Hace 32 años, el pueblo de Madrid en masa se volcó alrededor del féretro de Enrique Tierno Galván, su alcalde histórico, en un gesto que no ha podido volver a repetirse. Más de un millón de habitantes de la antigua Villa del Oso y del Madroño ocupó el Paseo de la Castellana y demostró su cariño por un hombre público ejemplar, auténtico.
El monumental desfile popular fue integrado por ríos de gente que querían dar el último adiós a un político probo, el que había demostrado gobernar bajo del signo de la austeridad, la honradez y la lealtad a los sentimientos populares, hartos del boato y la rigidez del tirano Francisco Franco que enlutó y dividió a la sociedad española.
Al ritmo del pasodoble del genio musical mexicano Agustín Lara, interpretado por todos los dolientes, su canción preferida, “Madrid”, que resonó en todos los espacios del entorno, los españoles observaban, entregados, el paso de una multitud que despedía los últimos estertores de la tiranía y daba paso al parlamentarismo monárquico.
Se iba uno de los últimos grandes de España, aquél que días antes había repetido que los bolsillos de los hombres públicos debían ser de cristal. El que murió en medio de una fiesta republicana, presidiendo su recuerdo, recordando a todos la sencillez que caracteriza a los hombres verdaderamente enormes.
Grandes lecciones de sabiduría y humanidad
En sus cátedras populares que impartía a los bohemios del bar de Chicote, sobre la Gran Vía, don Enrique siempre dio las más grandes lecciones de sabiduría y humanidad. Su pensamiento político siempre estuvo a la altura de quien quisiera escucharlo. Sus relatos sobre los grandes republicanos eran un auténtico postín.
Rememoraba, con emoción, la presencia siempre necesaria de Niceto Alcalá Zamora, el presidente de la segunda República española, instaurada después de la abdicación de Alfonso XIII, quien durante su estadía en México impartió afamadas cátedras de Derecho Constitucional y fue el ilustre fundador del Instituto de Derecho Comparado de la UNAM.
Tierno Galván y Lara, hombres universales
Pero para don Enrique Tierno Galván, quien adoraba a nuestro país sin conocerlo –igual que Agustín Lara compuso las mejores suites españolas sin haber pisado suelo ibérico–, hasta que los residentes le solventaron el viaje a la llamada Madre Patria, el auténtico trovador de su tierra había sido el nativo de la Lagunilla que quiso ser veracruzano. Hombres universales.
Para recordarlo con la reverencia obligada, don Enrique hizo levantar, en el corazón del más castizo barrio madrileño, el de Lavapiés, la estatua icónica que recuerda e inmortaliza al vate mexicano con una copa virtual en la mano derecha, mirando en lontananza a su suelo español. Las réplicas se multiplicaron en cuanto lugar alabó con su talento.
El emotivo recuerdo de Lara acompañaba en los centros de reunión madrileños la evocación de los grandes oradores ibéricos, los que dejaron su impronta en la memoria de los continentes: Emilio Castelar, Josep Pla, Donoso, Vázquez de Mella, Pi y Margall, Nocedal, Moret y Martos, entre los indispensables.
Se carcajeaba de las “ciencias cachondas”
Las apasionadas defensas improvisadas siempre de Enrique Tierno Galván de la retórica como pieza clave de la institución democrática fundamental, el Parlamento, estaban apoyadas por su conducta, apegada a la templanza, la transparencia y el culto a la real política, la maestra de la conducta, la armazón estratégica de la vida en común.
Frente a unos chatos de vino estallaba la estruendosa carcajada del ilustre gobernante cuando se relataban las conferencias que estaba dando Camilo José Cela, antes del Nobel de Literatura, en Cataluña sobre “la verdadera introducción a las ciencias cachondas”, en la vorágine del destape español, una sátira al franquismo maloliente.
Las cámaras, recintos para la conciencia
En el icónico Chicote de la Gran Vía, entre lo mejor del agasajo postinero que decía Agustín Lara, don Enrique hacía profesión de fe en la representación nacional, que busca su cauce adecuado en la elección, pero cuando ésta se descuida por la ciudadanía, se vicia por los partidos o se falsea por la autoridad…
… aquella representación necesaria se abre paso y encarna inesperadamente aún en las asambleas mal elegidas. Los votos estarán mal reflejados e injustamente repartidos en las cámaras, pero todo sentimiento poderoso y noble encuentra allí su voz, y la voz, eco de la conciencia, significa moralmente más que el voto, muchas veces claudicación de intereses, casi siempre imposición de disciplina.
Figuras a las que la adversidad agiganta
Para gloria suya, decía don Enrique, la oratoria parlamentaria fue siempre lo mejor en los sistemas constitucionales de España; para daño de éstos, fue aquélla, con frecuencia, lo único bueno de los mismos… entre tantos arbitrios y ficciones, la tribuna supo reflejar la vida y decir la verdad.
Teniendo la oportunidad de platicar con don Enrique Tierno Galván en los pasillos de su adorada Complutense, él, que se sabía el alcalde más querido de la historia, y había conocido a Niceto Alcalá Zamora, dijo, refiriéndose a sí mismo, que le había confiado que nunca, ni en sus momentos de mayor autoridad y prestigio…
… se sintió dueño, ni siquiera guía de su país, tan solo su consejero y que cuando los trastornos de la dictadura y el hundimiento de una monarquía secular requirieron su presencia, jamás lo deslumbró el triunfo y nunca sembró empresas de odio y encono de discordias.
“En el trato que con él mantuve en esos años finales de su vida, relataba sobre Alcalá Zamora, jamás advertí un movimiento de ira, un gesto de desesperación, más bien una paz resignada, nacida de la convicción, junto a la presencia fiel de su inteligencia y de su palabra, en el recato de su vida…”
Hay figuras destinadas al olvido. Y hay figuras a quienes la adversidad, en vez de reprimir, agiganta… escribió Tierno Galván a la muerte de Niceto Alcalá Zamora.
Honestidad y transparencia en el uso del poder
A ver quién, dentro de nuestra farándula política puede reivindicar esa sencillez y alteza de miras, decía don Enrique. Sin saber, estaba escribiendo sobre la lápida de su propia tumba, aquélla que recibió sus restos mortales el 19 de enero de 1986, hace treinta y dos años. Un poco antes se le había hecho su viaje a México, para entregar la réplica de la estatua de La Cibeles, que la colonia española donó al pueblo azteca.
¿Tenemos acaso en México un Enrique Tierno Galván? ¿Un monumento mismo a la honestidad y la transparencia en el ejercicio del poder? ¿Un ícono de congruencia frente a tanto saltimbanqui partidista? No. No lo tenemos. Lástima que ni se le recuerde en estos momentos de displicencia y abuso.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Con la novedad de que los partidos y sus dizque precandidatos presidenciales están viéndoles las caras de… a los comisionados del INE. ¿Precampañas? ¿De verdad se dirigen sólo a las militancias de los organismos partidistas que los postularon? Una prueba contundente de que no es así es el más reciente spot del priísta-no-priísta Meade El Breve quien presume haber reducido en 2 millones la cifra de pobres en el país. ¿Te cái? ¿Eso es lo que le dice a los priístas o a toda la audiencia de televisoras y estaciones radiofónicas? Amén de mentiroso, el mensaje es cero convincente si se compara con la realidad. + + + Felipe Calderón se dice abogado, lo que supondría que conoce la legislación mexicana. Aun así, difundió en redes sociales un video en el que una actriz venezolana interfiere en el proceso político electoral de nuestro país, lo que expresamente prohíbe el artículo 33 de nuestra maltrecha Constitución. ¿Qué pasó con aquella regla no escrita que apuntaba que los ex presidentes debían mantenerse alejados de las actividades políticas? + + + Estado de los Estados, el programa radiofónico que conducimos Lilia Arellano, Abelardo Martín, Claudia Rodríguez y este escribidor cumplió ayer sus primeros 15 años de transmisiones a través de la capitalina Radio 620, estación insignia de la gran cadena Rasa, de la familia Laris. El compromiso es el mismo: hablar con la verdad y continuar el diálogo con la audiencia que nos favorece. ¡Felicidades!
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