Secretaría de Hacienda, al servicio del poder económico, no les regatearían nada; tales beneficios serían antiinflacionarios. Son antiinflacionarios…
Ah, pero como se trata de establecer un salario justo y remunerador para los trabajadores, millones de trabajadores que apenas disponen para satisfacer sus necesidades más inmediatas, las mínimas – ni penar en tomar un descanso vacacional, otorgarles un salario justo, remunerador, sí que desgraciaría los índices de precios y desataría una escalada de la carestía.
Qué curioso. Qué contradicción. Los pingües ingresos de los políticos y de los grandes magnates de la empresa privada no presionan los precios. Pero los pinchurrientos pagos a la mano de obra barata, esos sí que desatan una espiral de carestía. Hágame usted el favor.
Apenas el gobierno de la ciudad de México comenzó a promover la idea de establecer un salario mínimo justo para los trabajadores, saltaron de su asiento los barones del Banco de México y de Hacienda. Cómo. Esto no es posible. Decretar un aumento al salario generaría efectos inflacionarios. Aristóteles Núñez, titular del Sistema de Administración Tributaria, y Agustín Carstens, gobernador del Banxico, dixerunt.
Para estos próceres, con la fijación de un salario mínimo más o menos remunerador no se logra darle una buena capacidad de compra a los trabajadores ni por supuesto aumentar su estado de bienestar. Para ello es necesario aumentar la productividad y la rentabilidad. “… porque si el trabajador logra ser más productivo y el patrón se lo reconoce, habrá un incentivo para que tenga un mayor salario”, según la ciencia económica del funcionario del SAT. Ah, qué chingón don Aristóteles (lo mismo piensa Carstens y todos los economistas del ITAM, o del IPADE, o de la más renombrada universidad fondomonetarista, librecambista, neoliberal.) “Si el patrón se lo reconoce…” No las leyes económicas, ni menos las leyes que crean los diputados y los senadores que son leyes para proteger a las clases dominantes, solamente, A los trabajadores y el resto de Israel que se los coma el chucho, como dicen en mi terruño.
El jueves pasado, el gobernador de Banxico, Agustín Carstens, dijo que la propuesta de elevar los salarios mínimos podría generar una espiral inflacionaria y desvanecer los efectos del aumento a la remuneración del ingreso de los trabajadores.
Los promotores de dignificar a los trabajadores mediante el salario mínimo tienen otra opinión. El secretario de Desarrollo Económico (Sedeco) del Distrito Federal, Salomón Chertorivski Woldenberg, rechazó que la propuesta genere presiones inflacionarias, siempre y cuando el alza se lleve de manera moderada, gradual y haya un seguimiento a las variables macroeconómicas.
La experiencia y la evidencia internacional muestran que en países donde se ha decidido aumentar la remuneración de los trabajadores no hubo consecuencias en la inflación, el crecimiento económico, ni en el empleo.
De 2004 a 2014, Uruguay ha aumentado 200% en términos reales su salario mínimo y en ese país no ha habido inflación; ha habido crecimiento económico, empleo y formalización.
Chertorivski Woldenberg dijo – y aunque no lo dijera él – que en los últimos 37 años el salario mínimo ha perdido 70% de su poder adquisitivo, lo cual ubica hoy a México como el más país de más bajo poder de compra de América Latina. Y qué vergüenza. Siendo México la segunda economía del subcontinente, después de Brasil.
Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), una familia mexicana necesita que cada uno de los adultos gane 171 pesos diarios para una canasta alimentaria y no alimentaria básica.
Los señores del gobierno del Distrito Federal estiman que una primera aspiración tendría que ser que una familia pudiera obtener la canasta básica, como la determina el Coneval.
Pero no. Los mandones de la ciencia económica del señor Pedro Aspe Armella y del Fondo Monetario Internacional ya rugieron: No. Aumentar el salario mínimo es inflacionario. Cuando lo inflacionario es la ley de la oferta y la demanda, que en estas infames condiciones deviene en “ley de la necesidad y del abuso”.
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