Luis Alberto García / Moscú
*Conversación telefónica revela cómo perdió Perú por 6-0.
*Jorge Videla y Francisco Morales acordaron el resultado.
*“Ese juego en Rosario no fue normal”: Ezequiel Fernández.
*Henry Kissinger visitó a los peruanos en su vestidor.
*Las sospechas sobre irregularidades se multiplicaron.
Cuando solamente eran suficientes cuatro goles a su favor, Argentina venció (6-0) a Perú para poder llegar a la final y así conseguir su primera Copa del Mundo en 1978; pero hay pruebas más que evidentes sobre el irregular resultado de ese juego, entre otras un diálogo sugerido por el secretario de Estado de Estados Unidos, Henry Kissinger, entre los presidentes Jorge Rafael Videla y Francisco Morales Bermúdez.
“General, quiero felicitarlo sinceramente por el triunfo que logró la selección que representa a su país ante Escocia, en lo que considero un triunfo latinoamericano”, dijo Videla, ejecutor del cuartelazo del 24 de marzo de 1976 contra el gobierno de María Estela Martínez de Perón.
“Le agradezco la generosidad y las muestras de afecto que reciben mis compatriotas en su estadía en Argentina, y ahora estamos en deuda con ustedes”, respondió Morales Bermúdez; pero hay añadir que esa deuda la terminaría pagando el militar peruano con otra llamada telefónica.
En el telefonema también participó quien fue para el capitán de Perú, Héctor Chumpitaz, horas antes del partido contra Argentina, contó el periodista argentino Ricardo Gotta, quien añadió que, luego de hablar con Morales, “Chumpi” se reunió con todo el equipo.
“El presidente Morales Bermúdez me ha llamado y me pidió que los felicitara por el esfuerzo realizado hasta aquí, y me advirtió que comprendía que los puntos que hemos perdido en los últimos partidos son contingencias del juego. Sólo eso…”.
“¿Eso es todo?”, preguntó uno de los jugadores. “No. Me trasmitió que desea que tratemos de vencer a la Argentina, pero que sabe muy bien lo difícil que es la misión que nos pide. Que nos manda un abrazo fraterno, más allá del resultado que obtengamos. Me dijo eso dos veces”, asegura Gotta en su libro “Fuimos campeones”, publicado en 2008.
Otros hechos extraños de aquel partido fueron, primero, la visita de Videla, pero acompañado por Henry Kissinger hasta el vestidor peruano antes del juego, solamente para “saludar a los futbolistas”; y segundo, la petición del entrenador Marcos Calderón, para que Perú jugara con su segunda camiseta, la roja, y así “no pasar ninguna vergüenza”.
José Velázquez, mediocampista titular, negó que hubiera habido sobornos; pero sí admitió que aquel día fue anormal: “Recuerdo que antes del partido, Chumpitaz, Juan Carlos Oblitas, Teófilo Cubillas, Hugo Sotil y yo le pedimos a Calderón que no pusiera en la portería a Ramón Quiroga (de origen argentino naturalizado peruano) y él aceptó”.
Después de que llegaran el general Videla y Henry Kissinger al vestidor, vieron que el técnico ponía a Quiroga en la alineación del cuadro que iba a perder aquel juego, sorprendiéndolos, declaró Velázquez tiempo después.
Otro periodista que siguió el caso fue Ezequiel Fernández, quien en una nota publicada a fines de diciembre de 2007, escribió lo mismo: ese partido fue anormal: “Todavía tengo fresca la imagen de Juan Carlos Oblitas, integrante de la selección peruana, cuando le pregunté por ese partido en la tribuna de prensa del estadio Azteca”.
Fue el 31 de mayo de 1986, día de la inauguración de la Copa del Mundo de México, en el medio tiempo del juego entre Bulgaria e Italia. ‘Ese partido de 1978 entre Perú y Argentina no fue normal, en él hubo cosas raras’, concedió Oblitas”, a decir de Fernández.
Con el paso de los años, las dudas y sospechas sobre el Campeonato Mundial de futbol de 1978 no han hecho otra cosa que multiplicarse: arreglos secretos, sobornos, amenazas, intereses y acuerdos políticos también fueron revelados por Wikileaks, entre cuyos informes figuran conversaciones de la época que, encuadradas en la Operación Cóndor, dan a entender que hubo asuntos serios.
Wikileaks concuerda con Ricardo Gotta y señala: “El más grave es que, asesorados por Henry Kissinger, jefes de las dictaduras de Argentina y Perú mantuvieron contactos en los días previos al partido del 21 de junio de 1978 por la noche, decisivo para ambas selecciones”.
Ya se dijo que Argentina necesitaba ganar aquel partido por cuatro goles de diferencia; pero le fue mejor: lo hizo por seis, y Perú, que en cinco partidos había recibido media docena, aceptó otros seis en un solo encuentro, en un torneo que fue de Mario Alberto Kempes.
Convertido en héroe nacional -bañado por papelitos que caían sobre la cancha del estadio Monumental de River Plate en la final contra Holanda, en la Copa del Mundo del general Videla- para las barras bravas no había más patriota que Kempes, anotador de seis goles a lo largo del torneo.
Y también fue la Copa del Mundo de Ramón Quiroga, el portero argentino-peruano, quien recibió en su Rosario natal la goleada que le urgía a la selección de Menotti para superar a Brasil y meterse en la final y acabar (3-1) con los holandeses.
En 1978, la FIFA no había establecido aún los horarios en partidos decisivos, por lo que la organización de aquel torneo mundial se las arregló para que los anfitriones jugasen con otros resultados desde el primer día.
Nadie pudo evitar a Argentina cruzarse con los brasileños y, tras empatar su duelo, el pase a la final se definió la noche de aquel miércoles el 21 de junio con dos partidos decisivos jugados en horario distinto.
La selección brasileña de Claudio Coutinho venció a Polonia dos horas antes de que, en Rosario, comenzase el choque entre argentinos y peruanos, y como colofón a tan truculenta historia, en el estadio Lisandro de la Torre, el Gigante de Arroyito, en la “caldera del diablo”, con Videla y Morales encabezando el palco de autoridades, Argentina aplastó a la débil y entregada selección de Perú.
No obstante tener a jugadores de enorme valía como el extremo derecho Juan José Muñante, los incas ni se atrevieron a poner a prueba al portero Ubaldo Fillol y no quisieron comprometer en la cancha lo que, se supone, se había arreglado en una oficina, en el despacho de algún general, con la anuencia y presencia de Henry Kissinger.
Mario Kempes y Alberto Tarantini marcaron antes del descanso y a los 50 minutos, con otro gol del ya entonces apodado “Matador” y uno de Leopoldo Luque, Argentina ya había cumplido con “lo necesario”, porque el sospechoso festival aceptó otros dos tantos: de René Houseman y de Luque por segunda vez
“Once jugadores dirigidos correctamente por Menotti enloquecieron a millones, representados por una fanaticada desconocedora de cualquier posibilidad de pacto entre militares”, estableció la maestra Payró, atenta antes, durante y después al desarrollo de esa trama urdida por los militares con la luz verde de Kissinger.
Cuatro días después, en el estadio del barrio de Núñez, Argentina alcanzó la gloria mundialista al derrotar a Holanda con dos goles de Kempes en la prórroga y otro de Daniel Bertoni; pero con una actuación del árbitro Sergio Gonella que nunca le perdonarían los anaranjados.
Los holandeses acusaron al juez italiano de ser uno de los grandes responsables de esa derrota anunciada, porque los dueños de casa, con el general Videla y Henry Kissinger sonrientes, no podían ni debían perder.
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