Joel Hernández Santiago
Hace apenas unos días, en una mesa de amigos, periodistas la mayoría, y ejecutivos de una empresa muy importante en el país, dialogábamos en tono cordial, pero preocupados en serio sobre el futuro del país a partir de los procesos electorales que por estos días vivimos. Toda una cadena de pesares, digamos.
Lo cierto es que en ese momento cordial no eran hombres de empresa, ni nosotros los ingeniosos y siempre preguntones periodistas “con recursos”, para la frase afilada; tampoco estaba puesta nuestra propia ideología en la mesa de disecciones. Éramos -y somos de tiempo completo- mexicanos preocupados por nuestro país, por la ruta en la que nos encontramos y el espacio histórico al que llegaremos… ¿cómo llegaremos?
No estuvo ausente de nuestra plática el tema de las elecciones de 2017 de por sí contaminadas y llenas de “abrojos”, que dijera el trovador. Como tampoco el tema de la violencia que se vive en el país, la mortandad por aquí o por allá, la incapacidad de gobierno para dar soluciones, para contenerla, para abatir la impunidad y la corrupción, como si esto fuera el jugo en el que viven, crecen se reproducen ahí.
Pero el tema central seguía siendo México. ¿Qué pasa aquí? ¿Cómo es que llegamos a este punto? ¿Cuál fue el error y la ruta que parece ser la equivocada? La mesa que contenía el gusto por el encuentro de amigos fue del tono respetuoso y no falto de ideas contrarias. Y como ocurre cuando hay buena voluntad de escuchar y ser escuchado, hubo contraposiciones y hasta contradicciones… ¿por qué no? pero el resultado fue uno solo: “Por México”.
Aunque hubo espacio para la propuesta optimista y para el optimismo en nuestra fortaleza, en nuestra aportación individual y colectiva y porque “como nunca antes, hay gobernadores que están en la cárcel, otros son investigados o señalados, esto antes no se veía”… Cierto: antes no se veía y ojalá no tuviera que verse. El optimismo está en la juventud que sabe que tiene tiempo para todo, no es que los de más edad seamos pesimistas de largo alcance, pero sí nuestra fotografía de vida nos enseña nuevos detalles que descubrimos cada día y desconfiamos…
Eso: desconfiamos de las instituciones electorales que miran hacia otro lado cuando se trata de revisar los procesos comiciales en los que los candidatos –por ejemplo en estos días—han roto toda regla política para enlodar y lanzar inmundicias a diestra y siniestra sin que nadie diga nada para “fortalecer nuestra democracia” según tarea del INE.
Desconfianza en el INE que promete, pero no garantiza. Desconfianza en los tribunales que actúan en base a la parte de partido político que les corresponde; desconfianza en el gobierno federal que ha intervenido de forma descarada en lo electoral, sobre todo para el Estado de México.
Desconfianza en los políticos que van a la lisa más con ambición de enriquecimiento y poder que en sentido de Estado.
Desconfianza en un sistema político estructurado en base a partidos políticos añejos y sin espíritu democrático aunque cantan lo democrático a diestra y siniestra: ni diestra ni siniestra ellos mismos que han perdido la ideología, la doctrina, en tanto que su proyecto de país es, en todos los casos, el mismo y en los mismos términos… No existe. ¿Votar para qué?…
En fin. Si hubo optimismo, el que surge de la juventud y que confía en los hombres y mujeres de México. Y si, sólo así, sin partidos políticos en medio, será la sociedad misma la que encontrará soluciones a su propia vida y a su futuro ¿cómo? Pues eso: la organización social en tono democrático…
¿Qué no tenemos vocación democrática en México por los abusos y la larga espera? Sí. Pero puede comenzar un día: y serán los jóvenes quienes nos enseñen cómo se hace democracia y como se hace a un país democrático… Sí. Ojalá. Eso es lo que debe ser.
Mientras tanto el panorama es desolador. Es intransigente y sin pies ni cabeza. ¿Cómo empezó este desbarajuste? Un día un grupo político se adueñó de la Revolución Mexicana y en nombre de ella hizo su propia revolución, en la que los mexicanos de a pie quedamos excluidos y tan sólo, a la manera del Virrey de Croix en 1776 desde el palacio virreinal de la Nueva España: “… nacimos para obedecer y callar y no para meternos en altos asuntos de gobierno”…
Pero sea: busquemos formas de solución; busquemos la participación democrática; aprendamos democracia y a saber que en democracia se tienen derechos, pero también obligaciones: la de exigir, una de ellas. Se transformará al país el día que su gobierno respete a los gobernados y entienda que la soberanía radica en cada uno, y no sólo en ellos.
Ya. La comida-mesa-reunión de amigos y colegas terminó. La frase terrible: “Me quedo preocupado”. Si todos estamos preocupados, pero hoy con el optimismo de que con pláticas como estas una a una miles de ellas, en todo el país, en todos los rincones de nuestro territorio y mar y desiertos y sierras y montañas, pláticas de mexicanos, entre ellos, poco a poco se encontrará la solución y la acción.
“Cuando dos quieren a una y los dos están presentes; el uno cierra los ojos y el otro aprieta los dientes, el uno cierra los ojos y el otro aprieta los dientes: Coni coni, cóconito. Coni coni, cóconitoooo…”… se escuchaba por ahí… A gusto.