• Propone la fracción panista Sistema Nacional Anticorrupción
• Es un cáncer, dice Anaya; pero, si es eso, no tiene curación
El Partido de Acción Nacional (PAN), a través de sus representantes en la Cámara de Diputados, inició ayer reformas constitucionales – ¿másssssssssss? – para combatir “frontal e integralmente” la corrupción, que es un “cáncer que corroe todo el país”.
¿Combatir qué? ¿Si lo que hay son buenos bisnes al abrigo de instituciones y empresas públicas y particulares, por aquello de que quien no transa no avanza?
Además, si la corrupción es un “cáncer”, un cáncer es una enfermedad terminal que ni dios padre cura. Y menos el PAN, que también tiene bellísimos ejemplos de cancerosos. Y menos nadie, ni el PRI, ni el PRD.
¿La ingenuidad hecha partido político? ¿O es otra manera de corromperse, por aquello de crear o ampliar la burocracia para poner en marcha mecanismos burocráticos para combatir ese cáncer que corroe todo, hasta las fibras más íntimas del Estado y la sociedad mexicanos?
Cuántas reformas le han propinado los patriotas constitucionalistas del poder legislativo a la Carta Magna, que hasta me voy a creer esa conseja jocosa que dice que los ministros de la suprema corte declararán que la propia Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos es inconstitucional, porque ha sido permanentemente e impunemente manoseada y el estado de cosas sigue igual o peor que antes.
Pero bueno, habrá que observar lo que pasará en la Cámara de Diputados, que en realidad pasa para que no pase como pasa por los tejados ese gato pardo de la política a la mexicana, porque también su Junta de Coordinación Política ya integró un grupo de trabajo para lo mismo, y los panistas pretenden ser los pioneros en un “combate” que no tiene ni presente ni futuro.
Sin afán de ofender a los empresarios “honestos” y “derechos”, cada corrupto en este país es un empresario más, como lo es cada ministro religioso.
Además, en lo tocante al manoseo de la Constitución, dígame alguien qué ha ocurrido con la “educación” de niños y jóvenes después de la reforma educativa; de qué mejoría gozan los trabajadores después de la reforma laboral; qué ventajas han sentido los consumidores después de las reformas hacendaria, fiscal, financiera, de las telecomunicaciones, porque es mucho pedir beneficios de la reforma energética en la que ni los más poderosos inversionistas petroleros de los Estados Unidos confían.
En cambio, la corrupción es como la filosofía de vida en este país. Lamentablemente hay que decirlo; hay que proclamarlo, porque este escribidor no cree que esa filosofía de vida deba ser eterna, aunque sea un cáncer, como la calificó el presidente acción nacionalista, Ricardo Anaya, al anunciar la iniciativa de reformas para crear – ¿otro elefante rosa? – un Sistema Nacional Anticorrupción con todo el aparato del Estado para que se castigue a los políticos corruptos.
Habría, mi querido Ricardo Anaya, que empezar en la familia, en donde ciudadanos inconscientes lo primero que le enseñan a sus críos es a transar y los chicos comienzan a ejercer con pequeñas acciones en la escuela primaria. Y ahí se van a la secundaria, a la preparatoria, a la universidad (si es que llegan) con la semilla cancerígena. No me lo crea, pero hasta para morir hay transas. Y ya sabemos que para ser político, en general, muy en general, se requiere hígado para la transa.
Y cuando los ciudadanos llegan a la mayoría de edad, pues ya es imposible curarlos porque árbol que nace torcido jamás su tronco endereza, como me decía la profesora Esperanza cuando cursé el tercer año de primaria.
Pero bueno. Aceptemos la buena voluntad de los cuadros dirigentes panistas, y también de los priístas, y también de los perredistas – ¿cómo está eso de que a las familias de los normalistas desaparecidos en Iguala les ofrecieron cien mil pesos para que no hicieran olas? -, para combatir frontal e integralmente a la corrupción. Pero si la corrupción no existe, es sólo una palabreja fea. Lo que hay es personas corruptas que corrompen todo lo que toca.
Que lo hagan los panistas, si es que los secundan los diputados de los otros partidos. A ver hasta dónde llegan. Ah, pero además, pretenden que las tales reformas constitucionales propuestas para crear el Sistema Nacional Anticorrupción sean aprobadas antes del 15 de diciembre (fecha en que concluye el tercer periodo de sesiones del Congreso) para que empiece el combate sobre el presupuesto de gasto del año venidero, que los diputados deben dejar aprobado el 15 de noviembre.
Qué locos. Inventar la terapia clínica anticorrupción en un mes y medio para atacar un cáncer que lleva por lo menos cinco centurias de corroer las entrañas de este conglomerado humano llamado México.
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