Pareciera que el sistema de partidos, que vende ilusamente la participación del pueblo en la vida democrática, está a punto de experimentar una profunda transformación o de plano desaparecer. Y todo por dos factores, uno interno y otro externo: Las ambiciones personales de la clase política y la cada vez más creciente influencia de Estados Unidos en asuntos nacionales.
En la rebatiña mexicana, acelerada por la iniciativa sobre nepotismo de Claudia Sheinbaum, está de fondo las intenciones colonizadoras de Donald Trump que nadie quiere ver. La principal señal está a la vista en la comitiva que hace su luchita en Washington para negociar una salida decorosa a los aranceles y el nuevo terrorismo de los cárteles mexicanos: La ausencia de la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, la responsable de la seguridad interna del país.
Aquí hay de dos sopas: Una, que así lo pidió Estados Unidos, porque la funcionaria responde al ex presidente López Obrador, quien podría estar involucrado en expedientes judiciales. Y dos, porque así lo decidió Claudia Sheinbaum para evitar filtraciones antes de tiempo.
En cualquier sentido, podríamos repetir la clásica frase, ajustada a los tiempos actuales: Washington, tenemos un problema.
Claro, el problema es con Estados Unidos.
Y entre el ex presidente y la actual presidenta.
Los próximos días serán decisivos para la vida nacional. Los aranceles entran en vigor a partir del 4 de marzo, tal y como estaba previsto, y con ellos vienen problemas económicos e inflación.
Ahora los mexicanos estarán en posición de calificar los dos sistemas de gobierno de la 4T: El poder férreo de AMLO, sintetizado en no le cambien ni una coma, o el sutil feminismo de Claudia para marcar su territorio y lograr su independencia. Debería empezar por meter en cintura a los liderazgos de ambas cámaras del Poder Legislativo.
Mientras, el pueblo nomás mirando.
Ni hablar, cada pueblo tiene a los políticos que se merece.