• Como el gato pardo
• Cambios sin cambio
Reformas estructurales; la moda de los gobiernos fondomonetaristas. Tanto en los gobiernos panistas como en los priístas neoliberales de De la Madrid y Salinas de Gortari, estuvieron en boga.
Y puede asegurarse que no sirvieron para mucho – menos para superar la pobreza -, pues ahora la economía mexicana está en recesión, aunque esta expresión les suene feo a los muchachos de Videgaray, pese a que Castrense esté en un doloroso proceso de aceptación.
No puede aseverarse que las reformas estructurales tengan un efecto claro en el desempeño del producto nacional, aunque sí han contribuido a enfrentar choques externos y crisis globales, como la crisis financiera originada en Estados Unidos en 2009 No lo dice el escribidor. Lo asegura el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública de la Cámara de Diputados (CESOP), en un documento sobre Los Factores del crecimiento económico en México, realizado por el investigador Gabriel Fernández Espejel.
El cambio de modelo económico en México, que pretendidamente acabaría con el populismo de Luis Echeverría y José López Portillo, implicó la aprobación de reformas que llevaron a la apertura comercial y a las inversiones, así como a la búsqueda de equilibrios macroeconómicos. Sin embargo, los cambios que se impulsaron no han significado cambios tangibles para la población, por lo que el regreso a un proceso reformista sin avances reales podría toparse con la misma pared, y no encontrar el desarrollo económico y social pretendido, manteniendo la dependencia del crecimiento de la economía estadounidense.
La base del cambio de modelo macroeconómico, seguido por los gobiernos de México encuentra su fundamento en el llamado Consenso de Washington (1989), que a su vez tiene sus orígenes en el Plan Baker, posteriormente Plan Brady, planes de ajuste que reconocían e impulsaban la adopción de ciertas políticas económicas por parte del gobierno estadounidense entre las naciones latinoamericanas –sobre todo, Argentina, Brasil y México–, a fin de conservar el acceso al crédito a través del diferimiento y la renegociación de deuda.
El Consenso de Washington contempla diez políticas necesarias como una primera etapa de reformas, que todos los países deberían adoptar, a fin de impulsar su crecimiento económico. La prescripción es un acuerdo que establecieron los Estados Unidos y las instituciones del Sistema de Bretton Woods: el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), mismas que guiarían y condicionarían su aplicación.
Las políticas del Consenso de Washington se centraban en la estabilidad macroeconómica y en una integración a la economía internacional: Control del déficit de la cuenta pública; paso de los subsidios y gasto administrativo-burocrático a campos de mayor rendimiento económico; ampliación de la base recaudatoria y recorte de las tasas marginales impositivas; liberalización de las tasas de interés; tipo de cambio competitivo, administrado para inducir un crecimiento rápido en exportaciones no tradicionales; liberalización comercial y de la inversión extranjera directa (IED); privatización de las empresas estatales; desregulación, o eliminación de las reglas que impedían la entrada de nuevos competidores, y derechos de propiedad, sin altos costos.
La década de los 60 – recuerda Espejel – se caracterizó por un crecimiento sostenido (7.1%, promedio anual) con baja inflación y tipo de cambio fijo (12.50 pesos por dólar), que duró prácticamente hasta 1971. El desarrollo de la economía se centró en el mercado interno, en el financiamiento de la banca nacional, en el crecimiento de las ciudades, la protección al sector industrial y la disminución del comercio exterior, proceso que se acompañó con el abandono del sector agropecuario.
De esta forma, los déficit en la balanza de pagos y cuenta pública fueron la antesala de la nueva apuesta gubernamental: la implantación del populismo económico (1972), que agravó el panorama nacional al intensificar el gasto y el sobreendeudamiento, hasta que se produjo la crisis de la deuda de 1982, cuando empezó a dibujarse en el horizonte el Plan Brady de ajustes.
En la actualidad, la mayoría de las economías emergentes han optado por la estabilidad macroeconómica y la apertura comercial. México entre ellas. En cuanto a las reformas de segunda generación, en México existen avances institucionales en la lucha contra la corrupción, en transparencia, en competencia y mejora regulatoria. No obstante, los indicadores e índices dan cuenta de la falta de resultados tangibles para la sociedad.
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