Primer round
Jorge A. Barrientos
En esta esquina con 47 mil pesos, Julio “Taquito”, candidato independiente; en esta otra, con millones de pesos, el aparato partidista mexicano.
Así, como dispareja pelea de box, comienza una lucha por la recuperación de una ciudad; de la capital del estado más joven del país; un grupo de ciudadanos quiere demostrar que no es necesario dejar pasar 80 años de errores, robos y vejaciones para que la ciudadanía recupere el control de su destino.
AQUÍ INICIA MÉXICO, reza, en Chetumal, Quintana Roo, el letrero de ese programa nacional que con letras grandes y coloridas da nombre a cada ciudad, pues aquí, puede iniciar el ejemplo de que lo que se ha dado por nombrar la sociedad civil, puede regirse por sí misma.
Chetumal, en la frontera sur de México, ha sido como muchos otros municipios en el país, víctima de nefastas administraciones que poco han ayudado al desarrollo del mismo; otrora ciudad famosa por su fayuca, fue perdiendo crecimiento, como lo ha sido casi todo en México, por la falta de proyectos para “cuando el destino nos alcance”, durante su auge en el comercio de importaciones, pocas fueron las administraciones que se preocuparon por generar alternativas para cuando decayera la fuerza motriz de la zona, y siendo parte del estado que desde hace 40 años se convirtió en la mayor oferta turística de México al mundo, la realidad es que la zona sur del estado ha sido abandonada.
Pocos saben que Chetumal es la capital del estado, administraciones van y administraciones vienen y Chetumal siempre queda como la ciudad de los trámites estatales.
Hoy, un grupo ciudadano, encabezado por Julio “Taquito” como independiente, ha decidido recuperar su ciudad y que se le dé la importancia que debe tener. A través de una candidatura ciudadana, Julio “Taquito” pretende lograr al apoyo de sus paisanos para llegar a una presidencia municipal sin compromisos más que el que se tiene con la ciudadanía. En un estado acostumbrado a las dádivas y compromisos políticos Julio “Taquito” pretende construir un movimiento totalmente ciudadano que rompa con la genética política estatal.
Sin embargo el aparato partidista a sabiendas del riesgo que se corre con el crecimiento de este tipo de candidaturas, desde el inicio ha intentado sabotear la misma, a través del intento de obtener el derecho a la única candidatura independiente, como lo marcan las reglas del juego, con otros candidatos que ya tuvieron puestos en el aparato burocrático, disfrazados ahora de movimientos independientes y a nivel federal con presupuestos raquíticos comparados con las bolsas millonarias que reciben los partidos políticos.
47 mil pesos recibirá para su campaña a presidente municipal, Julio “Taquito”, de poco servirían para una campaña tradicional, pero en el pecado pueden llevar la penitencia los encargados de administrar los dineros del pueblo para pagar campañas políticas, como ya lo hizo Pedro Kumamoto en Jalisco, al ganar una campaña para diputado local con bajo presupuesto, hoy Julio “Taquito”, puede demostrar que es posible alcanzar una presidencia municipal sin sumas millonarias, de ser así, quedaría demostrado que es hora de deshacerse de nuestro elefante blanco.
Se cuenta que en Tailandia, donde el elefante blanco era considerado un animal sagrado, si no te agradaba alguien, no tenías más que regalarle un elefante blanco, pues al considerarse sagrado, el dueño de dicho animal estaba obligado a darle alimentación especial y llenarlo de joyas para que luciera hermoso, una manutención que en ocasiones llevaba a la ruina a quien lo tuviera. Pues así en México, al pueblo le regalaron el elefante blanco que son los partidos políticos y el resultado ha sido visible; parece que es tiempo ya de irse desligando de tan nefasto regalo, que este 2018 recibirá el presupuesto para campañas más caro de la historia.
Es hora de demostrar a la clase política, nuestros virreyes, que el pueblo también puede gobernar, que para eso somos una democracia, cosa que cada día en México parece más una fantasía.
Que como en el juego de ajedrez, nunca hay que subestimar un peón.