Joel Hernández Santiago
La noche del 1 de julio de 2018, una vez que se conocía el triunfo inobjetable de “Juntos haremos historia” y, por lo mismo, de Andrés Manuel López Obrador para presidente de México, éste exclamó una serie de agradecimientos a quienes contribuyeron para este triunfo.
Se refirió a los militantes de Morena, al pueblo bueno, a la multitud que lo siguió durante la campaña, a la gente de los pueblos y ciudades que le apoyaron en sus recorridos por todo el país y a las “benditas redes sociales”.
Las redes sociales se han convertido en un factor de influencia política y social muy importante. Así en todo el mundo, y todo el mundo de la política las usa para enviar mensajes y para pulsar el estado de ánimo social. El presidente de EUA, Donald J. Trump, es el ejemplo más evidente. A diario, en todo momento, bajo cualquier circunstancia envía mensajes de tweet, ya para defenderse o, sobre todo, para descalificar a sus adversarios políticos o sociales. Sabe que lo leerán millones.
En Europa asimismo. Jefes de estado, funcionarios de alto nivel, legisladores, líderes políticos o de la empresa utilizan las redes sociales para enviar sus mensajes y para recibir reacciones. Las convocatorias de “los chalecos amarillos” en Francia, se hicieron en gran medida a través de las redes sociales y provocaron el enfrentamiento con el presidente Emmanuel Macron. Y así.
En México hay una población de 129 millones de habitantes. De estos, alrededor de 63 millones están conectados a internet y son usuarios de perfiles en alguna red social, afirma Leobardo Hernández Audelo, quien es especialista en Ciencias Computacionales y coordinador del Laboratorio de Seguridad Informática en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Esto hace que nuestro país esté colocado en los primeros lugares a nivel mundial en el uso de estas redes. “Esto –dice Hernández Audelo- no ha logrado el desarrollo educativo de las personas, parece que sucede lo contrario, debido a que el uso del internet en México está supeditado a tres tipos: comunicación (chat, redes sociales, e-mail) contenidos en YouTube y pornografía”.
De tal forma, México ocupa el cuarto lugar en el mundo, después de Filipinas, Brasil y Argentina, con usuarios que más tiempo gastan en uso de redes sociales: “En promedio cuatro horas y el nivel de aprovechamiento cultural y de conocimiento en México es bajo, mientras que los países que son más desarrollados, como Japón, las utilizan una hora promedio”.
Con mucha frecuencia las redes sociales son un riesgo para millones de usuarios que interrelacionan con ligas de usuarios que sustraen información privada o trucan imágenes con fines criminales.
Pero también las redes sociales en México son utilizadas para la expresión política. Ya para debatir, informar, formar opinión o contradecir y hasta denostar o descalificar: de todo hay ahí.
Es así que durante la campaña de AMLO para la presidencia del país, las redes sociales fueron un factor de alto impacto. Eran las que exponían las virtudes y posibilidades del candidato de “Juntos haremos historia”. Y está bien. Era necesaria la participación abierta de una ciudadanía que estaba hasta el copete del mal gobierno de Enrique Peña Nieto y del pésimo recuerdo de los doce años panistas de presidencia inaudita.
Así que se volcaron. Y de ahí lo de “benditas redes sociales”. Pero asimismo esas redes sociales han sido fuente de críticas al gobierno entrante, sobre todo en lo que se refiere a medidas de orden social, como ocurrió –por ejemplo- con la disminución presupuestal a la “Estancias Infantiles para hijos de madres trabajadoras” que fue seriamente criticada, o el tema del nombramiento y ajuste constitucional de Paco Ignacio Taibo II, como director general del Fondo de Cultura Económica…
Pero dada la experiencia del impacto que tienen estas redes en la composición electoral a futuro y del contenido social que sólo se expresa a través de éstas, han surgido grupos de defensa de los hechos de gobierno y de confrontación con quien no está de acuerdo con éstos. Comandos cibernéticos.
De pronto, a alguna opinión que se considere adversa al gobierno y al presidente López Obrador o aun con propuestas que aportan para el mejor gobierno, esos seres anónimos, casi siempre sin pasado y sin rostro expuesto, responden de forma multiplicada, brutal y agresiva.
Cierto. También los hay, millones, convencidos de que lo que hace el gobierno está bien y lo expresan, pero no son los mismos que integran esas anónimas baterías de defensores oficiales. Que lo mismo agravian como descalifican o califican.
… Son los mismos que a pie de artículos publicados en medios impresos puestos en digitales o periódicos digitales, responden con insultos: la mayoría de ellos con seudónimos absurdos y sin imagen del personaje.
Así que se genera una agresión nada democrática y sí, presuntamente codificada, parcializada y grosera. Baterías ya humanas o digitales que están ahí para confrontar, responder, insultar y desacreditar. Lo que hace que parte de esas benditas redes sociales dejen de serlo para ser una arena de dichos y reacciones, todo para callar a quien ve las cosas desde perspectiva distinta.
En todo caso está bien. Quienes utilizan estas redes sociales para exponer argumentos saben que se le está leyendo aunque el comando de ataque esté en pie de lucha para dar respuestas absurdas. Ojalá estas respuestas no se sustentaran en un compromiso laboral y de parte y sí se genere de forma natural un sano diálogo democrático con intercambio de ideas sustentadas y con argumentos…
… Eso sí generará un mejor beneficio político y social, para todos en democracia, a partir de esa Transparencia que tanto enaltece el gobierno de México.
jhsantiago@prodigy.net.mx