Día Hábil
Andrés Manuel López Obrador no quiso abrir la puerta de Palacio Nacional a Xóchitl Gálvez Ruiz y la oposición encontró una candidata presidencial extraordinaria, cuando no tenía.
Ayer no quiso abrir la puerta a los normalistas de Ayotzinapa y eso podría significar, además de la puntilla para su fallido gobierno, el desplome definitivo de su candidata presidencial, Claudia Sheinbaum Pardo, de por sí en declive.
Ayotzinapa acabó con el sexenio de Enrique Peña Nieto y con el de Andrés Manuel López Obrador.
Fue el punto de quiebre.
Y, en ambos casos, por culpa de ellos.
De nadie más.
En el primero, ignorar los hechos más de una semana, dejarlo en el ámbito estatal y, luego, llevarlo al federal al atraerlo mediante la Procuraduría General de la República (PGR), fue lo peor que pudo hacer.
Un antes y un después.
Cuando el Partido Revolucionario Institucional (PRI) volvió a la Presidencia doce años después de gobiernos del Partido Acción Nacional (PAN), el impacto fue brutal.
Permeaba la idea de que sería un regreso al autoritarismo, al control de los medios, a la censura, a la presión y así sucedió… al principio.
Su slogan fue “el PRI sabe cómo hacerlo”.
La incertidumbre era tan grande que en periódicos, radio y televisión había una especie de parálisis porque se desconocía cómo reaccionarían en Los Pinos y en Insurgentes norte.
Lo único real es que a partir de Ayotzinapa, septiembre 26 de 2014, Peña Nieto y su gobierno dejaron de ser intocables.
Ahí se acabó su sexenio.
El resto es historia.
EL USO POLÍTICO DE LÓPEZ OBRADOR
Andrés Manuel no se cansó jamás de utilizar el levantón y matanza de estudiantes normalistas cuando era candidato.
Prometió, como sucedió en el caso de los mineros de Pasta de Conchos, encontrar a los jóvenes, hallar la verdad y a los culpables de su desaparición.
Pero no sucedió ni sucederá nada.
Es un hablador por naturaleza. Promete y no cumple. A los padres de los normalistas los utilizó políticamente, porque el caso era muy rentable, le daría votos.
Luego, en el poder, se olvidó de ellos y ayer una puerta de Palacio Nacional rota pagó el costo.
Lo importante no es sólo la puerta que abrieron empujando en reversa una camioneta de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), sino los simbolismos, el mensaje, lo que significa.
Ese portón abierto y roto es como el sexenio de López Obrador: está descompuesto, podrido.
Y, PARA NO VARIAR, CULPA AL PASADO
El señor que vive en un palacio pero pregona austeridá republicana ¿qué cree?
Adivinó.
Mientras afuera rompían la puerta para verlo, él en su trono, en su mundo, daba su conferencia temprano.
Culpa al pasado, dice que los padres de los normalistas son manipulados por quienes quieren hacer daño a su gobierno y hasta señala al extranjero.
Es un sinvergüenza.
Y sus leales, a los que ha comprado con 800 mil millones de pesos anuales en pensiones y ayudas, dicen creerle.
LA VERDAD DE ENCINAS
Alejandro Encinas Rodríguez, hoy en la campaña de Claudia Sheinbaum, candidata de Morena a la Presidencia, fue comisionado por López Obrador para indagar, sea cual fuere el resultado, la desaparición.
Los resultados no gustaron al que cobra como presidente y ordenó cerrar el caso: el Ejército, al que empoderó como ningún otro presidente en la historia, participó, fue cómplice y encubrió a los delincuentes que atacaron a los normalistas.
Por ahí se procesó a algunos militares que, luego, quedaron libres.
Enviarlo al baúl, mientras los padres de los 43 normalistas le exigían no hacerlo.
Es más, le pedían los documentos.
Tampoco quiso entregarlos.
Vámonos: A tal grado ha dolido el hashtag #NarcopresidenteAMLO, que en Morena dejaron fuera de las encuestas y de cualquier lista a la presidenta municipal de Chilpancingo, Norma Otilia Hernández Martínez, por reunirse con el narco, con el líder de Los Ardillos.
Y ella que se sentía intocable.
alberto.montoya@diahabil.com.mx @albermontmex