Hemos perdido el valor de las palabras, su significado ya no significa. En el fondo de nuestras generalizadas crisis está la incomprensión de lo que decimos, hacemos y escuchamos. Vivimos una Babel sin saberlo.
López Obrador se cansó de decir que iba a barrer la corrupción, como se barren las escaleras, de arriba a abajo.
Barrer tiene varías acepciones: limpiar la suciedad arrastrándola con un objeto, como puede ser una escoba; eliminar por completo a algo o a alguien de un lugar, y acabar con algo o alguien: destruirlo.
Todos quisimos entender por el barrer de López limpiar la corrupción, aunque hoy sabemos es que debimos entender que iba a limpiar el espacio, a eliminar de él a quienes lo ocupaban y a acabar con ellos; todo para hacerse del lugar y de las actividades que allí realizaban los corridos y acabados.
En su tierra, su hermano, López Hernández, instauró el cártel de “La Barredora”, ¡parajodas de la vida!
Y La Barredora barrió con el territorio, el negocio y con la policía misma; limpió de ellos tres todo obstáculo, cosa o persona que estorbara en su camino.
Lo mismo hicieron con el huachicol a nivel nacional, lo limpiaron de picadores de ductos para hacerse del negocio, industrializarlo e internacionalizarlo.
Dijeron que iban a barrer la administración pública, los órganos autónomos, los fideicomisos, las Fuerzas Armadas, las policías, los gobiernos estatales, el Poder Judicial, los medios, la vida toda nacional. Y barrieron, pero en el sentido del jugador de póker, de quien, al alzarse de la mesa con todas las ganancias o quebrar a la banca, se dice: “barrió con todo”.
Por algo López no conjugó los verbos limpiar, sanear o combatir; siempre habló de barrer en el sentido de despejar y despojar.
Barrieron con México.