Por Mouris Salloum George*
Desde Filomeno Mata 8
A punto de darse por concluido el periodo de los gobiernos posrevolucionarios en 1982, la crisis económica se explicó desde la Secretaría de Hacienda como un problema de caja en la Tesorería de la Federación.
Era tal la situación que, en diciembre del mismo año, después cruzarse la banda presidencial Miguel de la Madrid, cuatro secretarios de su gabinete dieron una conferencia de prensa para anunciar que la nueva administración asumiría una política de economía de guerra. El propio Presidente le puso santo y seña: Medidas dolorosas, pero necesarias.
Desde entonces, el código de comunicación de la tecnocracia le dio variantes a la semántica para, según sus supersticiones y expresiones crípticas, tranquilizar conciencias propias y evitar que cundiera el pánico colectivo.
Cada informante ve el paisaje según le vaya en la feria
Precisamente, en aquel periodo se creó el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi), según su denominación original. El objetivo era concentrar en una sola fuente la emisión de información referida al espectro económico en su conjunto y su comportamiento.
Órgano autónomo del Estado, el Inegi evitaría que, particularmente los integrantes del gabinete económico, usaran la información procesada en sus despachos para ponerle crema a sus tacos, en algunos casos con fines electoreros. Sólo el Banco de México quedó facultado para manejar indicadores e informar sobre la inflación.
Crisis económica que llegó para instalarse en México, quedaron a la libre interpretación conceptos como contracción, estancamiento o desaceleramiento, recesión y el más temible: Depresión. Las calificadoras extranjeras de costo país le dieron sus propias lecturas a la crisis, concentrando en un solo término el paisaje: Incertidumbre.
Para los especialistas en ciclos económicos según la vieja escuela, resultaba normal que, al arribo de cada nueva administración, aun emanada de un mismo partido, se dieran fenómenos de inquietud entre los inversionistas frente a los nuevos criterios de política económica y sus ejecutores. El primer año del sexenio resultaba clave para los agentes económicos.
¿Quién perdió y en dónde el hilo de Ariadna?
En estas horas, el Inegi alborotó la bitachera hablando de una recesión técnica. Los hermeneutas debaten sobre el significado, algunos lo cuestionan y otros ponen entre corchetes el término cautela de los inversores, mientras ven hacia dónde va el Presupuesto de Egresos y a qué ritmo, sobre todo en el tema de inversión productiva.
Lo que nosotros vemos -no siendo especialistas en economía y finanzas- es que los indefensos mexicanos no saben quién perdió el hilo de Ariadna desde la década de los ochenta. Todos los años, se renueva la ofrenda al Minotauro neoliberal.
Dicho en términos de José López Portillo, no podemos escapar al suplicio de Sísifo. Aquél condenado a subir todos los días la roca a la cima, sólo para verla rodar al instante hacia el abismo. Grave cuestión.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.