Luis Farías Mackey
La legislatura ha surcado el primer año del sexenio, a los diputados les restan dos años y a los senadores cinco, si es que Morena no acaba con México antes.
Veo a Noroña resguardado por fuerzas del orden público porque, según él, su vida corre peligro por una cachetada más que merecida de Alito a su persona. Noroña se cansó de ofender, burlarse, denigrar y provocar a quienes estaba obligado a representar y conducir en la civilidad y el respeto. Hoy, además de su escolta personal, la Guardia Nacional resguarda un inmueble que posee sin que quede claro con qué calidad ni derecho. Además, corre desbocado a la locura, baste verlo en sus últimas apariciones.
Noroña es la viva imagen de lo que nos espera en los próximos cinco años: una sociedad enfrentada, gritos y empujones, ostentación de la fuerza pública, amenazas del poder, el reino de la sinrazón y una nación al garete.
Morena, por lo visto, cree que su altanería le va a alcanzar para lograr todas sus metas, controlar férreamente al país, acabar con su pluralidad y surcar los procelosos mares del caos internacional. Pero en los juegos del poder ninguna fuerza es lo suficientemente poderosa, ni lo demasiado débil como para no alterar por sí misma, en cualquier momento, equilibrios que se suelen pensar inamovibles y eternos.
Lo que nos han enseñado las ciencias duras es que el pensamiento lineal y unicausal de las ciencias sociales ya no responde a la complejidad, imprevisibilidad, fragilidad, insensatez y explosividad de la convivencia humana.
Hoy Evo Morales es un paria en su propia patria y en toda ajena, Pedro Castillo duerme tras las rejas, los Ortega son apenas dignos del manicomio, a Maduro se le acabó la fiesta y el mundo entero está inmerso en un realineamiento global del que nadie puede llamarse a salvo. Estados Unidos expresa todas las mañanas desde la oficina oval el fin de su hegemonía y racionalidad.
En México, la narrativa de culpar y satanizar el pasado es de consumo local y cada día causa más vómitos que fervores, la economía no crece, mientras los padrones y apoyos clientelares no pueden crecer eternamente; la inseguridad se niega a remitir, digan lo que digan las estadísticas; las medicinas no llegan más allá del discurso y la mentira, y hospitales se caen a pedazos entre listones inaugurales y publicidad vacía. Trump juega con la presidente a la caja de Skinner, más no es el único, en la retadora están desde López y sus fichas en el gabinete, gobernadores y Congreso; líderes de su partido, empresariales, sindicales y del crimen organizado; personal de la oficina presidencial y hasta suspirantes más ridículos que indómitos al 27.
Noroña, repito, es una bala perdida y puede terminar impactando el corazón mismo de Morena.
Son muchos los fierros en la lumbre, demasiado seco el erial y los ánimos a flor de piel.
Lo de Noroña, con independencia del nivel de los involucrados, es una muestra de lo explosivo del ambiente.
Cinco años son muchos para caminarlos en el filo de la navaja y dentro de un polvorín en llamas regado por los afluentes del huachicol.