Cuando era yo un adolescente, con un vigor impresionante y un carácter desbocado, como cualquier otro adolescente, mi padre acostumbraba calmar mis conatos de rebeldía y desobediencia con ejercicios, principalmente las llamadas planchas o lagartijas, hasta que por cansancio mi ánimo decrecía, o básicamente desfogaba, esto en muchas ocasiones sirvió a sus propósitos de control paterno, aun cuando en el fondo de mi “espíritu” esa rebeldía seguía latente, hasta hoy día para mi fortuna.
Esta misma práctica es utilizada por los domadores de caballos y por muchos instructores al desviar cualquier asomo de insurrección, desde las escuelas en las clases de educación física, hasta cuando tocó participar activamente en el servicio militar cada fin de semana, la clave es simplemente cansar el cuerpo para dispersar los pensamientos e intercambiarlos por un nuevo sentimiento de logro al enfrentar un nuevo reto, está vez físico pero ajeno a la insurrecta intención inicial.
Durante las elecciones del 2012 y el evidente fraude electoral, dispensado otra vez más por todo el entramado estatal, la indignación popular no se hizo esperar, salimos a las calles no una ni dos veces, varias veces se suscitaron marchas, en contra del resultado de las elecciones, en calles de ciudades grandes, medianas y pequeñas, muchas personas acudimos, incluso en un intento por mostrar a mi hija lo que significaba participación ciudadana, le pedí acompañarme a una marcha, y ende ahí que andábamos camine que camine entre otras tantas personas y bajo la lluvia, siendo fotografiados y amenazados veladamente por gendarmes que nos miraban pasar mostrando sus caras desafiantes y ceños fruncidos, mientras nosotros al paso gritábamos consignas ya hasta el hartazgo conocidas, caminábamos niños, jóvenes, viejos y adultos, mujeres y hombres ordenados… literalmente pastoreados por jóvenes dirigentes, algunos de Morena, otros del 132, para no incurrir en violencia o agresiones a las autoridades que con celo nos vigilaban, llegamos a nuestro destino, como otras marchas en la república que arribaron al frente se sus correspondientes oficinas del entonces instituto federal electoral, se gritaron consignas, se escucharon arengas, se cantó el himno, más como un mantra, para calmar una vez más el ánimo encendido y … cada quien para su casa.
Este ejercicio, como las planchas que me hacia repetir mi padre, se prolongo otras veces, después incluso surgió la iniciativa de alguien con mucha visión pero poco apoyo ciudadano, tomarle fotografías a las mantas electorales de cada casilla de votación, descargar las imágenes a una dirección de internet y hacer acopio de todas las mantas posibles, para luego igualmente ayudar a un conteo virtual, yo participe de ello junto con amigos y familia.
Existía una pagina donde se invitaba a contar votos “uno por uno” en cada imagen de sabana electoral. En esos ayeres mi intención de voto había sido dispensada por Andrés Manuel López Obrador, de hecho acudí con conocidos de Morena en mi ciudad para pedirles ayuda, pero los dirigentes de Morena estaban más ocupados en sus propias actividades de conteo parcial que en apoyar un recuento y fotografiar mantas, así se las gastan en los comités de cualquier partido, no hacen nada ni toman iniciativa alguna sino es bajo el visto bueno de los líderes, una verdadera lastima que ha lacerado la educación sobre participación ciudadana desde siempre en México.
Recuerdo que cuando acudí al comité de Morena con amigos e integrantes de Morena a pedir ayuda, nos miraron como enemigos, ¿como era posible semejante iniciativa sin el consenso de los mandos del comité?, así seguramente reflexionaban mientras intentaba yo explicarles de que se trataba.
Finalmente la iniciativa de fotografiar las mantas, el recuento virtual ciudadano y las marchas sirvieron para lo mismo… una real y celestial chingada.
¡Pero lo importante, lo esencial, es que nos cansamos, nos agotamos, nos empapamos, nos desgañitamos, y por un breve momento sentimos lo que era la compañía de otros, igual de pendejos, que compartían nuestro desfogue!, nuevamente nos estaban domando a base del cansancio físico para apaciguar la mente inquieta.
Así pues, cuando he leído, escuchado y visto imágenes de las nuevas marchas como reacciones ante el mega-gasolinazo, me recuerdo la frase “caminito de la escuela”, el mismo que nos han hecho andar inocentemente desde niños y sin darnos cuenta ya de adultos.
-Victor Roccas.