Corre, lee y dile
Germán Martínez Aceves
La noche es el espacio propicio para que las sensaciones inesperadas afloren en las tinieblas. Es la obscuridad cómplice de apariciones que pueden ser temibles o una invitación para las pasiones desbordadas. Lo que se haga bajo el amparo nocturnal procurará ocultarse en el día. El diablo está en los detalles.
En el marco del centenario del natalicio de Emilio Carballido (1925-2008), la Editorial de la Universidad Veracruzana publica en la colección Ficción una de las novelas más celebradas del dramaturgo y escritor orizabeño-cordobés: Las visitaciones del diablo escrita en 1963.
Carballido, desde un punto de vista crítico y con humor, reflejó en sus obras, ya fueran de teatro, de cine o de literatura, a una comunidad de doble moral que puede persignarse ante cualquier problema pero que en lo soterrado da vuelo a sus pasiones, a una sociedad con notorias desigualdades económicas que tarde o temprano provocan inconformidades.
La historia la sitúa tal vez hacia finales del siglo XIX y principios del XX en una ciudad que tiene todas las características de ser Orizaba: lluviosa, con niebla, con calles empedradas en las que transitan carromatos o caballos; un río cuyo sonido de su caudal está permanente en el ambiente; con una pujante industria textil que pronto enfrentará a la rebelión obrera; con reminiscencias de Juárez y con el goce de la paz porfiriana.
Por el movimiento comercial y la cercanía al Puerto de Veracruz, la región de Orizaba tenía influencias internacionales con grandes expositores de la alta cultura y una tradición católica muy arraigada, esa que nos hace hablar en secreto para no afrontar la culpa.
Lisardo es uno de los personajes centrales de la novela, joven arquitecto que llega a la casona de su familia de apellido Estrella después de una estancia en Europa. Félix y Arminda son integrantes del núcleo familiar, Ángela, una posible pareja para el viajero que llega y, Paloma, una enigmática muchacha que siempre usaba un vestido negro pues así no se notaba que no tenía dinero para comprarse otras vestimentas.
Como suele suceder en las obras de Carballido, la mujer tiene un peso específico en sus historias, en este caso es Paloma, morena, inteligente, astuta, que conquistará el corazón de Lisardo.

La noche será el momento en que llegarán las visitaciones del diablo tan temido como le sucedió a Lisardo quien: “Miró el aire grisáceo, pegajoso de humedad. Se dio la vuelta para entrar. Entonces sintió de pronto la presencia: con el rabo del ojo, un bulto blanco, y en seguida contra su cuerpo, alguien o algo que lo estrechaba en un abrazo caliente ¿de un segundo, de dos, de cuatro? Tuvo una pierna presa entre dos piernas como tenazas, y en el muslo, a través de dos telas, sintió un calor y una presión femeninos, y una mano palpó su pecho y lo apretó y bajó al vientre y lo palpó y bajó más, siempre tallando y apretando. Sentía pelo contra la cara y después uñas en el muslo y luego dientes en el hombro y una respiración caliente que penetraba en su axila”.
Con su fino bisturí irónico, Carballido retrata a una sociedad formada por los atavismos católicos que la orillan a tener una vida pública y otra privada. Lo convencional funciona porque así le conviene a todos, pero cada uno vive su lado oculto en el que se encuentra lo enigmático y lo erótico.
Adán Ramírez Serret, crítico literario que prologa el libro, apunta: “Cada nueva edición de Las visitaciones del diablo es un suceso para celebrar. La novela se mantiene joven, señala, evidencia las fallas de una sociedad. Lo hace sin sangre, sin amarillismo, con precisión, al mismo tiempo que descubre la belleza de la vida en cada flor, en el primer amor o en el sonido del agua. Hay mucho que seguir aprendiendo de esta novela. Hay que leerla porque es fresca, es profunda y hace de la lectura un momento feliz, como aquellos más hermosos de la vida, como una sonrisa, un misterio o una visita inesperada”.
Las visitaciones del diablo, de Emilio Carballido, es de la colección Ficción de la Editorial de la Universidad Veracruzana, 172 páginas, 2025.
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