La estupidez ya tuvo sus primeras consecuencias, Hillary Rodman Clinton, candidata del Partido Demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, declinó la invitación del presidente Enrique Peña Nieto para intercambiar puntos de vista sobre la relación entre los dos países en la residencia oficial de Los Pinos como la semana pasado hizo su adversario Donald Trump.
Era previsible que la puntera en la carrera por la Casa Blanca no acudiera a la cita con un ingenuo Peña Nieto. Después de aquella expresión del “dime con quién andas y te diré quién eres” no se podía esperar otra cosa, pese al optimismo que se tenía en el círculo cercano al mexiquense, especialmente de parte de Luis Videgaray.
Los defensores de la visita de Trump a Los Pinos, dicen que hasta ahora no se han visto resultados positivos, lo que lejos de resultar alentador, debe ser preocupar y habrá que ver cómo nos va después del 8 de noviembre cuando el Colegio Electoral de vecino país del norte declare triunfadora a la ex –primera dama.
Hay dos escenarios para el inquilino de Los Pinos, que la señora Clinton se cobre la afrenta una vez que cumpla sus funciones en la Casa Blanca y que Peña Nieto se hunda más de lo que está, con todo lo que eso significa para la gobernabilidad del país.
Para apaciguar las aguas en Washington, habrá que echar a andar un estrategia diplomática de muy alto nivel, algo que se ve difícil, para alivianarse en el interior, Enrique Peña Nieto tendrá que proceder a decretar el cese fulminante de quienes lo empinaron con Trump, en especial el de Luis Videgaray y poner el al Secretaría de Relaciones Exteriores a alguien que si sepa de política exterior.
Por lo pronto no se ve como los mercados internacionales puedan confiar en un gobierno con un encargado de las finanzas públicas que apostó a la carta equivocada.
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