Luis Farías Mackey
La nueva temporada de Ayotzinapa será sólo ruido en olvido y medro de los 43 normalistas. Ya a nadie engañan.
Hay, sin embargo, un filón que llama la atención y que es como un elefante en medio de la cama: 83 militares con orden de aprehensión.
“Es política”, dijo tranquilo Murillo Karam al agente que le leyó su orden de aprehensión.
Pero la historia nos ha demostrado que cuando los militares son llevados al juego de la política las cosas no suelen salir bien libradas para nadie, empezando para ellos.
La dignidad de las Fuerzas Armadas está hoy en vilo en una apuesta que, podría ser, una purga y maniobra disuasiva hacia el interior de las filas castrenses y marinas, pero también una apuesta desesperada, delirante, mal planeada, peor ejecutada y sin más sustento que liberar y casi sacralizar a quienes materialmente ordenaron y ejecutaron la muerte y desaparición de los 43 normalistas.
Lo pongo en estos términos: la posible omisión, negligencia y hasta abuso de poder de las autoridades que investigaron, apresaron y encarcelaron a los asesinos intelectuales y materiales de los 43 estudiantes, ¿libera a éstos de sus responsabilidades penales?
En todo caso debieran sumarse a las responsabilidades de aquellos las faltas de ellas, pero no exculparlos.
De allí que la patraña y enredo de la comisión de la verdad no pueda tener buen fin.
De entrada, en la audiencia de Murillo, hasta el juez recriminó a la Fiscalía por no tener bien armado su trabajo, lo que acredita que su detonación obedeció a criterios de oportunidad ajenos a su eficacia jurídica e idoneidad procesal.
Ruido que puede despertar fuerza que, creíamos, dormidas.
PS. Si bien resulta delirante la desaparición de las Fuerzas Armadas y su substitución por la Guardia Nacional. Los delirios que día a día atestiguamos en Palacio empiezan a parecer confirmarlo.
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