Para Contar
Arturo Zárate Vite
Obvio que Ricardo Monreal Ávila está en la lista de los que participan en la carrera por la candidatura presidencial de Morena para el 2024.
Empezó su carrera en el PRI y ahí se mantuvo hasta que le cerraron la puerta para competir por el gobierno de Zacatecas. Ya había sido diputado federal y senador priísta. Con la camiseta amarilla perredista se convirtió en gobernador. Dio el salto al Movimiento de Regeneración Nacional.
Ascendió a jefe delegacional en la Cuauhtémoc y desde este puesto quiso ganar la candidatura para jefe de gobierno de la Ciudad de México, pero las encuestas internas no lo favorecieron, le ganó Claudia Sheinbaum. Estuvo a punto de postularse por otro partido o como independiente. Incluso se dio sus vueltas por la sede de Movimiento Ciudadano para buscar a Dante Delgado. Finalmente se tranquilizó y supo negociar su candidatura al Senado a donde llegó para coordinar al grupo moreno y presidir la Junta de Coordinación Política.
Con el PRI todo iba bien hasta que le bloquearon la aspiración de competir por el gobierno de su estado. Lo que había tejido como priísta, las alianzas y amarres, además de las encuestas que lo favorecían, supo capitalizarlas como candidato del PRD.
Triunfo inobjetable. No tuvo que ir a los tribunales para confirmarlo. Su antiguo partido tuvo que resignarse y aceptar el error de no haberlo postulado como quería la militancia zacatecana.
Fortaleció su relación con López Obrador y se sumó al Movimiento de Regeneración Nacional. Consiguió ser coordinador de una de las campañas presidenciales del tabasqueño.
Ricardo Monreal ha demostrado ser político hábil, ir de avanzada cuando los vientos están a su favor y replegarse si está en riesgo su proyecto. Partidario del diálogo y del acuerdo, no del choque de trenes. Ha sabido convivir con su compañero Martí Batres, con quien en más de una ocasión ha tenido que medir fuerzas, sobre todo cuando éste quiso reelegirse como presidente de la mesa directiva de la Cámara de Senadores. También tiene de nuevo en el grupo a Gabriel García, poderoso ex jefe de los delegados, al que pronto le dio la bienvenida.
Cauto, no ha dudado en retirar iniciativas, posponer su discusión o guardarlas en el congelador cuando no tienen asegurado el consenso o amenazan alterar el orden financiero, económico, social y político. Sus advertencias por desaparecer poderes estatales no han prosperado. Tampoco la regulación del uso recreativo de la marihuana. Los financieros se alarmaron con la propuesta para modificar la ley del Banco de México porque existía riesgo de que divisas de origen dudoso fueran a dar a las arcas del banco central.
Pareciera ser su estilo cacarear propuestas controvertidas para medir la reacción de los involucrados, aunque no siempre, porque con sigilo hizo que su mayoría aprobara el controvertido artículo de la reforma judicial que amplía dos años el mandato del presidente de la Corte.
Sin embargo, también se le tiene que reconocer su esmerado cabildeo para conseguir el voto calificado del pleno senatorial, las dos terceras partes para avalar nombramientos de servidores públicos.
Cuando buscó ser jefe de gobierno de la CDMX se le cruzó en el camino Claudia Sheinbaum y, como va la carrera presidencial, podrían volverse a encontrar en el 2024.
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