Magno Garcimarrero
Tres, o quizá cuatro sucesos en mi vida me han hecho recordar la frase de mi maestra doña Nievitas, quien, cuando fallábamos en sus enseñanzas nos decía elevando los ojos al cielo: “Haznos señor de tu manada”.
El primer ocurrido trascendental fue cuando nuestros padres nos llevaron a asentar en el registro civil de Xalapa a mi hermano y a mí. Ocurrió que entonces los “partos múltiples”, gemelar en nuestro caso, se registraban en una sola acta de nacimiento.
No sé si era por ley o solo por costumbre burocrática, pero así se hacía en 1939, antes de la segunda guerra mundial. El caso es que Alfredo Benjamín y Alfredo Magno hemos tenido una sola acta por 75 años, hasta que en 2014 mi hermano consiguió una sola acta de defunción para él.
La segunda rebuznancia burocrática se cometió en mi acta de matrimonio civil. Ahí el apellido de mi esposa: Casarín, la registradora lo escribió con Z: Cazarín… no sé si porque me vio con cara de presa cazada, o porque se fue con la finta de Lencho Cazarín que, poco antes había sido presidente municipal, o sepa Pepa por qué, el caso es que al momento no nos dimos cuenta tampoco los desposados, hasta ahora que la “digitalización” del sistema registral, trata de poner las cosas en orden y corrección y, nos ha metido en un brete cuando estamos por cumplir sesenta años de supuesto y sufrido matrimonio, cuando legalmente hemos sido solteros toda la vida.
Pero no para ahí el asunto, va la tercera rebuznancia: Ahora me llega por correo electrónico el diario oficial de la federación, donde se contienen instrucciones para la renovación del “CURP” y, al revisar el trámite con mi contadora, nos damos cuenta que, quien hizo la captura de los datos registrales, se equivocó, como siempre ha ocurrido para nosotros los cuates, y soy yo quien aparece difunto, frío, burocráticamente matado, en cambio, como dice un bello pasaje del Tenorio: “El muerto que vos matasteis/ goza de cabal salud”.
Falta la última rebuznancia: me dice mi contadora que, quienes tendrán dificultades burocráticas, serán mis deudos, cuando pretendan registrar mi defunción, y se encuentren con que ya será la segunda vez que he muerto.
Pero la más contenta con todo esto es mi mujer, porque ahora, además de soltera es viuda.
M. G.