POR FERNANDO PESCADOR GUZMÁN.
La actividad diplomática de un estado nación moderno es mucho más que un simple repositorio para políticos incómodos. El objetivo de la diplomacia es un reconocimiento a la importancia del equilibrio de poder en el ámbito geopolítico. Hablamos de una dimensión de gobierno que ha sido sistemáticamente descuidada por los últimos dos titulares del ejecutivo federal y que puede acarrearle serios problemas a México a medida que la inestabilidad viene marcando a la geopolítica en los últimos años.
México, en los hechos, ha asumido una postura de aislamiento diplomático. Al evitar participar en diversos foros internacionales la presencia de México disminuye. La desidia en asuntos diplomáticos y económicos tendrá un altísimo costo en el mediano plazo. Veamos.
El aislamiento diplomático, analizado desde los marcos clásicos y contemporáneos de la geopolítica, genera una serie de efectos sistémicos que impactan tanto en la estructura interna del Estado como en su posición internacional. Es decir, lo geopolítico influye en la política interior.
Un Estado aislado pierde legitimidad y atractivo, reduciendo su margen de maniobra en foros multilaterales, según Joseph Nye [1]. El autor norteamericano también señala que el aislamiento implica un “debilitamiento del poder blando”, esto es que la capacidad de influir mediante cultura, valores e instituciones se erosiona. Si bien la obra de Nye está centrada en los EUA contemporáneos, sus observaciones son de alcance general.
Daniel Yergin, autor y vicepresidente de S&P Global, citando al académico en temas energéticos, Vaclav Smil, muestran [2] claramente cómo la interdependencia energética y comercial es central en la política global. El aislamiento restringe acceso a mercados, inversiones y tecnología, generando dependencia de pocos socios dispuestos a desafiar sanciones o bloqueos. En otras palabras, el aislamiento limita las posibilidades de desarrollo de industrias como la petrolera, generando vulnerabilidad económica. Esto es así porque no se trata de desarrollo económico a secas, sino de estrategia de supervivencia nacional.
Tal contexto hace imposible no tener en cuenta como desde 2018 la informalidad, tanto interna como externa, ha marcado la visión geopolítica del Estado Mexicano. Como escribió Moisés Naím [3] en 2005:
El contrabando solía ser más bien regional, se practicaba entre dos países, tres como máximo. Ahora es global: ahora hay traficantes de drogas nigerianos que operan en el norte de Tailandia; hay traficantes de armas ucranianos conchabados con los traficantes de drogas colombianos, quienes, a su vez, están aliados a la mafia rusa, que lava dinero a través de la Bolsa de Nueva York; hay productores chinos de bolsos de marca falsificados, en alianza con traficantes de seres humanos que operan en África occidental.
La premisa es que los Estados aislados recurren a redes informales para sostenerse: contrabando, narcotráfico, cibercrimen. Esto integra al país en circuitos paralelos de globalización, debilitando instituciones y aumentando la corrupción. ¿Suena familiar? Una de las crisis actuales y que representa un dilema de proporciones épicas para la administración Sheinbaum es precisamente la expansión de economías ilícitas.
Entregarse de lleno a la informalidad de hecho tiene un alto costo. Immanuel Wallerstein y Oliver Cox muestran que “la marginalización en el sistema-mundo reduce la capacidad de sostener instituciones internas.” “La falta de reconocimiento internacional limita acceso a organismos financieros, asistencia técnica y cooperación, aumentando la fragilidad estatal.”
Aporte conceptual conocido como la teoría del sistema-mundo, la premisa es que cerrarse al mundo tiene como consecuencia un proceso de erosión institucional y riesgo de colapso. No estamos lejos de esta situación en México cuando el contrabando de cabezas de ganado procedentes de Brasil genera pérdidas a los productores nacionales, mientras el gobierno federal se limita a amenazar a los afectados.
En efecto ante el riesgo de colapso, la supervivencia se constituye en el objetivo primario. Autores de geopolítica con posturas contrastantes como Hans Morgenthau y Kenneth Waltz coinciden en que el aislamiento “suele derivar en mayor control estatal sobre la sociedad, represión de disidencias y narrativas nacionalistas que legitiman la exclusión internacional.”
La imposibilidad de imponer narrativas, es decir el desgaste natural de la propaganda, abre el camino a decisiones de fortalecimiento del poder coercitivo interno. La forma en que la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, amenazó a los manifestantes agropecuarios el pasado mes de noviembre habría sido impensable en los gobiernos “autoritarios” y “neoliberales”.
Habrá que añadir a esta tendencia de fortalecimiento del poder coercitivo interno los tres escenarios esbozados por el ex presidente Andrés Manuel López Obrador en un video publicado el domingo 30 de noviembre: una amenaza directa contra la democracia, por “retroceso institucional” o acciones que “comprometan la integridad del sistema electoral”; un escenario de “desestabilización” que afecte a la presidenta Sheinbaum; y, una “vulneración de la soberanía nacional”. La ambigüedad de estos escenarios los hace perfectos para justificar cualquier endurecimiento del régimen.
Lo que se complementa con la decisión de la SEDENA de absorber a casi el 95% de jóvenes del servicio militar nacional. Medidas y narrativas que comprueban las premisas de Morgenthau y Waltz.
La bajísima prioridad a la diplomacia y geopolítica que han mostrado los gobierno de la Cuarta Transformación no puede considerarse una casualidad o error de principiantes. Se debe de entender como una decisión política estratégica, pensada como mecanismo de enriquecimiento de una élite a costa de todos los mexicanos. La “mafia del poder” de la que se habló por lustros en realidad describía el proyecto a futuro.
Por lo pronto, el aislamiento diplomático no puede considerarse como proceso pasivo. La dinámica claramente desencadena dinámicas de adaptación que tienden a reforzar el autoritarismo interno, fomentar vínculos con economías ilícitas y alterar equilibrios regionales. Aunque puede generar resiliencia temporal, a largo plazo erosiona la capacidad del Estado de proyectar poder legítimo y sostenible en el sistema internacional.
Lo peor del caso es que la historia muestra que se trata de una situación insostenible que más temprano que tarde caerá por su propio peso.
La visita de la presidenta Claudia Sheinbaum a Washington DC para el sorteo oficial de la FIFA 2026 es un paso en la dirección correcta. Pero hay que recordar que una golondrina no hace la primavera.
SAGRADAS ESCRITURAS. 2 Reyes 25: 2-5
Y estuvo Jerusalén sitiada hasta el año undécimo del rey Sedequías. A los nueve días del cuarto mes prevaleció el hambre en la ciudad, hasta que no hubo pan para el pueblo de la tierra. Abierta ya una brecha en el muro de la ciudad, huyeron de noche todos los hombres de guerra por el camino de la puerta que estaba entre los dos muros, junto a los huertos del rey, estando los caldeos alrededor de la ciudad; y el rey se fue por el camino del Arabá. Y el ejército de los caldeos siguió al rey, y lo apresó en las llanuras de Jericó, habiendo sido dispersado todo su ejército.
Fuentes:
[1] Nye, Joseph S. Soft power. The means to success in world politics.
[2] Yergin, Daniel. The new map. Energy, climate and the clash of nations.
[3] Naim, Moisés. Ilícito: Cómo contrabandistas, traficantes y piratas están cambiando el mundo. Página 9.
