La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
La única defensa razonable es tener fe
Ante el asalto de la tercera ola de la pandemia de COVID19, las reglas sanitarias para su combate se han relajado al máximo, no hay una autoridad que regule, en los hechos, las actividades a seguir, lo que trae como consecuencia que los criterios sean disímbolos.
En el puerto de Veracruz, los prestadores de servicios de los Portales se quejan de que no pueden vender cerveza, pura comida, lo cual impacta sus ganancias. Mientras tanto en Xalapa (ambas ciudades en semáforo rojo), los antros y cervecerías pueden expedir bebidas espirituosas ¿o sea?
Ocurre lo mismo con el regreso a clases presenciales, hay quienes apoyan la idea de que a finales de agosto se retorne a las aulas bajo cualquier circunstancia (incluido el presidente López Obrador) y, por el contrario, otros sectores tienen recelo ante la propuesta y preferirían esperar más tiempo.
Sin duda, esta falta de unicidad en las estrategias ha tenido como consecuencia que los efectos del virus sean más graves, basta recordar que en la Ciudad de México decidieron hacer pruebas masivas y en la mayoría de las entidades brillaron por su ausencia, situación que no tiene explicación lógica, simplemente se trata de un desgarriate.
El tema es que, a casi año y medio de la emergencia, sorprende que no haya un aprendizaje del desastroso fenómeno. En el inicio se podía argumentar que todo era inusitado, sin embargo, pasaron los días y existe un oprobioso desdén para tomar decisiones, mismas que, por su carácter, deben ser colegiadas.
En fin, ya vendrá el tiempo de evaluar y, con base en ello, se deberán fincar responsabilidades.