Héctor Calderón Hallal
Causó revuelo periodísitico y político la confirmación de que la senadora Beatriz Paredes Rangel, aceptara públicamente a través de una entrevista para medio impreso, su legítima aspiración de ser candidata en la próxima contienda presidencial.
El mayor revuelo lo causó tanto en los militantes y dirigentes del PRI como en los demás partidos que integran la actual Alianza Opositora a Morena y a la 4T; pero lo más interesante es que también levantó ámpula la declaración de la senadora Paredes en los círculos íntimos del Gobierno Federal, como se infiere en la expresión del director y productor cinematográfico Epigmenio Ibarra, quien se ocupó del tema, lo cual significa que no pasó desaparcibida para ellos el que Beatriz Paredes haya levantado la mano en pos de la candidatura presidencial.
La verdad es que Beatriz Paredes es uno de los mejores cuadros que tiene la política mexicana; así como la política latinoamericana y del caribe, donde ella goza de un gran prestigio intelectual y político, por su trayectoria, su visión, su talento y su brillantez, independientemente de los partidos políticos y de las diferentes ideologías; ella tiene un lugar de primerísima importancia y por ello su declaración sí va a afectar el orden de los factores que estaban vigentes hasta la semana pasada, ya que Paredes Rangel luce en un nivel muy superior, al de quienes se habían mencionado para el mismo cargo.
Y no obstante, que tres semanas antes, el también senador Miguel Ángel Osorio Chong habría hecho ese anuncio, solo que adjuntando al nombre de Beatriz el de la también senadora Claudia Ruiz Massieu, hija del desaparecido exgobernador de Guerrero José Francisco Ruiz Massieu y sobrina del expresidente Carlos Salinas de Gortari; el efecto noticioso, fue más que parco… pasó desapercibido.
Hecho que confirma la importancia de dos aspectos fundamentales de la comunicación política: el llamado timing y la fuerza del mensajero (en la teoría del canadiense Marshall Mc Luhan).
Cuando lo dijo el exgobernador de Hidalgo, el anuncio no tuvo la fuerza suficiente, lo que implicaría que los tiempos de Osorio Chong, no han sido precisamente los mejores en estos días.
Pero cuando Beatriz lo expresó cámaras y audiograbadoras de por medio, a la prestigiada Martha Anaya de Heraldo de México y lo dijo a título estrictamente personal, sin incluir el nombre de su compañera senadora, estuvimos ya frente a una declaración relevante, digna de primera plana, para decirlo en el lenguaje del periodismo clásico.
¿Y cómo no habría de serlo, si se está ante la real posibilidad de que una mujer en México por primera vez arribe a la Presidencia de la República?… así con todas sus letras.
Ahora, junto a Beatriz Paredes, en esa Alianza están también los nombres de Alejandro Moreno Cárdenas, Enrique De la Madrid Cordero, Alejandro Murat, el propio Miguel Ángel Osorio Chong y Claudia Ruíz Massieu por el lado del PRI; y por el lado del PAN, figuran el diputado Santiago Creel Miranda, la senadora Lilly Téllez, la diputada Margarita Zavala y Ricardo Anaya, quien anda en el extranjero “a salto de mata”.
La declaración contundente de Beatriz Paredes, es en el sentido de que ella aspira a ser candidata de la Alaianza Opositora, pero buscando que Movimiento Ciudadano (MC) se integre a la misma y, de ser así, habría que agregar a Dante Delgado, Luis Donaldo Colosio Riojas, Samuel García y a Enrique Alfaro; más la pepena que haga MC cuando Morena defina quien será su candidato o candidata a Presidente de la República, pues Dante Delgado podría convencer a Ricardo Monreal y a Marcelo Ebrard de que se integren a su partido para luchar por la candidatura.
Así entonces, si de igual forma llegó a sonar como una utopía en 2015 o 2016, la posibilidad de que el PRI y aquella “dorada burocracia privilegiada” soltaran el poder o se equivocaran de tal forma, que le permitieran por fin, después de casi dos décadas en campaña, el arribo al poder de López Obrador y su gente… también lo pudiera parecer que un candidato o candidata de la Alianza Opositora en el 2024 recupere la Presidencia de la República a manos de Morena.
Fue en aquel 2017 precisamente, cuando absurda e increíblemente… vino el famoso “gasolinazo” como “cordial regalo” de Peña Nieto a las clases medias, habiendo mandado previamente a ejecutarlo, al funcionario por quien se inclinaría para ser nominado candidato presidencial por el PRI.
“Genial jugada”… calculada para perder, ni más ni menos.
A lo que habría que agregar, cierta reserva de ese “beneficio de la duda” que la población -no solo el voto duro de López Obrador y ese sector de la izquierda que lo vino siguiendo desde el PRD– de todos los estratos sociales empezó a “desempolvar” y a prodigarle al tabasqueño, gracias a la muy justificada molestia causada por la revelación de actos de alta corrupción, frivolidades y traición al Estado mexicano, del gobierno de Enrique Peña Nieto, en sus últimos 24 meses.
López Obrador prometió un “cambio de paradigmas” en todos los actos de su eventual gobierno… y la gente se emocionó y hasta lo creyó.
¿Por qué no darle la oportunidad -decía la gente- si ha sido fiel e invariable en su propuesta desde que empezó?
Pero ese cambio de paradigmas ha quedado francamente en un adorno del discurso… en el ingrediente de “buenas intenciones” de todo mensaje político, hecho en una campaña.
El cambio de paradigmas se ha reducido a simples construcciones lingüísticas enganchadoras, a aforismos y dichos populares que por mucho, no se han cumplido.
“Barrer las escaleras de arriba para abajo”, frase de la que ha abusado el mandatario, que se ha vuelto un estribillo molesto no solo por su incumplimiento sino porque refleja una carencia de recursos retóricos y hasta cierta incapacidad mental, ha sido el más estruendoso fracaso como promesa pública de campaña.
No ha habido, a excepción de dos políticos claramente identificados como adversarios ideológico-electorales y por delitos o faltas mucho menores, castigo contundente a la corrupción de altas figuras de la política como lo prometió. Por el contrario, se infiere ya todo un plan de impunidad para ellos. ¿Acaso por arreglos “en lo oscurito”?… ¿Por acuerdos “inter-regno”(de una administración a otra, para cubrirse las espaldas)?…
Porque el caso “Lozoya Austin” merece mención aparte; el propio Gobierno Federal ha tenido que sancionar al vástago de Emilio Lozoya Thalmann “muy a fuerzas”, como para no querer “violar acuerdos políticos”; varios meses después de “curada su anemia” en un lujoso restaurante chino y porque fue balconeado por una excelnte y puntual periodista, el Gobierno le tuvo que transmutar la prisión preventiva domiciliaria… por la carcelaria.
Los otros dos son los casos de Rosario Robles Berlanga, con quien se ha cometido el peor de los delitos de un gobierno, como lo es la prevaricación, al mantenerla injustamente privada de su libertad gracias a una medida cautelar que no debió durar más de seis meses… y el caso del exsenador panista Jorge Luis Lavalle, a quien se acusa de recibir sobornos presidenciales para aprobar la reforma energética de Peña Nieto.
Como se ve, no se ha combatido ni la corrupción, ni la impunidad como es debido.
Y otro gran tema donde se prometió al inicio de este gobierno, un “cambio de paradigmas”, fue en el combate al delito y a la inseguridad pública.
Con la integración de un cuerpo élite de “Guardia Nacional”, que combatiera bajo nuevos esquemas, más el ofrecimiento de satisfactores para que la población evite la comisión delictiva, como el fortalecimiento de la economía popular, la seguridad social, la cultura y la educación, etcétera.
Es decir, además de que se ofrecerían estos satisfactores simultánea y transversalmente a la población, se dijo que habría una nueva política operativa policial en el cuerpo de seguridad llamado Guardia Nacional.
Una nueva política que a muchos nos inspiró a pensar -partiendo de la premisa de los “Abrazos, no balazos”– en una política criminal desprendida del Arte de la Guerra de Sun Tzu, donde se pueden ganar batallas sin combatir… vamos, en una forma de oponerse diametralmente al indo-europeo juego del ajedrez, sustento de la Teoría del Combate en el mundo occidental desde la antigüedad, donde se extermina pieza por pieza al enemigo y se usa para tal efecto un despliegue a lo largo y ancho del territorio disponible (tablero), sin límites; pensar en su antítesis, sería remitirse al juego chino del “Go”, de inspiración “Confucionista”, donde se somete al enemigo simplemente al cercarlo, en un mínimo territorio… eso sí hubiera sido un auténtico “cambio de paradigmas” en materia de política operativa policial o anticrimen.
Contener, cercar, focalizar y evitar que cundiera el crimen organizado y la violencia… ese sí hubiera sido un cambio de paradigmas en las formas de actuar de las policías y las fuerzas armadas… y no como sucede hasta el día de hoy, donde todo el territorio nacional sin excepción, tiene presencia de la inseguridad pública y el malandrinaje.
El famélico cuerpo que se integró como la famosa “Guardia Nacional“, con elementos provenientes en su mayoría de Sedena y Semar -que no eran de élite precisamente, sino personal raso- es hora que no se termina de integrar y llegar a los 150 mil elementos, como se había prometido.
Es más se dijo -y hasta se legisló- para darle una naturaleza de “civil” a esa Guardia Nacional famosa… y luego reculó el Gobierno de la 4 T y reformó “lo ya legislado” para decretarlo de nuevo, como de naturaleza castrense.
Así que nuevos paradigmas como tales… no hubo en este gobierno de la 4 T, tampoco en la lucha contra el crimen y la inseguridad pública.
Con Beatriz Paredes… ¿por qué no?
Con una mujer al frente del Gobierno, pero sobre todo, con una mujer que tiene los pantalones “bien puestos” y que ha demostrado sobradamente en todas las posiciones en las que ha estado, que innova, que intenta siempre obtener los resultados óptimos, que deja huella a su paso por los espacios de la administración pública que ha encabezado… es más que factible pensar en que sí puede haber un cambio de paradigmas en la forma de administrar el país y sobre todo de interactuar con la población civil, de parte del Gobierno.
A esta administración, que se dijo de izquierda… que se dijo socialmente sensible, le faltó “humanizar la política”, buscar el acuerdo con los diferentes, privilegiar la pluralidad.
Fue soberbio en su trato con los divergentes, con los críticos, con los opositores.
Se propuso exterminarlos desde el primer momento, no buscó consensos.
Los padres de “Niños con Cáncer”; las “Madres que perdieron el beneficio de las Guarderías sociales”; las “Madres buscadoras con hijos desaparecidos“; las decenas de miles de burócratas de bajo y mediano nivel en la nómina, con años de antigüedad, despedidos sin causas legalmente justificadas para dar lugar a operadores electorales de su campaña… son tan sólo algunos de los muchos casos de soberbia política, de falta de sensibilidad que de ninguna manera forman parte de “nuevos paradigmas” en el trato con la ciudadanía.
Sin embargo una mujer, género al que no se le ha dado la oportunidad al frente de la Presidencia de la República, bien podría intentar un cambio de paradigmas:
Las mujeres son ejemplo de sabiduría y virtud.
De resiliencia y fraternidad.
Poseen además, esas dos grandes virtudes que a los varones les cuesta conservar una vez empoderados, como son la inteligencia emocional y el amor propio.
El suscrito se congratula de que por lo menos una mujer, tan valiosa como Beatriz Paredes Rangel, alce la mano y se diga dispuesta a encabezar un propósito de tan notable envergadura, como lo es la candidatura a la Presidencia de la República en tiempos en que, a la política hay que inyectarle dinamismo, creatividad, valor, talento y sobre todo… humanismo y empatía.
Su historial
Beatriz Paredes Rangel (Tlaxcala, Tlaxcala; 18 de agosto de 1953). Es licenciada en Sociología, por la UNAM; y estudió un posgrado en literatura hispanoamericana, por la Universidad de Barcelona.
Actualmente es senadora por la LXIV Legislatura. Fue gobernadora del Estado de Tlaxcala de 1987 a 1992; secretaria general de la Conferedación Nacional Campesina y presidenta del Partido Revolucionario Institucional. Fue embajadora de México en Brasil.
Fue diputada local y coordinadora del Congreso del Estado de Tlaxcala de 1975 a 1978. En el poder legislativo federal de México fue diputada federal en la LI, LIII y LVIII Legislaturas, senadora en la LVII Legislatura. Ha presidido también el Congreso de la Unión, la Cámara de Diputados y el Senado de la República de México.
Fue subsecretaria en la Secretaría de Gobernación en tres ocasiones. También fue subsecretaria de la Reforma Agraria.
Fue embajadora de México en Cuba. También ocupó el mismo cargo representativo de México ante el gobierno de Brasil. Fue presidenta del Parlamento Latinoamericano (PARLATINO), instancia donde concurren legisladores de los congresos de todos los países de habla hispana de América Latina y el Caribe. Es miembro del International Dialogue y del International Women’s Forum.
Autor: Héctor Calderón Hallal
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