Magno Garcimarrero
Desde mediados de abril del año, en que arreció la campaña política en la que estuve envuelto, hace casi ya cinco años, me vi obligado a comprar un segundo teléfono celular para distinguir, antes de contestar, si me hablaban del Partido o de la oficina de campaña, o de mi casa a donde no hacía yo pie; de ese modo creí ganar la opción de evadir algunas llamadas indeseables; pero se acabó la campaña y se acabaron las llamadas indeseables, así que en el remanso de tranquilidad que se inició una semana después de las votaciones, me eché un teléfono en el bolsillo derecho del pantalón y el otro en el izquierdo. Desde entonces, cuando me suena alguno de ellos, casi adivino quién me llama, antes de echar mano a un lado u otro.
Pero, como ambos aparatos tienen además de la tradicional telefonía, otros chunches como WhatsApp, Facebook, Twitter y Messenger, ocurre que la mayor parte de las veces me vibran al mismo tiempo y tengo que optar al azar por alguno de ellos. Pero…
Aquí vienen los bemoles: Me entero ahora por vía de internet, que se han hecho experimentos poniendo un par de huevos crudos en medio de dos teléfonos y, accionándolos a la vez, resulta que entre uno y otro se establece una corriente de microondas que después de un brevísimo tiempo cuecen perfectamente los huevos que está en medio… ¡Y yo que creía que estaba recobrando la consistencia de la juventud!
M. G.