MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
¿Por qué si José López Portillo era un hombre culto, economista sobresaliente y buen político, su gobierno ha sido descalificado y cuestionado severamente porque se significó por una crisis, que al final de la administración desfondó a las arcas públicas, y galopante corrupción?, preguntó mi colega y amigo Marco Antonio Reyes.
Sin duda, le dije, porque gobernó con los amigos, los compadres y los familiares. Dio manga ancha a personajes de pésima fama y peores antecedentes, como Arturo Durazo Moreno, su amigo de la infancia.
Y es que, mire usted, para refresco de la flaca memoria política, hay que recordar que la familia presidencial hizo negocios; los compadres crearon empresas que traficaron influencias con los amigos del Presidente en los cargos de primer nivel. Y hubo casos de extravagante enriquecimiento.
Mal manejo de las finanzas públicas, pésimos consejeros que llevaron a Pemex a una crisis económica y política y, de paso, al cobro de una factura que envió a prisión al ingeniero Jorge Díaz Serrano, desaforado fast track cuando era senador y preso en el Reclusorio Preventivo Sur, hasta que el perdón político lo dejó en libertad.
¿Qué falló en esa administración de don Pepe López Portillo? Lo que ha estado ausente en el ejercicio del poder, en el nivel que usted quiera y mande: la congruencia.
Gobernantes de siglas diversas e ideologías de supuesta honorabilidad, han incurrido en la incongruencia, entre el decir y hacer, parecer pero no ser.
Recuerdo el caso de un gobernador que solía pedir a sus ayudantes, cuando salía dizque de gira de trabajo, que le echaran tierra, literalmente, en la ropa y en el calzado, que el cabello demostrara que había estado bajo el sol y en el trabajo en el campo.
Incongruente político que en los discursos decía identificarse con los hombres del campo, con los pobres a quienes ofrecía hacerles justicia. Nunca cumplió lo prometido; él sí amasó una respetable fortuna e incluso obtuvo la representación, en México, de una firma trasnacional.
El tema viene al caso, porque ayer, precisamente en etapa de precampaña, en Villahermosa, Tabasco, José Antonio Meade Kuribreña se refirió a la congruencia, un requisito toral del proceder humano, recurrentemente soslayado por la clase política y la inmensa mayoría de los servidores públicos.
Meade, precandidato de la coalición Todos por México, a la Presidencia de la República, dijo que quienes aspiren a la Presidencia de México deben ser congruentes entre lo que declaran y lo que tienen.
El caso es que la praxis de la congruencia no se queda en ese concepto de pesos y centavos, propiedades y modo de vida. No.
En una reunión sostenida con jóvenes tabasqueños, maestros muchos de ellos y profesionistas, como se desprende de las preguntas planteadas, el ex secretario de Hacienda respondió a todo, utilizó parábolas cuando atendió a requerimientos incluso de su entorno familiar. ¿Fue congruente? Sin duda.
Pero, la congruencia, decía, va más allá incluso de presentarse en público, de andar en campaña modestamente, sin los despliegues de pésima consecuencia con cuerpos de seguridad y apoyadores que mucho estorban y dejan mal sabor e impresión pésima a quienes asisten a los mítines y actos de campaña.
Y es que, es probable que, en su vida privada, Meade sea así, sencillo, despojado de esos aparatos que suelen ser males necesarios en la actividad pública, política, sobre todo en estos tiempos.
Dice el precandidato de la coalición PRI-PVEM-Nueva Alianza, que todo funcionario público debe ser consistente entre los ingresos que percibe, lo que declara públicamente, lo que gasta y las propiedades que ostenta.
Y recordó que, esa coherencia es lo que está al centro de la iniciativa que presentó ante legisladores y dirigentes de los partidos que los postulan. “Una iniciativa y un ejercicio que no descanse en lo que uno declare, sino en lo que uno tenga y en la forma como uno viva, y un examen de consistencia entre las tres”, expuso.
Le preguntaron si el precandidato de la coalición Por México al Frente, Ricardo Anaya, pasaría los filtros de su iniciativa de ley. Meade no personalizó pero acotó que, en México, nadie debe estar fuera de la ley, y menos quien aspire a la Presidencia de la República.
Mire usted, ojalá y Ricardo Anaya como Andrés Manuel López Obrador y los cientos de aspirantes a un cargo de elección popular, comulgaran con esa congruencia entre lo que tienen y declaran, pero igual y quizá de mayor importancia, que de ganar en la contienda y asumir las funciones de la encomienda, haya coherencia entre el decir y hacer.
Imaginemos el país que tendríamos con el cumplimiento de sólo una mínima parte de lo que, como candidatos, ofrecieron los servidores públicos que van de salida. Y qué de aquellos que se ofrecieron como salvadores del mundo, honestos, prístinos y demócratas que hoy están en prisión o andan a salto de mata.
Sí, congruencia de la mano de la honestidad, factores elementales en quienes aspiran a gobernarnos, a ser nuestros servidores públicos como legisladores elegidos. Evitar falsos escenarios y perversas ofertas, es factor de elemental observancia entre las señoras y señores que nos quieren gobernar. No es mucho pedir. Digo.
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