José Luis Parra
La 4T quiere ganarle la carrera al desabasto de medicamentos… con camionetas de arrendamiento. En plena era del nearshoring, de la inteligencia artificial y del comercio intercontinental en tiempo real, el gobierno federal recurre a la solución más sencilla y más vieja del mundo: poner a rodar camiones.
Eso sí, no serán del gobierno. No, señor. Los rentarán. Porque en este país que presume autosuficiencia energética, soberanía sanitaria y producción nacional de medicamentos, no hay flota pública ni para repartir aspirinas.
IMSS-Bienestar se apunta la jugada, con la venia de Claudia Sheinbaum, quien se sube al tráiler del plan “Rutas de la Salud” con la misma pasión con la que uno sube a un camión lleno, en hora pico, y con el aire acondicionado descompuesto. Pero no hay de qué preocuparse: ella afirma que todo esto viene de una idea original de Rocío Nahle en Veracruz. Qué alivio. Si funcionó en Veracruz, seguro será un éxito nacional. ¿O no?
El subsecretario Eduardo Clark, con voz de vendedor de flotillas, explicó que arrendarán 134 camiones. Una ganga, dice él, porque el modelo es “más barato que contratar a los privados”. O sea: los privados eran el diablo cuando gobernaban los neoliberales, pero hoy los contratos de arrendamiento están más purificados que agua bendita.
La apuesta suena más a coartada que a solución. El mismo gobierno que desmanteló el sistema de distribución durante el sexenio de López Obrador ahora intenta improvisar una logística desde cero. Bueno, ni desde cero: hace tres semanas el IMSS-Bienestar tuvo que declarar desierta una licitación para rentar más de 100 vehículos. Pero eso no importa, porque ahora sí, ahora sí va en serio. Claro que sí.
¿Y quién manejará las unidades? ¿Quién coordinará la logística? ¿Quién pagará el combustible, los peajes, los viáticos? Spoiler: no es el arrendador. Todo lo pondrán los gobiernos estatales. Un sistema repartido entre 23 estados, todos con capacidades distintas y niveles de corrupción tan disparejos como sus carreteras. ¿Qué puede salir mal?
Mientras tanto, la población seguirá preguntando por qué el medicamento de su hijo con cáncer no llega. Y alguien les responderá que ya viene en camino. Que ya casi. Que ya salió el camión de 3.5 toneladas que arrendaron por 120 millones al año. Solo que se quedó sin diésel. O en un retén. O en una isla donde todavía no llega la lancha prometida por la presidenta.
Sí, porque también habrá lanchas. No es broma. Lo dijo Sheinbaum: “Camiones, camionetas, camionetitas… y lanchas”. Así, con todo y diminutivos. Una logística tropicalizada, como salida de un sketch de Capulina.
No es que el gobierno no quiera solucionar el desabasto. Es que ya no puede culpar a nadie más. Lo desmantelaron todo y ahora intentan reconstruirlo con curitas, paracetamol genérico… y camionetitas.
Y pensar que todo esto empezó con la promesa de acabar con la corrupción en la compra de medicamentos. Hoy tenemos la corrupción intacta, el sistema hecho trizas y una flota de arrendamiento con gasolina pagada por los estados. Pero eso sí, con la bendición de Rocío Nahle.
Bendita sea la logística de la esperanza.