Desde Filomeno Mata 8
Mouris Salloum George*
El 23 de marzo pasado -24 Aniversario del asesinato de Colosio- cayó en viernes. Se atravesaron dos días inhábiles y siguió semana santa. Termina la semana de pascua. Sólo quedan la memoria y alguna pesquisa incierta para hablar del endemoniado tema.
Se sabe que el “asesino solitario”, Mario Aburto, está más solitario que nunca, en el penal de Huimanguillo, Tabasco.
¿Cómo desentrañar la verdad verdadera? El expediente del crimen está sellado. Sólo se abriría eventualmente hasta 2035. Si no ocurre otro desenlace previo, en 2036 Aburto recuperaría su libertad, si logra completar en vida la condena de 42 años de prisión.
Sobre 22 líneas “de investigación”, unas 60 mil fojas manuales que formaron tres tomos ya resguardados en archivos digitales, sólo queda la sospecha social. El dictamen final fue instruido para descartar la posible naturaleza política del atentado.
En la noche de los tiempos se perdió la hipótesis de una “acción coordinada” o un “complot político” para eliminar al candidato presidencial del PRI, de la que dieron cuenta dos fiscales en las primeras semanas de la indagatoria que se prolongó durante casi 190 meses.
El entonces presidente Salinas de Gortari, al tiempo, dejó escrita su versión en la que imputó el asesinato del sonorense a la nomenclatura del PRI.
El informe final, que dio como cosa juzgada el caso, dejó de lado ese grave testimonio. Incluso, echó tierra sobre el supuesto de una acción del crimen organizado.
En el desarrollo de “la investigación”, desde el interior mismo de la Procuraduría General de la República se filtró una infidencia: Aburto habría sido sometido a sesiones de hipnotismo para explorar su subconsciente, ordenada por el subprocurador Pablo Chapa Bezanilla.
Con independencia de la legalidad de ese método para arrancar confesiones involuntarias, lo que se recuerda es que Chapa Bezanilla cobró celebridad por su inclinación a las truculencias esotéricas.
En la investigación del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, perpetrado seis meses después del de Colosio, ese fiscal pidió la asistencia de una vidente para que una calavera le diera información sobre ese suceso y sus presuntos responsables.
Como sea, lo que subsiste es la “verdad histórica” dictada por el régimen. No ha de ser ni verdad ni mucho menos histórica, si sus resultados han sido refundidos en la secrecía por más de cuatro décadas después de cometido el magnicidio.
Así suele ocurrir con los crímenes de Estado, que a estas alturas no son pocos ni de menor magnitud. ¿Por qué tanto temor a la máxima: la verdad nos hará libres?
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.