Por Deborah Buiza
“Descansaré el día que me muera”, decían las abuelas, y andaban todo el día en faena, sin permitirse un momento de ocio, porque seguro le encontraban mejor oficio. Se sabe que “el ocio es la madre de todos los vicios” y, por supuesto, nadie quiere ser considerado vicioso, así que mejor cansados pero virtuosos.
Sin embargo, en estos días la virtud parece escasear y el cansancio es la constante, quizá como consecuencia de las largas jornadas laborales, las distancias a recorrer para llegar a las actividades, las cargas que implican cada uno de los roles que desempeñamos, las responsabilidades que tenemos y una gran autoexigencia de excelencia, eficacia, eficiencia, productividad, presencia y actividad que ha pasado del exterior a interiorizarse de tal forma que somos como el conejito que salía en un comercial de pilas que “sigue, sigue, sigue y sigue” a pesar de la baja energía y de las señales de agotamiento del cuerpo.
¿Te ha pasado que te sientes cansado y que invalidas tu cansancio? Tienes tres jornadas, viajas dos horas diarias en transporte público y no duermes lo suficiente, no dedicas tiempo a hacer algo que te guste o a hacer nada, y llevas ese ritmo desde hace años, pero a veces te preguntas si no estarás exagerando cuando dices que estás cansado.
¿Te ha pasado que te sientes cansado e intentas expresarlo y lo que recibes es un comentario que invalida tu sentir y tu necesidad de descanso? Parece que, en estos tiempos, a nadie se le permite quejarse, tampoco cansarse, menos aún quejarse de estar cansado.
¿Te ha pasado estar cansado y, al expresarlo, acabar en una extraña competencia de “a ver quién está más cansado”? Seguro te has topado con la persona que te dice “¿y tú de qué estás cansado?” o quien te describe toda su rutina para hacerte saber que él sí tiene de qué estar cansado y por supuesto tu sólo eres un quejiche que no aguanta nada.
No falta quien, si eres mamá y te atreves a expresar que estás cansada, te eche encima comentarios como “¿por qué te quejas si tú quisiste tener hijos?” o el clásico “pero las mamás lo pueden todo, siempre sacan fuerzas dentro del cansancio” (o sea, sí, pero yo no sabía que eso iba a implicar tres jornadas laborales sin vacaciones, ni tiempos libres ni licencias por enfermedad) … Creo que el mundo tiene que entender que, aunque amemos a nuestros hijos, las mamás tienen una sobrecarga y una falta de descanso inhumana.
No falta quien, si no tienes hijos y te quejas de estar cansado, te diga “¿y de qué estás cansado? ¡Imagínate si tuvieras hijos, estarías peor!” como si invalidar el cansancio de otro a través de la comparación lo hiciera menor o a la persona, de repente, con esa comparación horrible y ociosa, se le esfumara el cansancio. Porque claro, siempre hay alguien que la pasa peor, siempre hay alguien más cansado que tú.
¡Basta! con hijos o sin hijos, las personas se cansan, y ¡no es una competencia de cansancios! Además, la percepción del cansancio es tan personal que ¿Cómo podría compararse con el de otra persona? ¿Por qué? ¿Para qué?
¡No! El cansancio es que las fuerzas y la energía de la persona se le agotaron y necesita descanso. Punto. El cansancio no necesita ser justificado, ni comparado, ni aprobado, ni autorizado, por lo que tu cansancio es válido y tu necesidad de descansar es algo que se tiene que atender.
Me parece una práctica espantosa invalidar el cansancio del otro, pero peor aún no permitirle descansar. Nos hemos acostumbrado a tener que justificar que necesitamos descansar y entonces nos deshacemos en extensas explicaciones sobre por qué estamos cansados o por qué estamos descansando, o aprendimos que tenemos que “ganarnos” el descanso y ahí andamos haciendo mil cosas para que al estar extenuados ahora sí poder descansar… esto no es necesario.
El ser humano tiene una energía limitada que se gasta conforme realiza distintas actividades, por lo que requiere tomar espacios de descanso para recuperarse.
No es necesaria una competencia de cansancios con nadie, ni estar en las últimas para hacer las pausas que sean necesarias. Es prioritario aprender a reconocer las señales de cansancio y atenderlas lo más pronto posible, reconocer y recordar que todos tenemos derecho al descanso y al tiempo de ocio.
A descansar al panteón decían, pero la verdad es que entre menos se descanse, más pronto se acerca uno al descanso eterno.
Y tú, ¿qué tan cansado estás?