RODOLFO VILLARREAL RÍOS
A través de la ventana observamos a la naturaleza mostrarnos como el calentamiento global está que arde. El termómetro marca los cero grados centígrados (ni frío, ni calor) y el suelo luce cubierto de blanco. Mientras eso sucede, recordamos que la semana anterior le quedamos a deber, lector amable, el relato de cómo se reportó el fin de los días, en abril de 1919, del tercer integrante de aquella tercia, emanante de un olor nauseabundo derivado de sus acciones y nombres, la cual conformaban el católico devoto, Victoriano Huerta; el consentido de los jesuitas, Aureliano Urrutia; y el traidor, otro Aureliano, este de apellido Blanquet. Al respecto, debemos de apuntar que el tópico lo abordamos, el 7 de mayo de 2021, desde la perspectiva de la prensa estadounidense bajo el título “Cuando el verdugo del presidente Madero González buscó derrocar al presidente Carranza Garza”. En esta ocasión, nos ocuparemos de revisar las notas que aparecieron en publicaciones mexicanas.
Mientras que, en México, el estadista Carranza Garza continuaba el proceso de diseño del Estado Mexicano Moderno, en los EUA, los mexicanos nostálgicos se empeñaban en figurarse como retrasar el reloj de la historia. Entre ellos, se encontraba el mencionado Blanquet a quien ya no acompañada Huerta pues, desde inicios de 1916, el alcohol le había cobrado la factura. A la vez, el otro Aureliano estaba en San Antonio, Texas dedicado a la medicina, al parecer no tenía interés en la política, pero de esto no estamos seguros del todo ya que nos surge una duda si no era él uno de quienes refaccionaba a otro huertista exiliado, Nemesio García Naranjo quien, en dicha ciudad, editaba La Revista Mexicana cuyo contenido expelía tufos que recordaban los emitidos por la tercia mencionada en el párrafo anterior. Antes de ir a lo que ahí aparecía, presentaremos, en forma abreviada, las acciones que Blanquet planeaba realizar, en 1919, para detener las actividades del estadista Carranza.
Tras de una estancia breve en Cuba y no encontrar compañeros de viaje, Blanquet se fue a New York en donde coincidió con otros de su calaña con quienes formó el Ejercito Reorganizador Nacional. Establecieron oficinas en Broadway Avenue y vendían que buscarían establecer en México un gobierno pro-aliado. En esa aventura, iría como subordinado del sobrino de su tío Félix Díaz. Acorde con el vocero del grupo, Roberto Gayón, contaban con 40 mil hombres dispuestos a participar en la lucha para derrocar a Carranza. Desde el primero de octubre de 1918, Díaz había lanzado una proclama en la cual solicitaba apoyo de las empresas estadounidenses en México para que solicitaran a su gobierno lo reconociera como fuerza beligerante. Esto nunca sucedió, pero no detuvo a Blanquet y socios.
En ese contexto, el 30 de marzo de 1919, en La Revista Mexicana, Nemesio García Naranjo publicaba, en la portada, una serie de fotografías al pie de las cuales se leía: “La Nueva Columna Revolucionaria. El general Aureliano Blanquet y sus principales acompañantes”. Al centro, se observaba la efigie de cuerpo entero del tal Blanquet con todo y chistera. Al lado izquierdo, la imagen de “Francisco Traslosheros. Coronel asesor de guerra”. En el flanco derecho de la página estaba el retrato del “Señor Guillermo Rosas. Secretario particular del Gral. Blanquet”. En la parte inferior, a la izquierda la fotografía del “Gral. Enrique González. Jefe de artillería” y a la derecha, la efigie de “Gral. Juan Montaño. Jefe del estado mayor”. Con esos lugartenientes se lanzaría aquel que en el titular del artículo llamaba “El Nuevo Paladín”. Ahí, se leía: “El nuevo paladín que acaba de lanzar el guante al carrancismo no es de esos generales improvisados en la Revolución, en base a cínicas argucias. El general Blanquet viene de la vieja guardia republicana…Es soldado de epopeyas, no de operetas bufas…Blanquet sabe tan solo de cosas de hombres…”. Léase, era un macho muy ‘bragao’ y Nemesio, con la pluma bien aceitada, indicaba que “el paladín de la vieja guardia simboliza nuestras tradiciones [ni quien lo dude, eran las de la traición, divisa del grupo al que ambos pertenecían] y en torno a ellas tienen que irse congregando las inquietas muchedumbres. La cruzada de Blanquet será irresistible porque encarna un pasado glorioso [¿quién podrá calificar en esa forma los días de Huerta?] que se incorpora para redimir al presente”.
Envalentonado el nativo de Lampazos, Nuevo León le espetaba a la nueva clase dirigente: “Creían que los atentados contra la patria eran impunes; que ya nadie podría castigar los desmanes; que con la ayuda extranjera se sancionarían todas las infamias y nunca retornaría un régimen de moralidad y justicia” Y arrebatado afirmaba: “Más… de repente ha aparecido en los horizontes un adalid de otras épocas. ¡Temblad protervos! Doblad vuestras espadas de lacayos para que sobre ellas se descargue el castigo de la ley”. Lo único que le faltó por agregar fue aquello de arrepiéntanse pecadores que el Mesías llegó. Ni duda cabe que eso debe de haberle revoloteado en la cabeza ya que mencionaba: “La entrada de Blanquet va a determinar una nueva época en la historia de la revolución. Nosotros saludamos al viejo luchador con hossanas…Dejad que suenen los clarines y se repetirá el milagro de Jericó, cuando las murallas se derribaron con el solo sonido del Ejercito Libertador”. Posteriormente, en una página exhibía la hoja de servicios militares de Blanquet y, en otra, presentaba a un miembro prominente de ese grupo de desechos humanos quien con el grado de coronel respondía al nombre de Luis Acosta quien originalmente era lugarteniente de Félix Díaz, tradúzcase esto como un sujeto de laya baja acostumbrado a servir a la escoria. Para cuando lo relatado aparece publicado, Blanquet y los suyos ya estaban en Veracruz.
Salieron, el 14 de marzo, de las Indias Occidentales, a donde habían arribado casi dos meses atrás, pasaron por La Habana y, el 22, alcanzaron la barra de Chachalacas un sitio cercano a Veracruz. Mientras que la prensa mexicana dentro del país guardaba silencio al respecto, en San Antonio, García Naranjo enfatizaba, el 13 de abril en La Revista Mexicana, que Blanquet llegó a México en calidad de subordinado de Diaz y que juntos triunfarían” sin politiquerías ni intrigas”. Los panegiristas de Blanquet reafirmaban contar con 40 mil hombres distribuidos en quince estados en los cuales tenía presencia el Ejército Reorganizador Nacional integrado por siete divisiones encabezadas por los generales Pedro Gabay, R.F. Cejudo, Luis M. Barrón, Constantino Galán, Joaquín J. Castro, Gabriel A. Carballo y Albino R. Carrillo.
Una vez que Félix Díaz, se enteró de que su vasallo Blanquet ya estaba en México corrió a entrevistarse con él para delinear como habrían de ejecutar sus felonías. Contrario a lo que esperaban, no se dieron las adhesiones por montones, acaso unos cuantos decidieron unirse a quienes decían venir a salvar a la patria. La prensa mexicana poca atención puso a esos beligerantes, estaba más ocupada en dar seguimiento a lo que acontecía en Morelos y así lo reportó desde el fin de los días de Zapata y los relatos subsecuentes de como se dio el hecho, algo que les narramos la semana anterior. No sería sino hasta el 17 de abril cuando la prensa nacional volteó a ver cuál era la la suerte de Aureliano y sus secuaces quienes, en los días previos, vendieron espejitos a los diarios estadounidenses haciéndole creer que por cientos se les incorporaban, la realidad les llegaría en forma muy cruda.
El gobierno de México envió al general Guadalupe Sánchez Galván para combatir a Blanquet. El 15 de abril de 1919, se suscitó el enfrentamiento por los rumbos de Huatusco, Veracruz. En la prensa nacional, los hechos fueron reportados inicialmente de manera diversa, nos ocuparemos de reproducir las versiones diferentes para, posteriormente, dar a conocer el parte oficial. En su edición de el jueves 17 de abril, El Informador, editado en Guadalajara, indicaba que “El Gral. Blanquet que militaba en el felixismo, fue derrotado y muerto en Huatusco”. Asimismo, reportaba que “el cabecilla fue aprendido y después de un juicio sumario, hecho por un Consejo de Guerra, fue fusilado, enviándose el cadáver a Veracruz para que sea exhibido”. Por su parte, en Monterrey, El Porvenir publicaba lo informado por el general Francisco Luis Urquizo Benavides, jefe de operaciones en el estado de Veracruz en ausencia del general Cándido Aguilar Vargas (quien el día 16 se embarcó en el vapor Coahuila para trasladarse a Tampico para donde “salió a estudiar la cuestión del petróleo”). Acorde con Urquizo, Blanquet había sido muerto en combate, “en un encuentro que se efectuó en el sitio denominado Chavaxtla”. El cuerpo de Blanquet iba a ser llevado a la Ciudad de México, pero el estado de descomposición lo impidió. “La cabeza del jefe rebelde fue cortada para enviarla a la ciudad jarocha y probablemente a la metrópoli… Se sabe que en el mismo combate en que pereció Blanquet, murieron los generales titulados Álvarez y Gabay”. Si bien esta narrativa tenia tintes dantescos, hubo otras que le entraron al esoterismo.
En ese contexto, El Pueblo titulaba la nota: “El cabecilla Aureliano Blanquet fue muerto en un combate”. A continuación, destacaba: “Justicia inmanente castiga a uno de los autores de los asesinatos de los señores Francisco I. Madero y J.M. Pino Suárez”. Para reafirmar esta perspectiva, en el cuerpo de la nota, se leía: “No hace sesenta horas que se exhumaron los restos de los señores Juan Gutiérrez Santillán, Manuel B. González, Porfirio Muñoz, etc., asesinados villanamente por el pretoriano Aureliano Blanquet…cuando el victimario, el soldadón que al amparo de una impunidad férrea hollara con sus plantas de animal selvático los hogares y las leyes, cae muerto por las balas de la legalidad, como herido por el rayo. El asesino ha sido castigado por una alta justicia que fatalmente persigue a quienes tomaron parte en la negra traición, por una mano misteriosa que eternamente les señala la justicia inmanente”. Y trepado en el esoterismo, el redactor apuntaba: “Tal parece que los cadáveres destrozados, que manos piadosas fueron antier a despertar de sus tumbas, hubiesen calmado la venganza ineludible, pues esta ha caído sobre uno de los culpables de la tragedia con peso de loza funeral”. Pero no todos los reportes abordaban el hecho desde una perspectiva de ejecuciones vía ultratumba.
En la plana primera de El Demócrata, la nota más importante era: “Aureliano Blanquet fue muerto en Chavastla, en un combate y su cabeza llevada a Veracruz”. Tras de destacar que le fue el héroe de la jornada general Guadalupe Sánchez y que este había llegado a Veracruz, alrededor de las nueve y cuarenta y cinco del día 16, con la cabeza de Blanquet y cinco prisioneros, se menciona que, en la lucha, también perecieron “el llamado brigadier Luis Amado, el secretario particular de Blanquet, coronel Traslosheros, y haciendo prisioneros al general Francisco de P. Álvarez y familiares de Pedro Gabay. Se les recogieron caballos, armas y parque… Hoy [16 de abril], a las siete y quince minutos que se recibió la noticia, las campanas de los templos fueron echadas a vuelo y la banda del 2º Batallón recorrió las calles tocando diana por el triunfo alcanzado por las armas del gobierno”.
Para el 18 de abril, El Porvenir informaba que la cabeza de Blanquet estaba en exhibición en Veracruz “en las oficinas de la Jefatura de la Guarnición que se encuentra en el edificio Faros…” y miles había desfilado para confirmar que se trataba de Blanquet. Vaya espectáculo tan desagradable, seguramente esos visitantes poseían un estomago a prueba de todo. Pero vayamos al parte oficial de cómo se desarrolló aquella acción.
El general Urquizo preparó comunicados diversos, uno dirigido al general Juan Barragán Rodríguez quien además de ser el jefe del Estado Mayor Presidencial, era el Apolo de la Revolución azote de tiples o y vicetiples, fuera presidente del PARM entre 1964 y 1974, y llega hasta nuestros días vía su nieto, el actual embajador de México en Washington. En 1919, le informaban cómo se dio el combate, bajo la dirección del general Sánchez, en contra de las fuerzas de Blanquet y que, dado que el cuerpo de este último se descomponía, Sánchez optó por cercenar la cabeza para tener una muestra de que había terminado con el insurrecto.
Al mismo tiempo, el divisionario coahuilense enviaba un informe al estadista Carranza Garza indicándole que ya había llegado el general Sánchez “con cinco prisioneros, entre los cuales se encuentra el llamado general Francisco de P. Álvarez; trajo, igualmente la cabeza de Aureliano Blanquet, la cual ha sido reconocida por cuantos lo conocimos; se han sacado fotografías de ella y se han llamado a personas que más lo conocieron entre las que se cuenta el general [Adolfo] Jiménez Castro…Voy a proceder a hablar con los prisioneros y a revisar el archivo quitad , para dar cuenta…” Enseguida proporcionaba detalles de cómo “la columna del general Sánchez tuvo conocimiento en Comapa que había pasado Gabay, con jefes desconocidos, para Chavastla, y destacó al teniente coronel Pedro González con ciento cincuenta hombres de infantería para ir a batirlos y él, en persona, con el resto de su fuerza, fue a taparles la salida por Boca del Monte y puntos por donde podía coparse al enemigo”. Asimismo, mencionaba que Sánchez reconoció que la derrota de Blanquet, se dio gracias a las acciones realizadas por González. Lo que don Francisco dejó de lado fue que la muerte de Blanquet fue originada cuando este huía y su caballo se desbarrancó al bajar por un sendero estrecho, y el fulano trató de asirse a la rama de un árbol que no resistió su peso yendo a parar al fondo de la barranca de Chavaxtla. Cuando se envió a miembros de la tropa para que recogieran el cadáver, lo encontraron desmembrado y se les ordenó que separaran la cabeza del tronco. Mientras se decidía que hacer con aquella testa, los vencedores eran objeto de todo tipo de felicitaciones, incluyendo la que el presidente Carranza Garza hizo llegar al general Sánchez solicitándole hacerla extensiva al teniente coronel, González. Posteriormente, el estadista coahuilense acordó que fueran ascendidos al grado inmediato superior los generales brigadieres Francisco L. Urquizo, Guadalupe Sánchez y el teniente coronel Pedro González. Además, el propio Ejecutivo acordó se repartiera una gratificación de cincuenta mil pesos entre los jefes, oficiales y soldados que tomaron parte en esa acción.
En El Pueblo, el 19 de abril, se informaba que, conforme al examen médico practicado, “este cabecilla [Blanquet] no murió por la fractura de cráneo, ni por las heridas que le fueron inferidas, sino por una conmoción cerebral…que se ocasionó al caer a la barranca…”. Entre el grupo de detenidos estaban doce mujeres…varias de ellas mulatas que han sido identificadas por algunos soldados y particulares como encargadas de comunicar a los rebeldes los movimientos de las fuerzas leales, para lo cual hacían constantes viajes a Córdoba y Veracruz…igualmente los dotaban de medicinas y muchas veces hasta de parque y víveres…”. Se desconoce la suerte que corrieron esas mujeres, así como las dos hermanas de Gabay quienes, también, fueron capturadas. Del que si se conoció que sucedió con él fue del general Álvarez quien, no obstante haber logrado que la Suprema Corte de Justicia emitiera un fallo para evitar que lo fusilaran, el Consejo de Guerra extraordinario decidió lo contrario y el 21 de abril, cerca de la media noche fue pasado por las armas.
Mientras todo lo anterior sucedía en México, al otro lado del Bravo, en San Antonio, Nemesio García Naranjo publicaba, el 20 de abril en La Revista Mexicana, la proclama que Blanquet lanzó un mes antes. Ni duda cabe, las noticias viajaban entonces muy lentamente. No sería sino hasta la edición del 27 de abril cuando daría a conocer que su ídolo había caído. lanzó improperios en contra de “los carrancistas que llevan ya seis años de robar y matar con impunidad…” Fuera de sí, el neolonés declaraba héroe al rufián traidor y lo comparaba con Hidalgo, se quejaba de que habían profanado el cadáver de Blanquet y “exhibido su testa como trofeo de guerra”. Esto último nos parece que fue un acto abominable mostrar la cabeza cercenada y que la prensa difundiera fotografías de esta. Si bien García Naranjo se quejaba de los abusos cometidos al mostrar fotografías, el 18 y 19 de en las páginas de El Universal, él mismo en su Revista, las reprodujo en la página 10 de la edición arriba mencionada. Acorde con Nemesio, él y los suyos veían “en la muerte del general Blanquet no el fin sino el principio de una gran batalla. Los labios de su tumba gritan guerra… Ya veréis como pronto el general Félix Díaz dará cuenta de los verdugos del amigo sacrificado”. A buen árbol se arrimaba Nemesio, el sobrino de su tío nunca pasó de ser un cobardón quien trataba de sacarle raja al apellido, pero a la hora del combate en nada se parecía al hermano de su padre. Así, terminaba la aventura de un esbirro del huertismo, Aureliano Blanquet, quien al igual que los de su calaña soñaban no solamente con detener el reloj de la historia sino retrasarlo. Siete años mas tarde, envueltos en ropajes celestiales volverían a intentarlo, y, todavía, en nuestros días hay quienes no se percatan de que esa caterva de protervos tenía como objetivo único evitar el nacimiento del Estado Mexicano Moderno. vimarisch53@hotmail.com
Añadido (24.15.42) Se los dijimos, en 2018, que eran una pandilla de facinerosos, pero estaban deslumbrados y, algunos, hasta nos consideraban ingenuos por no compartir su perspectiva.
Añadido (24.15.43) A Pedro Sánchez, el españolito, deberían de enviarle un cuadernillo que narre la historia de lo que nos sucedió cuando al presidente Echeverria Álvarez le dio por apoyar a Palestina, vaya que la ocurrencia nos salió muy cara.