Como ha sido demostrado por las estadísticas oficiales del Inegi, vivimos en un país donde el 93% de los mexicanos gana menos de 10 mil pesos mensuales (entre ellos, el 60% pasa hambre); el 6% gana más de esa cantidad, y el uno por ciento goza de todas las comodidades y ejerce todos los excesos. Esa es la pirámide de nuestra injusticia, al cien por ciento.
Quien se enrede en galimatías, en tretas aritméticas, en esfuerzos ridículos para demostrar lo contrario, apuesta más a la inequidad y a solapar un sistema político que se ha ensañado contra la pobreza que, incluso, goza festinando con abusivos rituales la miseria y el hambre de quienes los sostienen con sus impuestos.
Las cruzadas contra el hambre, en manos de pretenciosos sin fondo, parecen –y lo son– auténticos carruseles de feria en donde el dinero que aparentemente se destina a los menesterosos, regresa a los bolsillos de los ” próceres”, promotores de esa infamia, y luego, obvio, a “salpicar” hacia arriba, hasta donde alcance el producto de las mermas.
Dentro de una fantasía de absoluta inconsciencia social, los trepadores de esa pirámide devastadora son insaciables. El uno por ciento de los mexicanos, cuyos ingresos oscilan desde 200 mil pesos diarios hacia arriba, hasta donde tope, inconformes con lo que tienen, todavía va por los “sobrantes”, como llaman a todo aquello “que no habían visto”.
Es la locura de los depredadores, el sueño guajiro de su ambición descontrolada. Apoyados por un sistema gerenciado por sus iguales, jefecitos sin pertenencia popular ni identidad profesional con la política, abarrotan todos los cargos administrativos de gran rendimiento, en toda la estructura federal y local…
… y coronan sus doradas testas con jugosos cargos de representación “plurinominal”, que hacen del sistema representativo una mascarada, de la legitimidad, un tiliche, y de las Cámaras, una vergüenza nacional, desde donde exaccionan cualquier presupuesto para obras e infraestructura, a través del garlito que condiciona las ministraciones a su voto aprobatorio.
El Congreso, atiborrado de impresentables
Las Cámaras de senadores y diputados están atiborradas de impresentables, igual los oficiales que los de la “oposición”. Juniors, parientes, confidentes, yuppies, delincuentes en fuga de procesos fincados por atracos cometidos, favoritos de Palacio y de los hombrecitos del gabinete fresa, negociantes profesionales en busca de negocios protegidos por un fuero mal diseñado y mucho menos comprendido.
Gente repetitiva, figuritas idénticas, replicadas ad infinitum bajo disfraces de diferentes edades y diversas procedencias que pretenden que la gente, cansada de la befa y el escarnio, degluta sus obscenas representaciones y absurdas gesticulaciones de “parlamentarios” y tribunos sin mácula.
Gentuza que no sabe la verdad. Que no entienden que el colectivo se ha cansado de que continúen desgastando las palabras, amenazando a diestra y siniestra con “peligros” inexistentes, espantando con el petate del muerto a quienes, desde su indefensión, sólo pueden ignorarlos, pero no aceptarlos.
Insisten en burlarse de la bonhomía del pueblo, que a veces perdona, pero nunca olvida. Saquean a la Nación de una manera impúdica, dejando todas sus huellas, para ser juzgados en mejor ocasión. Presumen manos limpias y demuestran conciencia e intenciones sucias.
Tremolan la doble y triple moral como insignia imbatible. Confían en la hipocresía como una mejor bandera que la conducta moral y ética a secas. Ni se imaginan que todo tenga un precio. Sólo saben que, después de ellos, el diluvio.
Creen convencernos que somos un hato de imbéciles, fácilmente manipulables por imágenes insulsas y mensajes propagandísticos anodinos. Insisten en transparencia, anticorrupción, acceso libre a la información y siempre se niegan, desde sus cañerías, a limpiar cualquier establo de Augías.
No quieren ir al fondo de las cosas que provocaron por acción o negligencia política, esclarecer la mínima duda, limpiar las infiltraciones, convencer con argumentos honestos y creíbles. Ya hasta las cúpulas a las que rinden culto no quieren convalidar sus tiraderos.
Lo que está en juego no son sus divertimentos pueriles
Los hilos se les han enredado a tal grado que es imposible que sustenten lo que las más elementales razones no podrán admitir jamás.
No nos engañemos. Lo que está en juego no son sus divertimentos pueriles. Lo que está en juego es la soberanía nacional –o lo que hayan dejado de ella–; el control de los recursos naturales –petróleo, gas, bosques, agua–; los míseros salarios; la defensa de la biodiversidad, las escuelas, los hospitales, el transporte, las pensiones a salud, la seguridad social y pública, los bancos, las industrias y los ahorros de los trabajadores.
Lo que debe estar en el tapete de las discusiones no son sus ambiciones de todos colores ideológicos para sentarse en mejores sillones burocráticos, aún más productivos. No. Lo que está en el filo de la navaja es que los movimientos sociales protestan por la privatización de la naturaleza…
… la mercantilización de la vida, la ausencia de justicia y el pillaje impuesto por gangsters “neoliberales” que recurren vorazmente al falso pero cómodo recurso de la impagable deuda externa e interna, contraída hasta niveles de ignominia para no importunar el confort de los privilegiados, miembros de esa casta de intocables y mandarines ñoños del uno por ciento de la población.
¿Se trata de enredar la investigación de Ayotzinapa?
En ese birlibirloque fatídico, nos salen ahora con que la “verdad histórica” que gestó con un gasto dispendioso y mendaz el obtuso Fiscal de la Nación, Jesús Murillo Karam, es sólo “una línea de investigación” para esclarecer los sucesos de La Montaña de Guerrero.
La inexcusable burla a la Nación que fabricó ese abogado, cuyo título está bajo sospecha pública, en base a la expresa alteración de evidencias, el uso de la tortura para obtener confesiones y culpables, las omisiones y deficiencias periciales, por él dirigidas, ¿no son crímenes punibles, no son a todas luces delitos castigados por las leyes penales?
Los zipizapes y encontronazos entre manifestantes desorientados y violentos con policías federales enviados al seguro matadero, que arrojan cada vez más inocentes lesionados, ¿no son materia de una investigación procesal penal que logre arrumbar en bartolinas al impostor Murillo Karam?
La utilización de ese infeliz que despacha en la pomposa subsecretaria de derechos humanos de Gobernación, de nombre Roberto Campa, ¿es para que anuncie la creación de otra Fiscalía que se encargue de averiguar dónde están los 43 mil desaparecidos del sistema?
¿No sabe ese polichinela que para lograrlo tendría que contratar a todos los investigadores del mundo para que hoyaran todas las tumbas clandestinas del enorme panteón de dos millones de kilómetros cuadrados en que se ha convertido nuestro país? ¿Y todavía hace un recorrido radioeléctrico con todos los loritos de los medios a modo, para poner su cara de bobo?
¿Se trata de enredar otra vez la investigación escondiendo los cadáveres de Ayotzinapa entre un montón inimaginable de víctimas de los mismos rifles del narco, cuya verdad se niegan a aceptar, mientras que todo el mundo lo sabe? Hasta el Papa ya reconoció que son producto del narco, igual que la trata, las ejecuciones extrajudiciales ¡y todos los lujos de violencia!
Hasta las Naciones Unidas exigen seriedad a los funcionarios mexicanos, si lo que se desea es en verdad desenmascarar a todos los cuerpos armados, oficiales y extralegales que han convertido al país en el escenario de una sarracina. Pero nuestros próceres jamás lo aceptarán. Ellos están para cubrir de virginidades a los inmunes.
Campaña contra la actriz para esconder sus inmundicias
El inefable Peña Nieto nos obsequia la perla de la semana anterior: “estoy del lado de las víctimas”. El caricaturista no desperdicia la ocasión y el gazapo, y lo pinta declarándolo, mientras esconde tras sus miserias orgánicas el boleto de avión que lo llevará horas después a Nueva York, sólo para recibir más insultos de quienes sienten agraviado el sentido común.
Aún más. Antes de partir en ese viaje sin sentido, sentencia: “La reforma energética no es una promesa de futuro, es ya una realidad que estamos viviendo”(!), ¿en los bolsillos de quién, de él o de quienes lo engañan como a cualquier indefenso anacoreta de Los Pinos?
Et maintenant, sigue el pan y circo de la infamia. Para distraer al respetable y apartar su mirada acuciosa sobre sus desmanes, los estrategas geniales de la comunicación inventan una campaña de ataques contra los indefensos. Escogen a la actriz Carmen Salinas como centro de la befa de sus felonías.
Se olvidan de que ellos mismos la incluyeron en las listas electorales para añadir algunos dígitos a su apretada votación, utilizando su gracia y carisma, con la que se identifican sectores populares, para brincar la tablita y alcanzar su infamante mayoría “de panzaso”. El público le aplaude porque así somos, nos retratamos en sus personajes. Es parte del pueblo.
Se olvidan de su trabajo generoso al lado de los pobres del Centro Histórico. De su lucha por conseguirles pan, salud y vivienda, durante toda su vida.
Carmen es el polo opuesto a una Cámara de perfumados, favoritos, mercachifles y aspirantes a la galería de “Notables”. Una carrera de “mujer hecha a sí misma”, posiblemente con mayor amor a la camiseta que la gran mayoría de impresentables del uno por ciento voraz que la utiliza como cebo para que nadie repare en las rapiñas que se hacen a diario al interior del Congreso.
Víctima propiciatoria del toluquismo. No merece los infundios y sus tenebras.
A lo mejor, sí, ella por su profesión representa el lado del circo. Desafortunadamente, enfrente no hay nadie que represente el ansiado pan.
Ni lo conocen. ¡Ellos son de pastelillos!
¿Firmas contra Carmen Salinas?
¡A otros perros con esos huesos!
Índice Flamígero: Va de anécdota: Cierre de campaña de los candidatos del PRI a cargos de elección popular en el afamado barrio capitalino Tepito. César Camacho Quiroz, a la sazón dirigente formal del tricolor, encabezando el mitin y la procesión. A su lado, la solícita y siempre bromista Carmen Salinas, quien le espetó: “No se preocupe licenciado. Aquí voy yo a su lado ¡cuidándole los relojes!”.
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Confidentes !!! encantame la palabra, mas elegante y pulcra para referirse a la inmundicia con que y en que, se revuelcan nuestros inclitos.
Todo muy bien hasta q se te ocurrio defender a la puta de carmen salinas pendejo, con eso mandaste a la mierda todo tu articulo